Ofrenda de Paz.

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Aunque Lucrecia se negó a ir hasta la oficina de Marcia y tantear el terreno por su estúpido hermano, no le quedó de otra más que aceptar ayudarlo ¿La razón? Pues porque él no dejaría de molestarla hasta que accediera y de todos modos iría a verla...

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Aunque Lucrecia se negó a ir hasta la oficina de Marcia y tantear el terreno por su estúpido hermano, no le quedó de otra más que aceptar ayudarlo ¿La razón? Pues porque él no dejaría de molestarla hasta que accediera y de todos modos iría a verla en un rato. Sin más le ordenó a su secretaria que le avisara cuando Marcia estuviera desocupada, cualquier persona que la conociera sabía que lo peor que puedes hacer es molestarla cuando está trabajando y como Lucrecia no era estúpida, se esperaría hasta que el café hiciera efecto, tal vez incluso a que Marcia se comiera un par de galletas a escondidas.

Mientras todo esto esperaba por suceder, se encargo de todos sus pendientes durante la mañana, claro que antes mando a su hermano a volar ya que le estaba estorbando; continuó tranquila con sus reuniones pactadas, hizo un par de llamadas para asesorar a sus nuevos clientes y otro par de cosas bien aburridas, afuera la secretaria vigilaba de manera "casual" la oficina de Marcia, no era una tarea difícil ya que ella siempre dejaba la puerta abierta cuando no tenía clientes. Lo único inusual de esa mañana fue que el mismísimo Javier Lombardo se presentó a la oficina de Marcia, nadie supo de que trató la charla ya que el señor cerró la puerta luego de entrar.






– ¿Marcia ya está desocupada? — deja sus gafas de lectura sobre el escritorio

– Ya... Pero hay algo que debe saber

– No me digas que Esteban la hizo enojar más, por favor — toma aire poniéndose de pie

– No, el señor Esteban se mantuvo alejado tal y como se lo ordenó

– Perfecto, al menos no va arruinar más las cosas... ¿Entonces que paso?

– Su padre entró a la oficina de Marcia

– ¿Y sigue ahí?

– Si...

– ¿Pues que hacemos aquí? ¡Muévete! Hay que ver si podemos averiguar algo





Las dos salieron con un par de carpetas y se acomodaron estrategicamente junto a la muchacha que atendía el teléfono, fingieron que necesitaban algo de ella para leer las expresiones faciales del padre de Lucrecia ni bien saliera de la oficina de Marcia; ha decir verdad el señor no tardó mucho ahí y cuando salió se veía neutral, osea no parecía enojado así que podían descartar la hipótesis de que la fue a regañar, rápidamente Lucrecia aprovecho la oportunidad y se coló en la oficina de Marcia.





– ¿Qué te dijo? — cierra la puerta

– Me preguntaba cuanto tardarías en aparecer — sonríe sacando unos expedientes

– Anda dime, soy tu mejor amiga del trabajo ¿Qué te dijo mi padre?

– Vino a ver si me estaba yendo bien con los clientes de Ricardo, preguntó un par de cosas y luego me invitó a una cena en su casa

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