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Habían pasado algunos años y había comprendido que era extraño tener que crecer y conocer nuevas cosas, entender que la vida no era tan simple como jugar, comer y dormir. Se ponía algo triste cuando su madre le decía que tenía que hacer su cama y que tenía que cambiarse solo. Era extraño tener que crecer.

Suspiró una vez más.

Ese último tiempo, su mente se pasaba en las nubes y realmente le confundía tener que hacer ciertas cosas que antes no hacía. Su mente divagaba por partes que jamás había explorado antes, e incluso, su cuerpo se sentía diferente.

Comenzó a sentir nuevas cosas...

con Jeon Jungkook, el chico lindo de la sonrisa de conejito.

Sí, le gustaba mucho. Claro que sí. Pero claro estaba que jamás se fijaría en él y tampoco le dedicaría lindas sonrisitas de conejito. Era un hecho. Era algo triste porque quería tomarle de la manito y pedirle que le llevase a jugar al patio. Quería darle muchos, muchos abracitos.

Apoyó su mejilla en la mesa y cerró sus ojos, esperando a que terminara luego la clase. No prestaba mucha atención, sin embargo, siempre le iba bien en los exámenes. A veces se aburría en clases y simplemente se perdía en su imaginación y pensaba que Jungkook era un lindo príncipe que le salvaría de todo mal y le rescataría de las personas que le quisieran quitar sus peluches. Le dolería mucho perder sus peluches pero sabía que Jungkook estaría ahí para cuidarlo y defenderlo como buen chico conejito soldado que es.

Una sonrisita traviesa escapó de sus labios y se sobresaltó al sentir que tocaban su hombro. Dio la vuelta y vio al tierno chico parado a su lado.

Era usual que compartieran clases para llevar una mejor relación con los cursos mayores. Jungkookie era muy tierno.

—¿S-Sí?— le sonrió.

—¿Me prestarías tus colores?— hizo un pucherito y frunció ligeramente su ceño.

¡Un conejito enojado! ¡Qué ternura!

—¡Claro que sí!— le tendió su estuche de peluches con una sonrisa y él lo recibió, feliz también.

Le agradeció con una reverencia y con un besito en su linda y preciosa mejillita rellena. Taehyung le correspondió con una sonrisa, y el lindo chico se fue saltando como conejito hasta su puesto.

—Niños, niños, presten atención— hizo un pucherito, se negaba a prestarle atención a su profesora.

No le importaba en lo absoluto, sólo quería estar con Jungkookie y hacer castillos y vivir con muchos peluches de juguete y adoptar perritos. ¡Sí! Perritos.

¡Y gatitos!

Aplaudió y su humor mejoró rápidamente, tanto, como para querer prestar atención a su maestra y su clase no muy llamativa de matemáticas.

—Por eso es que da cien y como veo que ya está bien repasada la materia, iré preguntando niño por niño.

Taehyung se relajó y no entró en pánico. Jungkookie siempre le decía que estuviese tranquilo y que pensara en sus peluches y abrazos de osito. Miró la pizarra e intentó comprender algunas divisiones que se mostraban.

—Taehyung, pequeño— la profesora le llamó, estaba enfrente de su pupitre— ¿Cien dividido en dos?

Le tomó algunos segundos pensar, cuidó sus palabras, con miedo a fallar y quedar en como tonto frente a Jungkook. Si fallaba, Jungkookie no le daría más abrazos, nunca, nunca.

—Cincuenta.

—Excelente— le mencionó—. Bien hecho... ahora vamos con... Jungkook. ¿Diez mil divididos en dos?

—Cinco mil, maestra.

—¡Muy, muy bien!

Dio algunas vueltas más preguntando y cuando finalizó Taehyung pudo respirar en paz. Volvió a mirar al chico tierno de sonrisita de conejito lindo y tierno, para descubrir que también le estaba mirando.

¡Con esa hermosa sonrisa!

Menstruation [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora