12: Verdad

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—¿Verdad o reto? —pregunta Sira a Djeny.
—Reto —contesta esta con una sonrisa divertida.
—Daros un beso Riqui y tú —contesta Sira con una cara de pilla.
Duda, pero el chico es el que termina acercándose a ella y cumpliendo el reto.
—Ya, ya, ya. ¡Que estoy delante! —bromea Ansu causando que se separen.
—Lía, te toca —dice Ferran con una sonrisa que no me gusta nada cuando la botella me señala.
—Verdad.
—Que cagada —intenta picarme pero no cambio la elección. —Vale, venga. ¿Quién es el que más te pone de aquí?
—Joder —refunfuño nerviosa solo para mi. La respuesta la tenía muy clara pero no quería decirla.
—¡Chicos! —interrumpe el dueño del bar. —Venid. Tenéis una zona de la pista reservada para vosotros.
—Te libraste por esta vez —advierte Ferran levantándose con el resto del grupo y yo expulso el aire aliviada. —Aunque me imagino quién es la respuesta —comenta en un tono bajo solo para mí y adelantándose para que no pudiera responderle.

Todo el grupo le sigue hasta la zona de al lado de la pista, una zona más elevada y cerca del DJ. Junto a las chicas seguimos bebiendo y bailando todos los temazos que ponían. Hasta que comienzo a sentirme bastante mareada y dejo la bebida. Les aviso de que voy a subir para sentarme en el reservado, y pese a que insistieron en venir conmigo, me niego. No quiero fastidiarles la fiesta, y probablemente, si dejaba de beber y empezaba a beber agua se me pasaría.

Estoy subiendo las escaleras cuando una mano en mi brazo me hizo detenerme y girarme.
—¿Lía? —pregunta el chico cuando me giro intentando confirmar si era yo.
—Hola, Jordi.
—¿Qué tal estás?
—Todo bien ¿y tú?
—Bien —asiente con una sonrisa. Era un chico muy guapo, pero la verdad es que me había olvidado de su existencia. Desde el día de la discoteca habíamos intercambiado alguna que otra palabra por Instagram, pero nada más allá. —¿Y a dónde ibas? —pregunta señalando el final de las escaleras con curiosidad. —¿Conoces a gente que esté ahí?
—Algo así.
—Ah bueno, ¿quieres ir a tomar algo?
—No, lo siento, estoy algo mareada e iba a sentarme un rato y probablemente me terminé marchando a casa.
—Si quieres puedo llevarte. De todas formas, me iba a ir ahora.
—No, no hace falta. No quiero molestarte.
—No es molestia, yo te llevo sin problema.
—No hace falta, muchacho —responde una voz masculina por mí. —Ya viene conmigo.
—Hostia —me giro a mirar como Jordi tiene una cara de sorpresa. —Tú eres el chaval este del Barcelona.
—El mismo —responde nuevamente Pedri con un tono bastante borde que jamás le había visto utilizar.
—Bueno, ya nos veremos, Jordi —intento terminar la conversación por si la cosa va en aumento.
—Sí, si sigues necesitando un chófer escríbeme —me guiña un ojo y desaparece entre la multitud.
—¿Quién es? —pregunta curioso el canario.
—Un chaval que conocí la última noche que salimos de fiesta.
—Ah.
—¿Te vas a ir de verdad? —pregunto girándome para ver al canario cara a cara.
—Sí, estoy cansado —comenta ayudándome a subir las escaleras. —Y tú vas un pelín perjudicada, ¿no?
—Estoy muuuy mareada —alargo la vocal de la palabra 'muy'. Pedri me deja sentada en un sofá y vuelve en un par de minutos con una botella de agua. Gustosamente la acepto y bebo un poco. —No me suelo pasar de tragos. Siempre sé parar, pero hoy no sé que me paso.
—Bueno por lo que vi no liaste ninguna —comenta mirándome con una sonrisa. —De momento.
—Gracias por la confianza. —respondo haciéndome la indignada. —¿Por qué no vas con los demás? —pregunto con curiosidad ya que todos estaban o en la pista o cerca y éramos los únicos que estábamos aquí.
—No me apetece, ya te lo dije. Es verdad que me iba a ir a casa.
Me quedo mirándolo fijamente sin decir nada.
—¿Qué? —pregunta él sin apartar la vista tampoco.
—Nada.
—¿Nos vamos?
—Sí, vale.

Bajo las escaleras agarrándome a la barandilla para evitar dar un espectáculo a toda la discoteca. Le sigo y llegamos a donde está la mayor parte del grupo. Algunos se nos quedan mirando con unas caras bastante extrañas. —¿Qué les pasa? —murmuro más para mí, pero inevitablemente el canario me escucha.
—Prepárate para que piensen mal y te molesten.

Paso de los hombres y me dirijo a las chicas. Aunque, escucho como le preguntan a Pedri si nos habíamos liado. —Oye chicas, me voy.
—¿Por qué? —hace pucheros Sira.
—Estoy muy mareada y me está entrando el sueño.
—Pero te acompañamos, no te vas a ir sola.
—No —niego mirando a Djeny. —Si me voy con Pedri a casa.
—¿Qué? —pregunta Sira abriendo mucho sus ojos.
—Me dijo que se iba a casa porque estaba cansado y yo algo también, entonces me ofreció ir con él. Además, os recuerdo que esta noche duermo allí.
—Usad protección —comenta Djeny y le pego un manotazo.
—Oye, ¿vamos? —pregunta Pedri sorprendiéndome y causando que me muera de vergüenza porque no sé si escuchó el último comentario.
—Eh, sí.

Le doy un beso a cada una y sigo al canario hacia fuera de la discoteca caminando lo más lento y recto que puedo. Aunque, con los tacones que llevo y el alcohol es complicado no parecer un pato mareado. Ninguno de los dos vuelve a pronunciar ninguna palabra hasta que llegamos al aparcamiento y entramos al coche.

—Si en algún momento tienes ganas de vomitar, avísame —dice arrancando.
—Bueno, no estoy tan borracha ya —respondo algo ofendida.

Pedri me mira levantando las cejas, no sé qué cara tendré ahora mismo, pero tampoco quiero descubrirlo. Seguro que estoy despeinada, con los ojos hinchados y medio cerrados. Sin embargo, él está incluso más guapo que cuando salimos de casa. Y no puedo evitar quedarme embobada viendo cómo conduce, agarra el volante con una sola mano mientras la otra la tiene apoyada en el cambio de marchas.

—¿Quieres que vaya más lento? —pregunta Pedri. Supongo que se habrá preocupado al verme apoyada en la ventana mirándole y con el ceño fruncido.
—Estoy bien —contesto enderezándome en el asiento.

Tras lo que parecen solo un par de minutos, aunque estoy segura de que ha sido mucho más tiempo. Pedri aparca el coche en el garaje. Nos bajamos y caminamos hacia la puerta para subir a casa.

—¿Te lo has pasado bien?
—Sí, fue una noche genial —respondo apoyando mi espalda sobre la puerta de la habitación donde voy a pasar la noche. Él no se mueve de delante mía, al principio no entiendo por qué, pero luego supongo que estará esperando a que entre a la habitación.
—¿Y tú?
—Fue divertido —contesta apoyando una mano en el marco de la puerta sobre la que estoy apoyada. —Aunque me quedé con la intriga de saber quién es el que más te pone del grupo.

Mi cuerpo se paraliza al escuchar esa última frase. Jamás hubiese imaginado que se atreviera a preguntarme sobre eso. Me quedó mirándole fijamente y encuentro en su rostro cierta picardía.
Muevo el picaporte de la puerta con la intención de entrar, pero hay una pequeña chispa dentro de mi que quiere confesarle la verdad.
Estoy segura de que mañana me arrepentiré de lo que estoy a punto de decir, pero necesito soltarlo, necesito saber su reacción. Así que, antes de colarme dentro, abro la boca y suelto la exclusiva:

—Tú.

Tras escuchar mi confesión, Pedri abre la boca y por un momento juraría que vi en su cuerpo la intención de acercarse a mí, pero cierro la puerta de la habitación y me apoyó contra ella.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora