17: Anhelos desde Tenerife

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Despierto sobresaltado, palpo mi mesilla de noche hasta dar con el teléfono y descubro que son las tres de la mañana

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Despierto sobresaltado, palpo mi mesilla de noche hasta dar con el teléfono y descubro que son las tres de la mañana. Siento algo abrazando mi cuerpo, y al bajar la mirada, me encuentro con una chica con el cabello revuelto, los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Sonrío y retengo esa imagen en mi memoria. Me gusta verla descansar, relajada, y saber que le provoco tranquilidad. Me gusta poder producir esa sensación en ella, que se sienta en paz.

Mi mano viaja hasta su cabeza acariciando su melena y ordenándola un poco. Parece que sigue profundamente dormida y me estiro con cuidado, tomo el teléfono y le hago una fotografía, por si en algún momento mi memoria tiende a fallar.

Al volver a dejar el móvil, se remueve entre mis brazos separándose y gira su cabeza hacia el lado contrario, que en vez de chocar de nuevo contra mi pecho, choca contra el colchón. Intento no reírme, pero su desconcierto al caer contra el colchón y la pequeña carcajada que se me escapa hacen que abra los ojos desorientada. Los mantiene entrecerrados e hinchados mirándome con confusión. Sus labios lucen más gorditos por el hinchazón de dormir y, sin poder evitarlo, me acerco a dejar un corto beso sobre ellos.

—Te estabas riendo de mi —su voz suena ronca y vuelve a estampar su cara contra mi pecho abrazándome a la vez, tal y como hacía al principio. Rodeo su cuerpo con mis brazos, haciendo algo de fuerza estrechándola contra mi.
—Un poco —confieso dejando un beso sobre su cabeza. —Estás muy mona recién despertada.
—No sabes lo que dices, tú si que estás guapo hasta cuando te despiertas —gruñe sin moverse.
—Vaya, gracias.
—De nada. ¿Podemos volver a quedarnos dormidos, por favor? Tengo mucho sueño.
—Por poder... —susurro girando mi cuerpo y ocasionando que el suyo caiga en el colchón. —O podemos hacer otra cosa.

Cuando pienso que una reprimenda va a salir de su boca al haberla tirado hacia un lado, una sonrisa pilla en su cara me toma por sorpresa. Mis manos acunan su cara, la cual acaricio con mis dedos pulgares ocasionando que cierre los ojos para mi. Mi dedo índice recorre su rostro como si estuviera pintando un cuadro delineando sus ojos, sus cejas, su nariz; baja a su boca, píncela la comisura de sus labios y muerdo mi labio inferior estando a un segundo de su boca.
Sus ojos aún permanecen cerrados, y con un toque, junto nuestros labios cerrando mis ojos en el camino. Un beso tierno, de movimientos lentos, pura delicadeza lujuriosa. Sueño por afincarme en ese beso donde me entusiasman las ganas de ir a por más.

Y en base a ello, cambio el ritmo dejando su cuerpo completamente debajo del mío. Me dejo llevar, perdiéndome en esa extraña sensación que sacude todos mis sentidos. Muerdo su labio inferior flojamente mientras me separo y abro los ojos encontrándome con sus pupilas de un tamaño más considerable. Mi rostro huye hasta dar con su cuello atacando la zona dejando besos húmedos y pequeñas mordidas que, indudablemente, dejarán alguna marca, pero ya la descubrirá más tarde.

—Para lo poco que dormiste no veas la energía que tienes —su voz resuena aún más ronca y en un hilo por la excitación. Una sonrisa divertida se cuela entre mis labios y llevo mis manos a juguetear por debajo de la camiseta que lleva puesta.
—Contigo siempre duermo bien, da igual el tiempo que sea —le guiño un ojo antes de volver a atacar su boca.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora