30: Frío y arañazos

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Obligo a Pedri a cambiarse de lugar e ir a la parte trasera del coche. Cuando llegamos a la ciudad deportiva, le mando que se agache y esconda detrás del asiento, ya que los cristales atrás son tintados. Los fans al no reconocer el coche como el de ningún jugador me dejan pasar sin ningún problema. Aparco en el lugar de siempre y me bajo a la misma vez que el canario. Caminamos juntos hasta recepción y allí nos toca despedirnos por algunas horas.

—Que te vaya bien —comento colgando mis brazos alrededor de su cuello.
—Y a ti también —responde posando sus manos sobre mi culo y acercándome a su cuerpo. —¿Luego me llevas a casa?
—Sí —dejo un beso sobre sus labios. —Y no te machaques en el repaso del partido.

Niega y me separo de él para irme a la oficina.
Reviso el correo, cumplimento algún informe para futuros proyectos del Club y entrevistas, y redacto el informe sobre el partido de ayer para publicarlo en la web. Con todo ello hecho, llamo a Joana a través de la centralita, y me da permiso para abandonar mi puesto por el día de hoy. Así que, recojo mis cosas y voy al campo a ver lo que queda de entrenamiento.

Al llegar me ubico en uno de los banquillos, hoy es un día bastante frío en Barcelona y soy la única persona viendo el entrenamiento. Estoy un rato observando cómo hacen los ejercicios, cómo juegan un partido... aunque, inevitablemente, mi mirada siempre busca a cierto moreno corriendo por el campo. Lo encuentro realizando un ejercicio de pases con un hombre del cuerpo técnico, falla, suelta un grito de frustración y se pone a hacer las flexiones de castigo. Suelto una risa al verle así y saco el iPad para mirar temario de la universidad mientras espero.


—Ya podéis ir al vestuario

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—Ya podéis ir al vestuario.

Al mirar hacia el banquillo la veo entretenida en su iPad y no se da ni cuenta de que el entrenamiento se termina. Iba a ir a saludarla, pero Gavi se cuelga a mis hombros y me lleva hasta el vestuario.

—Vamos, enamorado.

Suelto una carcajada y dejo que el sevillano me guíe. Cada uno se va a su taquilla, yo voy a la número 16, y soy el primero en ir a la ducha para intentar acabar lo antes posible y no hacer que Lía espere fuera durante mucho tiempo.

—Oye, Pedri —escucho la voz de Gavi y la ducha de al lado abriéndose. —¿Con quién te vas?
—Me lleva Lía a casa.
—¿Puedo ir con vosotros?
—Sí, tío, claro.
—Genial.

Me termino de duchar y pongo la toalla alrededor de mi cintura para volver al vestuario. Estoy sacando la ropa de la mochila cuando la voz de Ferran llama mi atención.

—Alguien ayer se lo paso bien —dice y me giro confundido a mirar de quién está hablando. Mi sorpresa es que, al girarme, veo que lo dice por mi. Y en ese mismo instante, me doy cuenta de por qué lo está diciendo. Mis mejillas cogen algo de color y espero atentamente la reacción del resto del vestuario. —Eh, Pedri —vuelve a recalcar, pero esta vez acercándose a darme un golpe amistoso en la espalda.
—¿Qué pasa? —pregunta el sevillano llamando la atención y dirigiéndose a su lugar en la otra punta del vestuario.
—Pedri, —repite Ferran agarrándome por los hombros y sin dejarme ponerme la camiseta. —Que hizo buen partido por la noche —bromea y se gana las risas del vestuario.
—Lo suponía —responde Gavi lejos de caldear el ambiente. —Hoy me dejo tirado y no me trajo en coche.
—Tranquilo —añado intentando cambiar de tema. —El lunes vuelvo a ser tu chofer personal.
—¿Con quién estás quedando, pillín? —pregunta Geri acercándose a mi y pellizcándome las mejillas.
—Con Lía —responde Ferran por mí.
—¿Con la chica que nos entrevista después de los partidos? —pregunta Ter Stegen un poco confuso.
—Esa —confirma Ferran nuevamente.
—Es muy guapa —asiente de nuevo con una sonrisa.
—El pequeñín se nos hace mayor —comenta esta vez Jordi entre risas. —Pero bueno, siempre nos quedará Gavi.
—Eh, a mi dejadme en paz —advierte girándose a mirarlos.
—¿Y qué sois? —pregunta Busi sentándose en la taquilla de al lado.
—Nada —respondo haciendo que me dediquen miradas raras. —Quiero decir, aún nos estamos conociendo.
—Y demasiado bien —añade Ansu y se escuchan, de nuevo, las risas de todo el vestuario. Mi cara vuelve a recuperar color rojizo y me remuevo incómodo esperando a que Gavi termine.
—¿Pero te gusta? —pregunta Geri.
—Sí, claro.
—Dejad al chaval en paz —entra Xavi al vestuario siendo mi salvación. —Sois unos cotillas de primera.
Por cierto, Lía te está esperando, sal ya que la chica se va a quedar congelada ahí fuera —dice haciendo que el vestuario vuelva a estallar en golpes y vítores de celebración. Me río y le digo a Gavi que lo espero fuera.


 —¿Qué haces aquí aún? —escucho una voz que hace que me sobresalte

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—¿Qué haces aquí aún? —escucho una voz que hace que me sobresalte.
—Dios, Xavi, que susto —bloqueo el iPad para dirigir toda mi atención al entrenador. —Estoy esperando a Pedri que me pidió que lo lleve a casa.
—Acércate a la puerta del vestuario que le voy a decir que acabe. Te vas a quedar congelada aquí, chavalina.

Le hago caso, guardo el iPad en el bolso y me acerco hasta la puerta de los vestuarios. Al levantarme noto venir el frío de golpe y como mi cuerpo se encuentra congelado, sobretodo mi culo de estar sentada sobre el asiento y mis manos de estar expuestas al aire frío. Menos mal que me había puesto un gorro y me ayudaba a retener algo el calor.

—Xavi me acaba de salvar —escucho la voz del canario saliendo por las puertas del vestuario.
—¿Por? —pregunto riéndome y se acerca hasta mí.
—Estaban haciéndome un interrogatorio sobre ti.
—¿Vieron... —intento preguntar pero me corta antes de terminar.
—Sí, no me acordaba y al salir en toalla fue Ferran quien me vio e inicio todo —explica mientras caminamos hacia mi coche. —Ah, es verdad, ¿podemos dejar a Gavi en casa? Le dije que sí, espero que no te moleste.
—Yo lo llevo encantada a donde quiera.

Llegamos a mi coche, utilizo el mando y abro la puerta trasera para dejar allí el bolso. Intuyo que Pedri irá por el otro lado, a la puerta del copiloto, pero me equivoco, ya que al cerrar la puerta me arrincona entre el coche y su cuerpo.
—Estás monísima con la nariz roja por el frío —dice tocando mi nariz con una sonrisa.
—Sí, monísima —reclamo en un tono irónico. —Estás muy mal, ¿No te darías con el balón en la cabeza?
—Dios, estás congelada —ignora mis palabras cogiéndome de las manos para ponerlas entre las dos suyas. A continuación, posa sus manos sobre mis mejillas tratando de calentarme la cara y su dedo pulgar derecho roza mis labios. —Pero aquí mucho más. A ver si te puedo ayudar a entrar en calor —dice con una sonrisa y se acerca para juntar nuestros labios.

Empieza dejando suaves caricias sobre mis labios para separarse mordiéndome levemente el labio inferior. Pero, no contento con ello, vuelve a acercarse a besar mis labios pero esta vez pidiéndome paso para introducir su lengua, consiguiendo una guerra, hasta que las voces de sus compañeros nos hacen separarnos.

—Joder, no pierdes el tiempo, eh, chavalin —escucho el grito de Geri.
—¿Qué la estás ayudando a entrar en calor? —pregunta Jordi entre risas.

Niego con la cabeza riéndome y les hago el corte de manga a ambos.

—Oye —reclama Geri. —Respeta a tus mayores.

Le hago un poco la burla y entro al coche. Pedri repite mi acción, entrando al asiento de copiloto, y arranco para que el coche entre en calor.

—Ahora van a tener comedia para rato —dice el canario subiendo la temperatura de la calefacción.
—Seguramente —apoyo mi cabeza sobre el volante en dirección hacia él.
—Que frío hace —murmura sin haberse quitado el chaquetón del Club que lleva.
—Dale más temperatura si quieres. De todos modos, este coche no tarda mucho en calentar.
—O puedes darme tu calor —dice con una sonrisa pícara.
—Pedri —regaño mirándome mal. —Aquí y ahora no.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora