36: Bilbao o Barcelona

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Martes 22 de febrero de 2022

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Martes 22 de febrero de 2022

Pedri se va de uno, despista al siguiente, vuelve a evitar a otro jugador hasta que, en un momento que nadie se espera un jugador del Athletic le empuja desde atrás ocasionando que, el canario se choque contra el jugador que viene de frente y se l...

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Pedri se va de uno, despista al siguiente, vuelve a evitar a otro jugador hasta que, en un momento que nadie se espera un jugador del Athletic le empuja desde atrás ocasionando que, el canario se choque contra el jugador que viene de frente y se lleve la mano a su zona baja.

—¿Le dio...? —pregunto sin terminar la frase tapándome la boca con las manos imaginándome el dolor.
—Sí.
—Quizá ya no podéis tener Pepis —susurra Sara en mi oído e intento no reírme. Me giro para darle un golpe amistoso en el brazo consiguiendo una sonrisa graciosa en su cara.

Tras permanecer un rato en el suelo con el brazo en la cara y recibiendo asistencia médica, se vuelve a levantar para seguir jugando. El árbitro reanuda el partido, y en el instante en que Pedri va a correr a por el balón, se deja caer al campo retorciéndose y volviendo a llevar la mano a sus partes bajas. Los médicos vuelven a entrar, permanecemos en stand by durante varios minutos, hasta que vemos como Xavi termina haciendo un cambio y Pedri abandona el campo marchándose a los vestuarios. Aunque me muero ahora mismo de ganas de salir corriendo para saber cómo está, es su familia la que se dirigen hacia la zona de vestuarios para poder saber algo.

—Voy a ir bajando a prepararme —aviso cuando veo en el marcador que vamos por el minuto 78. Sira asiente concentrada mirando cómo Ferran juega y los demás me dan su 'Ok' y suerte.

Cuando estoy pasando por delante de los vestuarios de los chicos para salir al campo, la puerta se abre dejando ver a la madre del canario.
—Lía —dice su madre sonriente y cerrando la puerta tras ella. —¿Venías a ver a Pedri?
—¿Qué tal está? —pregunto y hago una mueca. —Es que tengo que salir ya al campo para hacer las entrevistas, no me da tiempo a verle.
—Bien, bien. Ya se le bajo algo el dolor y tiene que estar con una compresa fría durante 20 minutos —explica y asiento. —Nos iremos ya para casa, ¿vendrás algún día de estos?
—Sí, cuando tú quieras. El vuelo de mis amigos sale hoy por la noche.
—Puedes venir a cenar si quieres —ofrece y en ese mismo instante la puerta de los vestuarios se abre dejando salir a Pedri y su padre, de Fer no hay rastro.
—¿Ya estás molestando a la chica? —bromea su padre con una sonrisa al verme. Me río junto a ellos y escucho como el árbitro marca el final del partido y yo sigo dentro.
—Dios, que ya se termino. Lo siento, creo que sí puedo ir, pero luego le hablo a Fer o a Pedri y les digo seguro —digo corriendo hacia las escaleras hacia la salida al campo.

Llego un poco sofocada y Adri me mira con una cara un poco extraña. Por suerte, tengo tiempo para controlar mi respiración hasta que Gavi aparece revolviéndome el pelo para que le haga la entrevista que le toca.



—Lía —escucho a mi madre decir mientras cierra la puerta

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—Lía —escucho a mi madre decir mientras cierra la puerta. Intuyo que en algún momento entrará por la puerta, pero no lo hace.
—¿Ya tienes todo? —pregunta mi padre mirándome y asiento.

Abre la puerta y nos encontramos a mi madre con la chica hablando.
—Puedes venir a cenar si quieres —ofrece mi madre y ella se queda pensativa hasta que mi padre bromea y se ríe. Escuchamos los pitidos del árbitro indicando la final y una mueca de asustada se refleja en su cara.
—Dios, que ya se terminó el partido. Lo siento, creo que sí puedo ir, pero luego le hablo a Fer o a Pedri y les digo seguro —dice corriendo hacia las escaleras del campo.
—La hiciste distraerse más de la cuenta —dice mi padre saliendo del vestuario y encaminándose hacia el aparcamiento donde nos espera mi hermano.

Ellos van hablando entre ellos mientras yo voy detrás centrado en mis pensamientos. Me dejan el asiento del copiloto y mi hermano me da una palmada en la espalda cuando me siento.
—¿Qué tal estás?
—Jodido —gruñó sintiendo dolor de nuevo. —Que rodillazo me pegó.
—¿No se te bajó nada el dolor? —pregunta arrancando el coche y saliendo del parking.
—Sí, sí, algo sí.

El camino a casa se me hace más largo de lo normal, y lo primero que hago es ir a mi habitación con la ayuda de mi padre. Me deja tirado sobre la cama y sigo con la compresa fría colocada. Escucho como suena el teléfono de mi hermano y como sale de su habitación bajando las escaleras antes de que me quede dormido.


Horas más tarde...

Unas risas en la zona de abajo me despiertan. Salgo de mi habitación, con mucho menos dolor, y bajo las escaleras dirección al salón, desde donde creo que vienen las risas. Y en efecto, me encuentro a mi familia junto a Lía jugando a la consola.

—¿Qué hacéis? —pregunto con voz ronca llamando la atención de todos. Mi hermano pausa el juego y mi madre no duda en levantarse para llegar a mi lado.
—¿Qué tal estás? —pregunta sujetándome del brazo y llevándome a sentarme entre la vasca y ella.
—Bien, me bajo mucho el dolor ya.
—¿Quieres cenar algo? —pregunta de nuevo mirándome fijamente. —Nosotros ya cenamos, pero te dejamos comida para ti.
—Pero, ¿qué hora es? —pregunto sorprendido.
—Las once y media —me responde la chica mirándome.
—Bueno tengo algo de hambre.

Mi madre no duda en levantarse hacia la cocina y me deja tomando su relevo jugando con Lía contra mi padre y mi hermano. Iban perdiendo de manera bastante considerable, un 1-6.
—El día que jugamos eras bastante buena.
No me responde, está concentrada en el partido. Y gracias a mi, remonta a un 3-6 aunque con tan poco tiempo, tampoco puedo hacer milagros.
—Estoy cansada de jugar a esto —protesta dejando el mando entre sus piernas.
—Lo que te pasa es que tienes mal perder —vacila mi hermano riéndose.
—Os estábamos dejando ganar porque nos dabais pena, ¿a qué si Rosi? —dice dirigiéndose a mi madre que acaba de entrar al salón.
—Sí, sí —afirma mi madre.

Me río negando con la cabeza y me levanto para ir a la cocina detrás de mi madre. Me deja un plato con comida enfrente y se sienta a mi lado mientras escuchamos las voces que dan desde el salón.
—Vamos a echar otra partida. Tú con mi padre y yo solo —escucho la voz de mi hermano. —A ver si así eres capaz a ganar.
—¿Estás mejor?
—Sí, mamá —digo mientras cojo un trozo de comida. —El frío me alivió bastante el dolor.
—Mejor —dice con una sonrisa. —Oye —llama mi atención y espero pacientemente para que me diga que quiere. —¿Crees que tu hermano y Lía se gustan? —pregunta causando que trague de golpe lo que estoy masticando, provocándome un ataque de tos y bebo agua antes de responder.
—No, solo son amigos. ¿Por qué?
—No, no, solo preguntaba. Me parecía que quizá tenían algo, pero será verdad que solo son amigos.
—Por algo lo dirás —insisto.
—Que no, cielo. Tú sigue comiendo —me dice pasándome una mano por la espalda y sale de la cocina.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora