23: Carantoñas

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—Me parece mal que hagáis esto —comenta el chico sentado a los pies de su cama y observando atentamente como rebusco en mi mochila

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—Me parece mal que hagáis esto —comenta el chico sentado a los pies de su cama y observando atentamente como rebusco en mi mochila.
—Para ser futbolista hay que sufrir —me limito a responder con una sonrisa burlona en mi cara y me giro a mirarle. —¿Qué opinas sobre cuál debería ponerme? ¿Este —elevo un top blanco sin una manga. —o este? —elevo el otro top en mi mano derecha de color negro y con el escote en forma de uve.
—El negro.
—Vale —respondo cogiendo los pantalones del mismo color y entrando al baño para ducharme. Pongo música en el altavoz que Pedri me dejó y me meto debajo de la lluvia artificial que quema y relaja mi cuerpo. Tras enroscarme en una toalla, me echo un poco de rímel y corrector y paso a vestirme. Al salir, me veo reflejada en el espejo de la habitación, me siento con el guapo subido y decido dejar el teléfono posado en mi neceser de maquillaje mientras me coloco delante haciéndome alguna foto. 

Al salir y bajar las escaleras de la habitación no escucho ningún ruido, así que intuyo que aún seguimos nosotros tres solos.
—¿Cuándo viene la gente? —pregunto entrando a la cocina y ambos chicos se giran a mirarme.
—Estarán al llegar —responde Fer girándose y apoyándose contra la encimera al igual que está haciendo su hermano. —Por cierto, yo me apunto a comer pizza con vosotras.
—Ese es mi chico —celebro estirando la palma de mi mano para que me la choque, acción que no tarda en hacer. —Lo suponía, pedí tu pizza favorita cuando llamé —aclaro y él sonríe feliz aunque su teléfono móvil interrumpe la conversación, lee el nombre y la sonrisa de su cara crece. —Voy a cogerlo, vuelvo ahora.
Elevo mis cejas con cara de sorpresa y miro atentamente a su hermano. —¿En qué anda este? —pregunto mirándole esperando que me responda algo. Lo veo acercarse a mi, rodea mi cuerpo con sus brazos y deja besos húmedos por mi cuello.
—¿Cómo que tu chico? —pregunta en mi oído haciendo que un escalofrío recorra todo mi cuerpo, como es costumbre al notar su cercanía. —Eres preciosa.
—¿Celoso? —pregunto risueña apartándome un poco para poder verle la cara.
—No —finaliza la conversación sujetando mi cara con ambas manos y juntando nuestros labios. Profundiza el beso pidiendo paso para introducir su lengua en mi boca, pero nos vemos interrumpidos por tres timbrazos seguidos. Pedri resopla separándose y sale de la cocina en dirección hacia la puerta de la entrada.

Mientras él se encarga de abrir la puerta, voy al salón para tumbarme en el sofá a editar las fotos que acabo de hacerme. Sira entra al salón y se tumba a mi lado mirando la pantalla de mi teléfono. Me obliga a subir una de las fotografías y cuando ve que lo hago, corre a por su teléfono para comentarme y dar me gusta.

Vuelve a tirarse a mi lado y continuamos cotilleando de diferentes cosas escuchando los murmullos de los chicos en la cocina. El timbre vuelve a sonar y esta vez vemos a Ferran pasar hasta la puerta de entrada. Djeny viene directa al sofá, tirándose a mi lado izquierdo, ya que el derecho está ocupado por Sira, y detrás de ella Jimena también se une al sofá sentándose a su lado.

A gritos pido un corta pizzas a alguno de los chicos que me lo quiera traer, el que viene es Fer que me lo deja delante mía.
—Tú no te levantes —bromea con un comentario muy típico de una madre.
—Para eso te tengo a ti.

Soy la encargada de cortar las pizzas y al terminar me vuelvo a echar hacia atrás en el sofá esperando a que los chicos lleguen. No tardan demasiado y traen para ellos una comida acorde con su dieta. Los últimos en llegar son Ferran y Pedri y, en el momento en que estos aparecen, Sira abandona mi lado para ir a sentarse al lado del valenciano, dejando así el único sitio libre para el canario al lado mía.

—¿Me das un trocito pequeño? —pregunta en un tono de voz bajo Pedri al verme estirarme para pillar otro trozo de pizza.
—No debería de dártelo, es hacer trampa.
—Pero un mordisco pequeño no se nota —vuelve a insistir y me río por el tono de niño que trata de usar.
No me resulta muy fácil decirle que no a lo que me pida  así que, giró la pizza para que le dé un mordisco en la parte que no está mordida. —¿Qué haces? —pregunta confundido cuando acerco la pizza a su boca.
—¿No querías? —pregunto ahora yo confundida.
—Sí, pero ¿para qué la giras? —vuelve a preguntar extrañado y con su ceño algo fruncido. —¿Piensas que me da asco morder donde tu después de comerte la boca? —vuelve a preguntar acentuando su ceño fruncido y no puedo evitar que mis mejillas cojan un tono rojizo al escuchar las últimas palabras.
—Eres imbécil —insulto intentando desviar la atención de mis mejillas sonrojadas y volviendo a pegar la pizza a su boca, le da un mordisco llevándome media pizza en el camino y volvemos a poner atención a lo que hablan los demás. Mi mirada se cruza con la de Gavi que eleva sus cejas de manera divertida mirándonos, le saco el dedo del medio consiguiendo que Pedri se dé cuenta de la situación y suelte una risita a mi lado.

Cuando todo el mundo termina de cenar, cerramos las cajas de pizza guardando en una de ellas los trozos sobrantes y Ansu y Djeny se encargan de llevarlo a la cocina. Me echo hacia atrás, colocando mi espalda contra el respaldo y Pedri posa su brazo izquierdo por debajo de mi espalda baja, manteniéndonos en contacto pero sin ser tan obvio.

—Un día os voy a llevar a San Sebastián —digo feliz haciendo un barrido visual mientras juego con uno de mis anillos. —Os va a encantar.
—Podríamos hacer una escapa a algún sitio todos —aprovecha Djeny a proponer a todo el grupo. —Estaría bien.

Nadie se niega al planteamiento de la chica y comienzan a decir casi cada uno un destino diferente.
—¿Tienes frío? —escucho la pregunta del canario desviándome por completo de la conversación. Me giro a mirarle y noto como mueve su mano para dejarla sobre mi muslo.
—No, estoy bien, ¿por?
—Es que yo un poco sí —admite moviendo sus manos y pegándolas a mi cara demostrándome que las tiene congeladas.
Desvío mi mirada buscando una manta. —Gavira, pásame esa manta —señalo la que se encuentra a su lado y me la lanza en toda la cara. —Dios te conserve esa puntería en el campo.
—El próximo te lo dedico —me guiña un ojo y se centra en la conversación que ahora llevan los demás sobre sus vidas antes de llegar al Club.

Termino de desdoblar la manta, tapándonos a ambos, y noto como el chico cuela su mano por debajo de la manta volviendo a dejarla sobre mi pierna. Mientras que yo aprovecho la cercanía de estar bajo la misma manta para recostar mi cabeza sobre su pecho. Y al cabo de un rato noto como empieza a jugar con mi melena.

—¿Y tú qué, vasquilla? Que te estás quedando dormida —escucho la voz de Eric llamándome y una risa se escapa de mis labios al escuchar el apodo tan peculiar que acaba de utilizar.
—Yo... Bueno, no me fue muy fácil adaptarme a Barcelona, fue demasiado cambio para mi. Pero ahora lo llevo mucho mejor.
—¿En Barcelona o ahora mismo? —cuestiona Gavi con una sonrisa divertida que ocupa su rostro.
—Las dos —respondo tras rodar un poco los ojos y aprovechando a terminar de acurrucarme más contra el pecho del chico. Escucho la risa de Pedri en mi oído, que es música para ellos, y vuelvo a cerrar los ojos.
Morfeo ya se encuentra dentro de mi cuerpo y unido a las caricias que el canario deja sobre mi pelo, no voy a tardar nada en quedarme dormida.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora