10: Reagrupamiento

3K 113 11
                                    

Sábado 20 de agosto de 2022

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sábado 20 de agosto de 2022

Me despierto feliz. Hoy es un cumpleaños distinto, lejos de mi familia, pero con unas personas que empezaron a incluirme en la suya hace menos de un año. Nunca he llegado a conocer lo que se siente permanecer a la familia de tus amigos como una integrante más; y no me malinterpreten, los familiares de mis amigos de San Sebastián siempre me tratan genial, pero ese sentimiento no tiene nada que ver con el que siento ahora mismo. Me siento como en casa y estoy a kilómetros, y creo, que no hay nada más bonito que sentirte en casa en un lugar que no lo es.

Me preparo el desayuno como todas las mañanas, aunque sin la compañía de ningún chico canario. No hay nadie más en la casa que yo, pero no tiene importancia porque siempre desaparecen en algún momento del día a ayudar a sus padres y más tarde vuelven.
Una notificación iluminando la pantalla del teléfono llama toda mi atención, y mientras mastico, leo el mensaje de Pedri.

𝖠 𝗅𝖺𝗌 𝟣𝟤:𝟢𝟢 𝗉𝖺𝗌𝗈 𝖺 𝗉𝗈𝗋 𝗍𝗂
𝖯𝗈𝗇𝗍𝖾 𝖻𝗂𝗄𝗂𝗇𝗂

Miro la hora: son las once y media. Tengo media hora exacta para prepararme. Elijo un bikini de color azul simple atado con cordón y un vestido flojo de tirantes atado al cuello con un estampado de rayas. Dando por hecho que voy a tocar el agua, me echo un rímel waterproof debido a la adicción que tengo con echarme rímel. Aunque también puedo salir sin él, pero es que mis pestañas se ven tan bien con él, que es parecida a mi última relación, igual de tóxico. Cojo la bolsa con algunas de mis pertenencias básicas, y en tanto bajo las escaleras echándome cacao, otra adicción, la puerta principal se abre.

—¿Lista? —pregunta el canario y asiento. Me fijo un poco más en él y lo encuentro guapísimo, pero como cada vez que lo veo. Una camiseta ancha de color azul, bermudas blancas y unas zapatillas Off White con estos mismos colores cubren su cuerpo. Y al llegar a su lado no sé cómo reaccionar. Mi último recuerdo de anoche es dormir, prácticamente, encima de su cuerpo. También noté por la mañana que me aparto y dejo un beso en mi frente antes de irse. —Estas guapísima —añade con una sonrisa, posando su mano sobre mi cadera derecha y dejando un largo y sonoro beso en mi mejilla.

Siento como la zona se ruboriza e intento desviar la atención para centrarla en él. —Gracias. Tú también lo estás. Esos colores te sientan muy bien —halago de una forma un poco singular, pero es lo que me permiten discurrir mis nervios.
—¿Nos vamos ya? —sonriente coge ahora mi brazo para tirar de mi hacia la puerta.
—No sé qué pregunta es esa si ya me estás echando.

Su risa y nuestras pisadas inunda la tranquilidad que se respira en el ambiente. Me guía hasta el coche, me subo al lado del copiloto y él se sienta en el asiento del conductor. Abre la guantera y saca un pañuelo.

—Ni de coña —hablo antes de que ni siquiera pronuncie nada, a la vez que niego con mi cabeza. —No me vas a tapar los ojos.
—¿No te fías de mi? —sus ojos expresan sorpresa.
—No, cero, vamos.
—Esto me está doliendo bastante —estudia mi cara con sus ojos que recorren mi expresión. —Aquí, mira —coge mi mano para posarla sobre dónde está su corazón y niego con una sonrisa por la película que se está montando.
—¿Por qué me vas a tapar los ojos?
—Explícame qué gracia tiene si te lo digo.
—Que yo no sufriré, ¿te parece poco? —suspira y desvía su mirada de mi rostro a la carretera para volver a ponerla sobre mi. Se me queda mirando fijamente analizando de nuevo mi expresión.
—Si te tapas los ojos te doy lo que quieras —zarandea el pañuelo por mi cara.
—Que me digas qué vas a hacer.
—Que no sea eso —rueda los ojos. —¿De verdad no te fías de mi? —pregunta acercándose y posando su mano sobre mi muslo.
—No.
—¿Por?
—Porque no tengo los motivos suficientes para fiarme de ti.
—¿Qué piensas que te voy a tirar por un barranco? —pregunta en un tono bastante serio y niego con una sonrisa por la ocurrencia. —Anda, déjame taparte los ojos; no seas cabezota. Si te va a encantar, confía en mí. Te prometo que me puedes matar tú antes que yo a ti.
—Es que si viniera Fer —añado haciendo una mueca. —Me fío más de él conduciendo.
—No dirías lo que creo que acabo de escuchar —entrecierra sus ojos mirándome y yo no puedo evitar reírme. —Venga, gírate.
—¿Pero es mucho camino? Si son más de veinte minutos, a mitad de camino o lo que quieras, me los tapas.
—Son diez minutos, ¿puedo?
Un largo suspiro se escapa de mis labios mientras examino sus ojos con detenimiento y termino aceptando. —Venga, vale —giro mi cabeza, cerrando los ojos y siento como ata el pañuelo.
—¿Te hace daño?
—No, está bien —respondo recolocándome en el asiento. —Oh, mierda. El cinturón.
—Espera —escucho su voz. Un brazo roza mi cuerpo y siento la tira del cinturón apretarlo, para escuchar el click particular. —Lista.
—Háblame para que se me haga corto el viaje —suplico al escuchar como arranca el coche y siento movimiento. Llevar los ojos tapados produce en mi una sensación de agobio que no me gusta nada.
—¿De qué quieres que te hable? —escucho su pregunta y me encojo de hombros, aunque no sé si me está viendo.
—¿Tienes ganas de volver a Barcelona? —pregunto lo primero que se me pasa por la cabeza.
—De volver a jugar, pero aquí se está genial. Todo es tranquilidad. ¿Y tú? ¿Tienes ganas de volver? —pregunta ahora él, dejándome confundida.
—¿Yo? —pregunto confundida sin entender la pregunta.
—Si, quiero decir, no sé... Si te apetece volver.
—Ah —hago una pausa para pensar la respuesta. —Si, pero no creo que vuelva más. Estuve buscando trabajos y estudios pero aún no tengo ninguna respuesta de nada. Además por lo que vi en el Club ya hay una chica para cubrir los partidos. Esperaba que quizá me llamaran de nuevo, pero ya está anulada esa esperanza.
—Aún te pueden responder de alguno —anima posando su mano en mi muslo, sorprendiéndome y haciendo que de un bote en el sitio. —Y sino siempre te puedes venir conmigo y Fer algunas semanas, ya sabes que la casa es enorme.
—Ya... —suelto la primera palabra que cruza mi mente sin esperarme las palabras que acabo de escuchar. —Sí, lo podríamos hablar cuando al menos te pueda ver la cara para ver si me mientes o no —bromeo intentando escabullirme la situación de la mejor manera posible y evitando que la inquietud que me deja su oferta sea visible. Intento mantenerme firme, utilizando la razón, y no dejando que la ilusión se apodere de mi cuerpo; al final, no quiero volver a pasarlo mal.
—Llegamos —anuncia su voz y el motor del coche se apaga. —¿Fue para tanto? Eh, no, para —dice posando su mano encima de la mía evitando que quite el pañuelo. —Aún no.
—Entonces es mentira que llegamos —digo dejando mis manos quietas sobre mi regazo sin saber qué hacer. —Ves como no puedo saber si me mientes así —anuncio nuevamente y su risa se deja de escuchar cuando cierra la puerta. Escucho la de copiloto abrirse y, con cuidado, me saca del coche.
—¿Caminas tú o te llevo yo en brazos como un bebé? —siento su voz muy cerca mía y sé que tiene una sonrisa divertida en su cara sin estar viéndole.
—Camino yo.
—Hay escalones, ten cuidado —advierte y vamos caminado muy muy muy despacio.
—¿Cuándo hay un escalón? —pregunto ya que llevo un rato andando a pasos muy pequeños, pero no dice nada. Un suspiro se escucha de su parte y me da un vuelco al corazón al notar como me coge entre sus brazos.
—Te voy a matar —llevo mi mano al pecho que bombea con fuerza al no esperarse ese gesto.
—No si antes lo hago yo. Es que caminas muy despacio, no vamos a llegar ni en ocho horas.
—¿Es una fiesta sorpresa? —pregunto subiendo mis manos poco a poco por su pecho y colocándolas alrededor de su cuello.
—¿Qué celebramos hoy? —doy un golpe sobre su pecho para volver a subir mi mano a donde estaba. Su risa se cuela por mis oídos rápidamente. —Cállate un poco.
—Cállame tú.

Tras la frase, mis pies vuelven a tocar el suelo y mi espalda se choca contra algo duro, que identifico como una pared o muro al posar mi mano contra esto. Para lo siguiente a notar: una mano en mi mejilla y unos labios moviéndose encima de los míos que no tardo en seguirles el ritmo.
—Listo —escucho de nuevo su voz cuando se separa. —Ahora no puedes hablar hasta que te diga llegamos.

Elevo mi dedo pulgar en respuesta y escucho su risa. Sus manos agarran mi culo, dándome una pequeña palmada, para que enrosque mis piernas en su cintura. Hago lo que me dice y dejo que me siga llevando a algún lugar.

—Llegamos —susurra en mi oído y me deja volver a pisar tierra firme. Noto como me gira y el pañuelo se desliza de mis ojos.

Abro los ojos y visualizo a todos mis amigos: Sira, Ferran, Gavi, Djeny, Fer, Marta, Eric, Sara, Asier, Amaia, Noa y Quique.
—¿Qué? —pregunto girándome a mirar a Pedri que se limita a sonreírme.
—Feliz cumpleaños, guapita mía —noto los brazos de Sira rodear mi cuerpo. —Que mayor eres ya, eh.
—Gracias, imbécil —me río devolviéndole el abrazo con fuerza.
—¡Mi amor! —escucho ahora el grito de Marta. —Felicidades, si no lo sabes, yo te lo chivo: ya le puedes dar las gracias al chico de ojitos marrones que te trae loca —susurra en mi oído, guiñándome un ojo y marchándose antes de que pueda preguntarle algo.

Las felicitaciones continúan y mi respuesta es siempre "Gracias" más algunas palabras más dependiendo de la persona.
—Perdón por cómo nos pusimos, es que nos hacía ilusión celebrar el cumpleaños contigo y cuando nos dijiste que te venías nos dio mucha pena —habla Amaia por todos mis amigos y asiento restándole importancia. No quiero pararme ahora a pensar en esto.
—No pasa nada —sonrío sin mostrar los dientes y uno por uno me van abrazando.
—Que corra el aire que me toca a mi ya de una vez —la voz de Gavi se hace presente y Noa disuelve el abrazo que me estaba dando.
—Mira si serás impaciente —mi vista se desvía hacia el chico que me saca unos cuantos centímetros y que me estruja contra su pecho.
—Impaciente no, pero se me colaron todos —reprocha aún abrazándome. —Feliz cumpleaños, enana.
—Pero si cumplo 21 y tú tienes 18, pringado —su respuesta se limita a darme dos pequeños golpecitos en la cabeza refiriéndose a mi estatura y la mía a darle un pequeño golpe en el pecho. Se ríe y me contagia la risa. —¿Desde cuándo lleváis planeando esto?
—Lleva —corrige dirigiendo su mirada a Pedri, confirmándome las palabras de Marta. —Después de mi cumpleaños.
—Te la robo —tira de mi brazo Marta, sin previo aviso, separándome de Gavi.
—Te lo permito porque sé que lleváis mucho sin veros, pero sino lo llevabas claro —advierte el chico haciéndonos reír a ambas y marchándose en dirección al canario.
—Desembucha —no tardo en decir mirándola fijamente y cogiendo el vaso que me ofrece.
—Hace una semana recibí un mensaje de Instagram que ponía: Pedri González quiere enviar un mensaje. Y yo me quedé pensativa, si sería tú Pedri, porque ¿qué más Pedris hay? —comienza su monólogo y yo me río al escuchar su última parte. —El caso, que me voy por las ramas, me decía que si quería venir a celebrar a Tenerife tu cumpleaños. Y obviamente que le dije que sí. Bueno, me sorprendió mucho, no le pregunté por qué, ya lo harás tú, con todos sus detalles; pero que te movilizo aquí a toda persona cercana a ti, tía. Yo que tú iría y le daría las gracias de una buena manera, ya sabes —me guiña un ojo para jugar con sus cejas y le doy un golpe en el brazo.
Me tiro a abrazar su cuerpo contra el mío. —No sabes cuánto te eche de menos.
—Anda que yo, espero que bajes a verme más veces. Que nos tengamos que juntar porque nos une el chiquillo este...
—Oye, no te pases con mi hermano —escucho la queja de Fer que pasa por el lado escuchando la conversación.
—Lo de escuchar conversaciones ajenas... —deja caer mi amiga la pelirroja.
—Que empiece la fiesta —grita Djeny viniendo a colocarme una banda de color beige que notifica que es mi veintiún cumpleaños, a la misma vez que la música empieza a retumbar por la casa.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora