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Dylan P.D.V.

—Y qué se siente volver a ser el protagonista, ¿mmh? Olvidé preguntarte eso el otro día —dijo Britt con una sonrisa en sus labios, luego se echó una cucharada de helado a la boca.
—Ehm, bien. Sí.
—¿Mucha presión?
—No mucha, a decir verdad, pero es bastante agotador —contesté y tomé un poco de mi helado—. Debo correr mucho más de lo habitual, creo que esa es mi mayor presión.

Reímos al unísono y así pasamos la tarde conversando sobre una cantidad inmensa de temas aleatorios. Nuestra primera salida fue diferente y resultó un poco difícil sacarnos las palabras el uno al otro —aunque creo que era de esperarse— pero hoy la incomodidad fue reemplazada por una sensación grata. Carcajadas infinitas, tarde soleada y una conversación variada, y llena de incoherencia era todo lo que necesitaba para aliviar mi mente.

Se siente bien, es un relajo de todo lo que me causa dolores de cabeza y diminutas heridas emocionales. Creo que la decisión de haber cortado con Thomas todo tipo de contacto que iba más allá de la amistad fue correcta si ignoro el hecho de que todavía es una pequeña molestia en el fondo de mi cabeza, pero necesitaba ser racional y detener sus manipulaciones. Debía dejar de actuar de forma estúpida, siempre corriendo para regresar a sus brazos o flaqueando ante esos grandes ojos marrones; la opción de aclararlo todo entre ambos y no continuar alimentando lo que crecía en mi corazón fue preferible al momento de tenerlo de pie frente a mí. Sin embargo, puedo decir con franqueza que jamás había sentido tantas ganas de expresar en voz alta pensamientos totalmente contrarios a las palabras que solté con esa falsa indiferencia. Deseaba oírlo y confiar una vez más, incluso si mi sensatez me ordenaba contener todo tipo de actitud débil, mas se sentía como una guerra, en la cual dejé a la racionalidad vencer. Apenas comenzó a hablar, me convencí a mí mismo de que se trataba de otro de sus trucos para manejarme como a un títere —y tal vez estaba en lo correcto— olvidando casi por completo que solo quería creer que sí se trataba de un acto de perdón sincero. Fue algo similar a un mecanismo de defensa, de esos que se crean gracias al mismo daño que ha sido hecho una y otra vez, y escuché atentamente a lo que mi sentido común me advertía: mi mayor prioridad era alejarlo y quitarlo de mi camino, porque sino lo hacía yo, él acabaría siendo quien me tire lejos de su vida tal como a un objeto inservible. Además, el distanciamiento no ha de haberle afectado demasiado, de seguro solo herí su orgullo y le hice sentir frustración al ver que sus objetivos sufrieron un cambio brusco. Es lo mejor para los dos: su novia lo necesita y yo necesito de vuelta mi vida de hace un mes atrás.

Atardeció y, sin darnos cuenta, habíamos recorrido todo el centro de la ciudad a pie; al parecer, cuando se tiene un momento agradable con alguien, el tiempo es nulo.

—¿Y ahora? —pregunté. Observé a mi alrededor, dándome cuenta de que estábamos en una de las calles principales, mis ojos examinando algunas tiendas, locales de comida rápida y edificios sencillos. El aire se sentía fresco después de haber sido un día ligeramente caluroso y el cielo poseía una mezcla de colores rosa y anaranjado, los últimos rayos de sol desapareciendo con cada segundo transcurrido— Creo que... —Miré la hora en mi teléfono y lo devolví a mi bolsillo—. Es bastante tarde y...
—Eres un aguafiestas, ¿lo sabías?

—Gracias, no tenía idea —repliqué en un tono irónico y ella rió, una sonrisa bastante contagiosa.

—Caminemos otro rato —sugirió. Sus ojos azules se veían gigantes y con un brillo especial, mirándome directamente a los míos—. Me iré en unos días más y quiero aprovechar el tiempo contigo.

No pude evitar fruncir el ceño. No sé si soy paranoico o saco conclusiones sin fundamentos, pero esa mirada y ese tono de voz me recuerdan a la Britt que estuvo conmigo meses atrás. Y si ella todavía... No, no lo creo.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora