21: Pétalos y velas

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Un manojo de nervios me recorre todo el cuerpo impidiéndome seguir durmiendo

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Un manojo de nervios me recorre todo el cuerpo impidiéndome seguir durmiendo. Toco la mesilla hasta dar con mi teléfono y miro la hora: las diez de la mañana. Suspiro volviendo a dejarlo donde estaba y observo a la muchacha que duerme contra mi pecho. Podría quedarme mirándola y jugando con su melena el resto del día sin cansarme, pero decido levantarme para preparar un desayuno para ambos. La separo de mi cuerpo, con cuidado de no despertarla, y me sustituyo por la almohada que había utilizado para dormir. No tarda en adaptarse a ella y aprovecho a salir de la habitación antes de que se de cuenta de mi ausencia.

Rebusco por la nevera todo lo que necesito para prepararlo y me dispongo a ello. Está basado en mi dieta, pero sé que es algo de lo que suele desayunar. Con la comida ya casi preparada y colocada en la mesa, le pido a Siri que llame a mi hermano y espero intranquilo su respuesta.

—¿Qué te pasa ahora? —es lo primero que escucho desde la otra línea al ser descolgada.
—No sé qué hacer.
—Me estás poniendo nervioso con tanta indecisión. Díselo y punto. ¿Qué quieres?
—No sé. ¿Tú piensas que se lo debo decir ya o espero más tiempo? Igual es muy pronto.
—Sí, ¿a qué quieres esperar? ¿A que se lo diga otro?
—Ayer de noche nos dijimos te quiero —ignoro sus comentarios anteriores.
—¿No os lo habíais dicho nunca? —su tono cambia de fastidio a sorpresa.
—No, por primera vez.
—¿Y se lo dijiste tú?
—No, que va, fue ella
—¿Y que más necesitas? A este paso te lo dirá ella antes que tú.
—No lo sé, estaba esperando al último día para decírselo porque no sé cómo se lo va a tomar.
—Espera —exclama desde la otra línea. —A ti lo que te pasa es que te da miedo que te rechace —guasea mi hermano mayor entre risas desde el otro lado de la línea. —Tranquilo, que seguramente te diga que sí —recalca el adverbio y ruedo los ojos.
—Joder, Fer, deja de vacilarme.
—Anda, cabezón, díselo cuando la veas y ya está. Que te va a decir que sí, enano, deja de darle tantas vueltas.
—Vale, se lo diré luego.
—Además, si te dice que no así tenemos algo con lo que entretenernos unos días, cabezón —vacila de nuevo entre risas.
—Vete a la mierda, Fer —finalizo la llamada rodando los ojos.

Guardo el teléfono en mi bolsillo delantero y termino de colocar los dos vasos de zumo que había exprimido minutos antes. Los dejo sobre la mesa y me dirijo a la habitación a ver si ya está despierta.

—¿Te desperté? —pregunto sacando el teléfono del bolsillo y dejándolo en la mesilla. Me siento en el borde de la cama y palmeo al lado para que se acerque hasta mi.
—No, me desperté yo sola —se sienta frente a mi sobre sus rodillas flexionadas.
—¿Tienes hambre? —pregunto de nuevo dejando un beso sobre su frente y asiente levemente. —Pues vámonos que preparé el desayuno.
—¿Qué hiciste para estar tan atento? —pregunta alzando una de sus cejas y acerco mi cara a la suya.
—Solo quiero demostrarte que me importas mucho y no te voy a dejar ir como la última vez —susurro siendo sincero antes de morder su moflete.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora