41: Nueva conductora

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—No soy tan mal profesor, ¿no? —dice el canario sentándose a mi lado

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—No soy tan mal profesor, ¿no? —dice el canario sentándose a mi lado. —Dos plenos en las dos partidas que jugaste conmigo, nada mal.

Sonrío mirando su cara con admiración y niego con la cabeza dándole la razón.

—Después de dejar a Gavi, ¿vienes a casa?
—Si quieres —me encojo de hombros.
—¿Cuándo no quise que vinieras? —pregunta pasando su brazo por encima del respaldo del sofá donde estoy apoyada. Riqui interrumpe sacando unas bolsas de chuches y me es inevitable soltar una carcajada. —Los ganadores son Pedri y Jimena —dice felicitando a la pareja y extendiendo las bolsas hacia ambos que van a recogerlas.
—¿Sabes que le gusta Pedri, no? —susurra Djeny en mi oído.
—Sí —respondo sin dirigir mi vista a ella y observando como el canario coge la bolsa. —¿A quién no le va a gustar? ¿Tú lo has visto? —pregunto girándome a mirarla en el mismo instante en el que Pedri camina hacia nosotras. —Es que es guapísimo, que a ti te guste más su amigo es otra cosa —susurro para nosotras dos, ganándome un golpe de mi amiga y al girarme veo la mirada curiosa del canario. —Cosas de chicas —digo restándole importancia acompañado de un gesto de mano y volviendo a apoyar mi espalda contra el sofá. No muy confiado vuelve a retomar también su posición y seguimos escuchando el ranking final. Yo ocupo la última posición, algo esperado, pero recibo el premio de primer puesto porque Pedri comparte su bolsa conmigo, ya que él no puede comer demasiadas chuches.

Nuestro tiempo en la bolera se termina, volvemos a cambiarnos los zapatos y salimos del local. Nos despedimos y Pedri, Gavi y yo vamos a hacia mi coche.

—A su casa, señorito —pronuncio mirando a Gavi por el retrovisor y colocando mi teléfono móvil en el soporte.
—Gracias, chofer —responde elevando la vista por un momento del teléfono móvil y volviendo a bajarla.
Le pido a Pedri que me ponga la dirección de casa de Gavi porque no sé ir desde esta nueva localización. El copiloto lo hace sin rechistar y un golpecito en el cristal me asusta. Al girarme, veo la cara de Jimena en el cristal del asiento del copiloto.
—Hola —saluda Pedri tras bajar la ventanilla.
—Hola, chicos. ¿Me podríais hacer un favor? —pregunta mirando hacia el canario.
—Depende —participo en la conversación haciendo que pose durante un segundo su mirada en mí para volver a cambiarla hacia el chico.
—¿Me podríais dejar en casa? —vuelve a preguntar de nuevo. —Es que mi primo no va hacia allí.
—Eh, no sé —responde incómodo rascando su nuca. —Es Lía la que conduce, no yo —se gira ambos a mirarme.
—Si vives cerca de Gavi o Pedri no hay problema —digo con una sonrisa. —Pero más lejos no, que no me encuentro muy bien.
—Vivo cerca de Pedri —responde y asiento.
—Pues súbete.

Abre la puerta trasera justo detrás de Pedri, pero Gavi ya está allí sentado y no hace ningún esfuerzo en cambiarse de lugar causando que la chica tenga que rodear el coche para subirse. Pedri termina de poner la dirección y salgo del aparcamiento.

—¿Puedo poner mi playlist? —pide el canario haciendo un puchero aún con mi teléfono en la mano. —O el remix que salió hace poco de Cayo la Noche.
—Yo no puedo parar de escucharla —dice Gavi desde la zona de atrás.
—Me pasa igual, la mitad de las reproducciones son mías —me río mirándole fugazmente a través del retrovisor. —Pon lo que quieras.

Finalmente termina poniendo la canción de Cayo la Noche en repeat hasta que, cuando llegamos a la séptima vez decido pasarla para ahora escuchar otra canción que tiene en su playlist: Nota de amor.

—Dios, Pedri, parece que estás enamorado —dice Gavi riéndose cuando la primera estrofa de la canción resuena por el coche y el canario pasa la canción cambiando a Bad Bunny.
—Yonaguni —digo visiblemente emocionada y cantando cuando la letra comienza.
—¿Otra canción de amor tío? —rechista de nuevo Gavi.
Pensar en ti bebé, pero cuando bebo, me viene tu nombre, tu cara, tu risa y tu pelo —canto mirando a Gavi por el retrovisor entre risas.
—A mi no me cantes eso —niega el chico riéndose. —Eso díselo a Pedri.
Me río y aprovechando, como es costumbre en los semáforos, me giro a mirar al canario que tiene la vista perdida en la carretera sin hacernos caso.
Dime donde tú estás que yo por ti cojo un vuelo —sigo la parte de la canción que suena ahora pinchando con mi dedo índice la mejilla de Pedri para que se giré a mirarme, —y a Canarias le llego —bromeo cambiando la letra de la canción y escuchando unos vítores y risas de Gavi en la parte trasera.

Pedri me sonríe y un pitido del coche de detrás me hace darme cuenta de que el semáforo ya está en verde. —Ui —digo arrancando rápidamente.
—Tío, no la entretengas que quiero llegar vivo a mi casa.
Y empezar el 2023 bien cabrón, contigo y un blunt —canto en bajito, disfrutando y siguiendo la canción únicamente para mi. —Llegamos a tu casa, Gavira —me detengo delante de su casa, bajando el volumen y poniendo el freno de estacionamiento.
—Gracias por traerme, chofer —dice metiendo su cabeza entre los dos asientos y dejando un beso en mi mejilla. —Creo que prefiero tus paseos en coche a los de Pedri, así que serás mi nueva conductora a partir de ahora.
—Ya vendrás en el próximo día de entrenamiento —se queja el canario mirando mal a su amigo.
—¿Conduzco yo mejor?
—Desde luego —responde Gavi antes de cerrar la puerta evitando escuchar a su amigo.

Me río mientras veo los gestos que se hacen y me giro para mirar a Jimena. —¿Cómo es tu dirección?
—No hace falta que me dejes justo en mi casa. Cuando dejes a Pedri, me quedo en la suya y ya luego voy caminando a la mía —responde y asiento volviéndome a poner en marcha y subiendo el volumen. Dudo que hablen en el trayecto, y aunque lo quieran hacer, me da igual.

Tras escasos quince minutos, llegamos a la urbanización de Pedri. Doy varias vueltas buscando un sitio para aparcar, ya que no lo puedo dejar dentro de su casa y no tengo nada de suerte encontrando sitio.

—Dios mío —doy un suave golpe al volante. —¿La gente no mueve los coches en este sitio?
—Pero nos puedes dejar en casa de Pedri y ya está —escucho la voz de Jimena desde la parte trasera colocándose más entre medias de ambos asientos delanteros. —Quiero decir, no hace falta que te bajes ni aparques para dejarnos en casa, de momento sabemos llegar nosotros solos.
—Anda, no me jodas. Quizá quiero aparcar porque me voy a bajar del coche, suponía que te daría la cabeza para llegar hasta allí la verdad —respondo sin pararme a pensar lo que estoy diciendo y apretando con más fuerza de lo normal el volante. Siento que Pedri me observa a mi lado, posa su mano en mi pierna y se gira.
—Bájate si tienes prisa, Jime. Que nosotros vamos a ver si encontramos un sitio para aparcar.
—Bueno, vale —responde y veo cómo rueda los ojos a través del retrovisor y se baja del coche despidiéndose.

No le respondo, es Pedri el único que se despide. Veo como una señora avanza hasta su coche y no me lo pienso mucho en acercarme a preguntarle si va a salir, la respuesta es afirmativa e indico automáticamente con el intermitente para que nadie me quite el sitio. Se toma su tiempo en sacar el coche, pero no me importa, porque por fin puedo aparcar en un lugar. Al salir, se despide con un movimiento de manos que imito.

—Por fin —digo tras estacionar el coche y girarme para intentar coger mi bolso.
—¿Estás enfadada? —pregunta el canario posando su mano sobre mi pierna.
—No, solo estoy molesta porque parecía que me estaba vacilando —suspiro volviendo a colocarme recta en el asiento. —No sé, a veces siento que me trata como si fuera estúpida.
—¿Entramos a casa y lo seguimos hablando más cómodos? —pregunta acariciando mi mejilla y asiento.

Ambos salimos del coche y entramos a su casa.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora