Laboratorio.

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– ¿Y por qué no esperas a que te llegue al correo? — gira en su silla

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– ¿Y por qué no esperas a que te llegue al correo? — gira en su silla

– Porque quiero el papel, ya avise que iría pero sigo fuera con los niños y Esteban ¿Puedes hacerme el favor?

– ¿Puedo abrir el sobre al estar ahí? — sonríe cambiando de lado el teléfono — Quiero saber si tendré una sobrina

– Puedes pero no lo rompas, que parezca que no lo abriste

– ¿Le vas hacer una sorpresa a Esteban?

– Es la idea

– Pero si estas con él ahora ¿En que momento vas a comprar lo que sea que uses para decirle si es niña o niño?

– Por teléfono y me lo mandan a la casa

– Santa tecnología ¿Tengo que salir ya no? Para llegar a tiempo

– Si estás libre si, sino no pasa nada

– Ahora mismo salgo... ¿Tú no tenías una reunión con el señor amigo de mi papá?

– Todavía tengo tiempo, además es sólo para darle opciones y ya

– Por favor no me digas que te darás de baja

– No me siento lista para volver aún

– Marcia te extraño en la oficina, me estás abandonando mujer

– Exagerada, voy a esperarme otro poco

– Podrías regresar con el caso de este señor, piénsalo porfis

– Avisame cuando tengas el sobre — sonríe — Tengo que colgar que Esteban viene para acá

– ¿Con quién hablabas? — se sienta a su lado

– Lucrecia ¿Qué tal los juegos?

– Venir al parque y estar en la zona de niños debería de contar como ejercicio — suspira cansado

– Ay pobre papá, la edad le está pegando fuerte

– Ay tampoco, tengo treinta y cinco, no estoy viejo

– No lo estas pero te comportas como uno a veces

– ¡Oye!






Estuvieron otro rato en el parque haciendo tiempo mientras que Lucrecia ya estaba en el hospital, la ansiedad que sentía por descubrir el sexo del bebé era cada vez mayor, tuvo que esperar un poco frente al laboratorio mientras que la encargada revisaba los sobres hasta dar con el de Marcia, una vez lo tuvo en su poder se dio dos segundos para respirar y abrir con cuidado el papel. Luego de unos minutos estaba de camino a la casa de su hermano para entregarle a Marcia el sobre.






– ¿Lo abriste? — indaga

– Si — sonríe — ¿Te lo digo?

– Dime porque no creo ser capaz de abrirlo

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