09: Egunsentian

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En el amanecer

La alarma resuena a mi lado y la apago rápidamente evitando despertar al resto de la casa

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La alarma resuena a mi lado y la apago rápidamente evitando despertar al resto de la casa. Mi lado más dormilón quiere volver a girarse y dar la vuelta, pero recuerdo la razón del despertador y no tardo en ponerme de pie.

Abro la puerta sin dar ningún toque porque estoy absolutamente seguro de que aún sigue dormida. Y efectivamente, sigue en el quinto sueño abrazada a uno de mis peluches de pequeño que mi madre aún conserva de adorno sobre la cama.

—Despierta, Lía —digo sentándome en el borde y zarandeando un poco su cuerpo. Me ignora completamente girándose hacia el otro lado y dándome la espalda. —Venga, vamos.
—Déjame.
—Venga, despierta —poso mi mano sobre su costado moviéndola de nuevo.
—Túmbate aquí conmigo y déjame dormir —responde estirando su brazo para agarrarme e intentar tirar de mi cuerpo hacia la cama.
Al conocer sus intenciones, aflojo mi fuerza dejando que mi cara quede encajada en el hueco de su cuello y mis manos se poseen, cada una, a un lado de su cuerpo.
—¿Entonces cancelo ir a ver el amanecer? —susurro en forma de pregunta sobre su oído y quito algunos de los mechones de pelo que cubren su perfil impidiéndome ver su cara en totalidad.
—No —dice rápidamente girándose y abriendo los ojos, y no sé si sigue medio dormida, o no se dio cuenta de la cercanía a la que me encontraba; pero sus ojos se abren sorprendidos al notar nuestros rostros a centímetros. —Eh...
—Venga, levántate —digo apartándome rápido evitando incomodarla y quitándole el peluche para molestar. Me quedo de pie a un lado de la cama, para volver a lanzárselo y escuchar una protesta de su parte. —Te espero abajo, no tardes mucho.

Tras diez minutos esperando, me tumbo en el sofá a mirar el teléfono. Unos pasos por las escaleras llaman mi atención y me levanto.
—Menos mal.
—Calla, no encontraba los zapatos.
—¿Estás segura de que tienes todo? —pregunto antes de abrir la puerta principal de la casa.
—Que sí, que es la octava vez que me lo preguntas.
—Vale, como luego se te olvide algo verás.

Subimos al coche y pongo rumbo hacia la montaña más famosa de las islas.
—¿Y a dónde vamos a ir? —pregunta ajustándose el cinturón de seguridad y dejando su mirada detenida sobre mi.
—Sorpresa —río al ver su cara de fastidio. —El trayecto dura una hora y algo. Puedes volver a dormirte si quieres.
—Ya no tengo sueño —se encoge de hombros y asiento arrancando el coche. —¿Qué tal? —pregunta tras un rato desconcertándome un poco. —Tú, no sé, desde que pasaron dos semanas desde que me fui de Barcelona no volví a saber de ti.
—Ya —digo sin saber muy bien cómo continuar. —Perdón por eso, fui un idiota. Y felicidades por la graduación, no te quise escribir porque sentía que quizá molestaba o que... no sé, que era remover cosas.
—Nunca me iba a molestar un mensaje tuyo, pero gracias —veo de reojo cómo asiente con su cabeza mientras juega con las manos que descansan en su regazo. —Enhorabuena a ti por el dorsal ocho.
—Gracias —sujeto con fuerza el volante por la tensión que siento del momento. —Ya te daré una camiseta mía si vienes a algún partido.
—Vas un poco tarde —una risa se escapa de su boca y mi cara hace una mueca confundida. ¿Alguien le regaló mi camiseta? Si es así, estoy bastante jodido.
—Gavi me dijo que tenía que llevar la suya.
—Joder con el enano —murmuro sintiendo un alivio recorrer todo mi cuerpo.
—Además, me gusta más, lleva el número seis —reconoce y muevo una de mis manos rápidamente hacia su costado intentando clavarla para hacerle cosquillas. —Ni se te ocurra, pon la mano en el volante —me da un manotazo, devolviendo mi mano a donde estaba. —No quiero morirme sin haber llevado el seis a la espalda y el nombre de Gavi —recalca con una sonrisa divertida.
—Los dos sabemos que prefieres llevar el ocho.
—Ya te gustaría —se ríe, contagiándome la risa. —Prefiero la otra camiseta por el número y el jugador.
—La preferirás por el número, pero por el jugador no creo —aprovecho la coincidencia del stop para guiñarle un ojo, de manera rápida; ya que lleva la mitad del trayecto sin apartar la mirada de mi perfil.
—Tienes razón —admite y mi sonrisa se ensancha. —Si fuera por el jugador elegiría..., ¿pero de qué estamos hablando?
—¿Cómo? —pregunto confundido sin entender su pregunta.
—Sí, por jugar bien, por ser un paquete, por guapo..., no entiendo a qué te refieres.
—Por buen jugador y guapo.
—Ah, entonces sigo eligiendo la de Gavi.
—Ya —intento mantenerme serio. —Sigo sin creerte. ¿Y cuál sería la segunda?
—Déjame que lo piense —se toma un par de segundos en volver a hablar. —La de Ansu probablemente.
—Aja —respondo asintiendo con la cabeza. —¿Y la tercera?
—No lo sé... Quizá la de un canario que le dieron un nuevo dorsal hace poquito, ¿a ti te suena? 
—¿Te suena a ti la frase de "Los primeros serán los últimos"?
—Eres bobo —responde riéndose y contagiándome su risa, sumiendo el coche en un ambiente de carcajadas.





Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora