4 (editado)

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  Lo contemplé, perplejo y sin saber cómo reaccionar. Otra vez me encontraba en la misma situación y otra vez intentaba resistirme a las ganas de inclinarme para besar sus labios. Estaba borracho, al igual que él, y podría haberlo besado sin importarme nada en absoluto porque al día siguiente, pasara lo que pasara, existiría la excusa de que el alcohol nos hizo hacer cosas que tal vez no queríamos. Sin embargo, su aliento tibio y el fuerte aroma del licor alcanzando mis fosas nasales me hizo recobrar un poco de sentido común. Thomas no estaba siendo racional; no podía serlo debido al alcohol. No era capaz de darse cuenta de que solo decía y hacía cosas que, probablemente, él jamás habría dicho o hecho, y ahora que yo sabía acerca de su novia, simplemente opté por hacer lo correcto y no lo que mi subconsciente deseaba con ansias.

—No, no se puede —hablé y me alejé de él. Me miró anonadado.

—¿Qué? Pero creí que...

—Thomas —lo interrumpí, esforzándome por hablar tan claro como pudiese—, estamos borrachos y... estoy seguro de que mañana ni siquiera recordarás lo que te estoy diciendo ahora. Tienes novia... No hagas algo de lo que después te podrías arrepentir.

  No dijo nada. Lo observé mientras se reacomodaba en su lugar de manera que ya no estuviéramos frente a frente, aunque la distancia entre ambos todavía era reducida y nuestros brazos rozaban. Luego suspiró y se pasó una mano por el cabello.

—Mira, Thomas —comencé. Esta vez parecía que había recuperado mi habilidad para pensar y hablar con sensatez—, tú...

—Dyl, está bien —me aseguró con una pequeña sonrisa en sus labios—. Entiendo. Tienes razón, sería un error.

  Asentí y me lamí los labios, cabizbajo. Era un posible gran error para él, pero ¿y para mí? ¿Qué era lo que realmente quería? Lo habría besado. No me habría importado pasar meses trabajando a su lado con el secreto de que tuve la oportunidad de saborear sus labios a pesar de que tenía novia. Era un simple beso, pero era lo que deseaba tanto sobrio como ebrio, y ahora me percataba de ello. Lo único que hice fue evitar meterlo en problemas, mas bien, meternos en problemas, porque la chica que tal vez él amaba no esperaba recibir una traición de tal calibre.

  Solo es algo del momento, me dije a mí mismo, ya pasará. No te gusta, ni atrae. Nada. No lo conoces. Repetí incontables veces estas palabras en mi cabeza. Solo quería convencerme de ello.

—¿Me pasas la botella? —Asentí y le tendí la botella de vidrio casi vacía. Nuestros dedos rozaron por accidente y un cosquilleo me recorrió el cuerpo, una sensación a la que no le quise dar importancia—. ¿Y bien? Sigamos conversando.

  Solo dos tragos le bastaron para que el vodka que quedaba en la botella se terminara. Saboreó la bebida con la frente arrugada y los ojos cerrados por un momento. Después dirigió la mirada hacia mí. Tenía los párpados caídos y una sonrisa que me recordaba cuánto deseaba haberlo besado.

—Iré a buscar la otra botella que trajiste. Quiero un poco más —anuncié antes de ponerme de pie.

  Procuré que mis extremidades inferiores no me fallarían, pero de todos modos me tambaleaba al caminar (a veces dudaba de si el problema era yo o el piso se había vuelto repentinamente inestable). La música retumbaba en mis oídos y las risas y voces de los demás iban y venían.  Y cuando estuve cerca de la carpa, escuché a Thomas gritando, lo que me hizo detenerme y dar media vuelta.

—¡Eres un maldito alcohólico! —moví mi cabeza como signo de negación mientras reía y continué mi camino.

Thomas

  Entretanto esperaba a Dylan, seguí pensando en lo sucedido. ¿Qué mierda había pasado por mi cabeza al querer hacer eso? Lo habría besado, pero tenía novia y... No sabía nada. No me entendía. ¿Qué quería o esperaba conseguir con todo esto? Le dije que el besarnos habría sido un error, pero quizás... Quizás hubiera sido un error que no habría tenido tanto peso para mí, al menos no en ese instante. Mi mente era como una imagen borrosa, incapaz de retener mucha información, pero creía que podría haber recordado ese momento y habría sido un secreto bien guardado hasta el día de mi muerte. Porque amaba a Isabella, mientras que solo quería a Dylan por su físico... Era su gran atractivo (que él probablemente no sabía que poseía) lo que despertaba algo en mí y me llamaba para obtenerlo, y tenía la certeza de que después de tenerlo entre mis manos ya habría perdido el sentido; así es como funcionan los caprichos, después de todo.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora