16: Corazón de gominola

3K 130 9
                                    

Con el paso de los días nuestra casa tiene más orden

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con el paso de los días nuestra casa tiene más orden. Apenas quedan cajas desperdigadas por las zonas comunes. En mi habitación habían desaparecido todas. A diferencia de la habitación de Asier, donde el chico vive entre cajas.

—Lía —acudo hacia el llamado de mi hermano. —Me voy, ¿qué vas a hacer hoy?
—Nada —me encojo de hombros. —Quizá me bajo hasta la playa, echo de menos el mar y estoy con algo de ansiedad —reconozco haciendo una mueca.
—¿Estás bien? ¿Pasó algo? —una mueca de preocupación aparece en la cara de mi hermano y niego rápidamente.
—Me atormento de más con pensamientos que no van a ningún lado —encojo mis hombros y él asiente inseguro.
—Tengo que ir a trabajar pero ten cuidado hagas lo que hagas —advierte antes de dejar un beso en mi frente y desaparecer.

Con la soledad envolviéndome, corro escaleras arriba a prepararme. Me echo corrector, rímel y cacao en los labios mientras me quedo de pie delante del armario para sacar unos pantalones vaqueros, una camiseta, una sudadera de color marrón y un bolso baguette.
Me aseguro antes de montarme en el coche de haber cogido las llaves de casa y salgo. Pongo la dirección de una cala que me había aparecido en Tiktok y el tiempo estimado de llegada son treinta minutos. Pulso "Iniciar ruta", a la misma vez que meto primera, y salgo de urbanización.

La música acompaña mi trayecto y cuando me doy cuenta Siri me avisa de que he llegado. Busco un lugar para estacionar el coche y me bajo. Recorro el camino para bajar a la cala y agradezco ser la única persona presente en el lugar. Cojo el libro que traje y me dispongo a leer con el sonido de fondo de las olas.
Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi sudadera y lo saco para ver una fotografía que le hice un día a Pedri ocupando la pantalla.
No sé qué tiene la foto, pero me encanta.

—Hola —saludo descolgando y centrando mi mirada en el vaivén de las olas.
—Hola, ¿cómo estás?
—Un poco aburrida de no hacer nada —confieso haciendo una mueca. —Pero todo bien, ¿y tú? ¿Qué tal el entrenamiento?
—Bien, tenemos mañana día libre. ¿Estás en tu casa?
—No, vine a una cala cerca de Barcelona y aún estoy aquí.
—¿Tu sola?
—Sí.
—Ah, yo... Te quería preguntar si quieres ver una película.
—Vale, sí. ¿Cuál?
—Hay una nueva en el cine que me llama la atención.
—¿Quieres ir al cine? —pregunto confundida.
—Sí, podíamos ir, nunca fuimos. ¿No quieres?
—Ah, no. Ósea, quiero decir, sí, me da igual. Simplemente pensaba que quizá preferías quedarte en casa por si alguien te reconocía o algo.
—Nunca fuimos al cine y me apetece ir contigo —deja caer y asiento con mi cabeza a pesar de que no pueda verme.
—Vemos la película que tú quieras —cedo cerrando la página del libro tras colocar el marcapáginas y posarlo a un lado. —Así, la siguiente vez elijo.
—¿Quién te dice que va a haber segunda vez?
—Si te mueres por pasar tiempo conmigo —vacilo.
—Ya te gustaría, guapa. ¿A qué hora te recojo?
—Ves —mis palabras salen rápido de mi boca tras escuchar la pregunta acompañadas de una carcajada. —Tardo treinta minutos en volver a Barcelona, ¿qué hora es?
—Las seis y media.
—Llegaré a las siete y cuarto o así —me detengo unos minutos a pesar. —Recógeme a las siete y media —calculo mentalmente los tiempos.
—Vale. Ten cuidado volviendo.
—Sí, te paso mi ubicación si te quedas más tranquilo —levanto mi culo de la toalla que había dejado previamente sobre la arena. Un gruñido de afirmación por su parte inunda la llamada y añado una frase antes de colgar.
—Nada más que me suba al coche te la paso.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora