35: Arratsean alargun

3.8K 132 2
                                    

Viuda al atardecer

La comida la llevan Pedri y mi hermano en su regazo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La comida la llevan Pedri y mi hermano en su regazo. Yo voy en el asiento del conductor siguiendo las direcciones que Fer va tomando en el coche de delante. En un momento dado, mi mente tiene un deja vu. La carretera no para de hacerse conocida para mi mente, y me giro a mirar hacia Pedri en un milisegundo para pronunciar las palabras que llevan rondando por mi cabeza un largo trayecto.

—¿Esto es? —pregunto volviendo la vista a la carretera. Escucho su risa, supongo que por la cara que habré puesto.
—Sí.
—¿Qué os pasa? —pregunta el cotilla de mi hermano desde detrás.
—Nada, que hace unos meses vinimos aquí a ver el atardecer —explico rápidamente y le doy al intermitente de mi coche para meterme al aparcamiento. Esta vez la suerte también parece sonreírnos porque no hay nadie a excepción de nosotros. Nos bajamos del coche y abro el maletero para sacar unas mantas para sentarnos.
—Oye, tío —escucho la llamada de Fer e intuyo que es hacia su hermano. —¿Aquí no vinisteis vosotros ya?
—Sí —responde Pedri ganándose las miradas confundidas de mis amigas que decidieron ir con Fer en el coche.
—Vinimos a ver el atardecer —vuelvo a explicar.

Caminamos hacia donde creemos que tenemos las mejores vistas de la ciudad y extiendo las mantas con la ayuda de Noa. Colocamos la comida en el medio, para que todo el mundo tenga acceso y siento mi culo entre Pedri y Fer.

—Bueno, pero Pedrito tenía más intenciones ese día —bromea Fer únicamente para mí. Y me giro a mirar al otro canario con una sonrisa.
—¿Si? —pregunto volviendo a mirar a Fer que asiente.
—Si te las revelo ahora tengo altas probabilidad de caerme por ahí —señala la ladera de una montaña. —Así que, en otro momento ya te las contaré.
—Bueno, supongo que sería mutuo, ¿no? —digo girándome a mirar a Pedri que permanece atento a la conversación que su hermano y yo mantenemos. —Porque casi nos besamos.
—Eh, que cabrón —dice el hermano mayor girándose hacia el pequeño. —Eso no me lo dijiste.
—Porque no estaba seguro —contesta él jugando con sus manos nervioso.
—Tampoco tienes porque saberlo todo —respondo intentando salvar un poco al hermano menor.

Me saca la lengua y se incluye en la conversación de mis amigos. Por suerte, Quique ya se hizo a la idea de que estos días va a compartir tiempo con sus jugadores favoritos y ya lo lleva mejor, más tranquilo.

—Lía era malísima en Educación Física —delata mis dotes deportivas Noa. —Lo que más odiaba era el fútbol.
—¿Cómo? —pregunta Pedri sorprendido mirándome.
—En mi defensa diré que los chicos de nuestra clase eran unos brutos. Siempre recibía algún balonazo, así que pasaba, yo prefería jugar al baloncesto o quedarme sentada observando como jugaban.
—Pues no es que se te dé muy bien tampoco —responde sin pensárselo el chico sentado a mi izquierda. Me giró a mirarle indignada y le doy un empujón en el pecho.
—Pero bueno —reclamo ofendida.
—A ver, la vez que jugamos solo metiste una canasta de... No sé, ¿Cuántas veces tirarías? Muchas.
—Menos mal que se decidió por observar y no por jugarlo —remata mi hermano con un par de carcajadas.

Cuando dejan de meterse con mis dotes deportivas, desconecto un rato de la conversación con mi vista detenida sobre la ciudad de Barcelona y teniendo sentimientos encontrados. Siento paz de poder estar disfrutando de este momento, pero a la vez, también escucho el runrún de mi cabeza, que no para de recordarme que me quedan cuatro meses para que esto termine. Y el único sentimiento que tengo claro es que no me quiero ir de aquí, no quiero volver a San Sebastián, no quiero dejar todo esto atrás, y no quiero separarme de él. Pero tampoco sé qué hacer para poder quedarme porque no depende de mi.
Siento como en cualquier momento puede que me largue a llorar por mis pensamientos, así que, siendo precavida me levanto de mi sitio.

—Voy a llevar esto al coche —digo cogiendo la comida sobrante y todos asienten conformes. Dejo la comida pero, en vez de volver, me apoyo contra el coche, cerrando los ojos y disfrutando del cantar de los pájaros, hasta que noto unos pasos acercarse a mi.
—¿Qué te pasa?
—No, nada —niego abriendo los ojos asustándome un poco al encontrarme a Pedri más cerca de lo que pensaba.
—Bueno, no te voy a obligar a contarme nada. Pero si en algún momento quieres hablar sabes que puedes contar conmigo.
—Lo sé, Pedri, gracias.

Tira de mi brazo para pegarme a su pecho y me rodea apretujándome en un abrazo. Permanecemos así por bastante tiempo hasta que se separa un poco de mi. Acuna mi cara entre sus manos y se queda mirándome fijamente, poniéndome nerviosa, para terminar acercándose despacio a besarme. 

—Fer y yo nos vamos a ir en un rato porque le prometí a mi madre que pasaríamos la tarde con ellos —dice manteniendo sus manos sobre mis mejillas.  —Aunque estoy seguro de que si le digo que estás mal no va a querer que me vaya —añade elevando sus cejas de una forma graciosa haciéndome reír. —Eso quería conseguir —dice mirándome con una sonrisa.
—Eres un poco payaso —murmuro y exagera una cara sorprendida.
—¿Payaso? —repite y asiento. No me lo espero cuando sus manos se clavan en mis costados haciendo que me retuerza en el sitio.
—Para, Pedri, por favor —digo entre risas e intentando escapar de entre sus brazos.
—Retíralo.
—Lo retiró, lo retiró —digo rápidamente y se queda quieto mirándome con una sonrisa. —La verdad es que no quiero que te vayas —confieso y siento como se vuelve a acercar a abrazarme más fuerte.
—No me digas eso que entonces si que me quedo.
—¿Volvemos con los demás? —pregunto después de otro largo rato de abrazos y besos.

Asiente y entrelaza nuestras manos para ir con el resto del grupo. Nos volvemos a sentar donde estábamos, pero esta vez no suelta mi mano y se centra en hacer diferentes caricias por ella. Es reconfortante el sentir que alguien se preocupa por ti, pero a la vez, solo me produce más tristeza el pensar que dentro de unos meses ya no estaré viviendo esto y que quizá las cosas ya no serán igual.

Sumándole que me da rabia estar pensando en esto cuando aún queda tiempo para que ocurra, pero mi mente siempre está más centrada en el futuro que en el presente. También la llegada de mis amigos de San Sebastián me hizo darme un golpe con la realidad y sacarme de la nube en la que me encontraba, recordándome que solo estoy en Barcelona por tiempo definido.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora