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Dylan

  Hace un día había despertado en mi habitación, con las sábanas enredadas entre mis piernas y el aroma a alcohol impregnado en todo mi cuerpo. Creía que mi cráneo explotaría, y también que jamás dejaría de sentir la necesidad de vaciar lo que sea que quedaba dentro de mi estómago. Mi boca estaba tan seca como un desierto y creo que por eso lo único que desayuné esa mañana fue más de un litro de agua, además de que no pensé que sería capaz de soportar ni un solo bocado de comida. Pero más allá de la molestia física que me persiguió todo ese largo y ajetreado día, en mi mente había imágenes que se mantenían frescas en mi memoria. Eran recuerdos que me causaban una pequeña tristeza, una punzada desagradable en el pecho que lograba superar al horrible dolor de cabeza que no parecía tener planes de abandonarme.

  Había bebido más de la cuenta. Eso era lo primero que podía concluir gracias a los pocos recuerdos recientes que mi memoria había retenido, aunque mi resaca ya era prueba suficiente de que me había embriagado. Sabía perfectamente que debería de haberme detenido después de una cerveza o dos, ya que había bebido alcohol un par de horas antes, pero tal vez me sentía tan contento, tan atrapado en una utopía junto al hombre que amaba, que simplemente nada tenía la importancia necesaria para lograr que yo me preocupara de pensar en cuántos vasos eran suficientes. Solo bebí sin límites, y supongo que las repercusiones que esto tuvo, además de la horrible resaca que soporté un día entero, fue conseguir que mi cerebro se encontrara en una situación complicada dónde registrar palabras, acciones o sucesos era una meta casi inalcanzable.

  Por la mañana, todo lo que ví dentro de mi cabeza fue un vídeo cortado en miles de partes diferentes. Era una película llena de pausas y saltos hacia escenas que no tenían ningún sentido dentro de la trama, con una calidad de imagen que empeoraba rápidamente hasta el punto en que no había modo de distinguir los detalles. Todo lo que podía recordar era la cara de Thomas. Tenía su sonrisa grabada en mi memoria al igual que sus besos y algunas palabras llenas de cariño, y era doloroso darme cuenta de que la misma persona que veía en mis recuerdos tenía una actitud totalmente diferente al día siguiente.

  Me volvía loco, esa es la palabra. Me  volvía loco que decidiera transformarse en alguien tan distante, lo que me provocaba una gran frustración. Me hacía pensar que mis escasos recuerdos eran lindos, pero tristes e inútiles: tristes porque esa persona que vivía en mi memoria se había esfumado; inútiles porque no podía concluir nada con tan poca información. Tenía que existir una razón para que él tuviera un cambio de comportamiento tan repentino. Al menos eso es lo que quería creer, que era una norma inquebrantable que él tuviera una razón para tratarme diferente, puesto que no me agradaba la idea de que se alejara de mí porque se le dio la gana.

   Sin embargo, el hecho de que él tomara distancia no era algo nuevo. Esas miradas recurrentes cargadas de palabras sin decir no eran una gran novedad, sino que eran gestos que me hartaban y no quería que se convirtieran en algo normal para los dos. Quizás no teníamos una relación estable y había demasiados obstáculos que todavía debíamos superar antes de comenzar algo concreto, pero necesitaba que nos comunicáramos, puesto que lo que menos deseaba era tener que acostumbrarme a sus cambios radicales de carácter. Si él mismo me había buscado esa noche, si había insistido en verme debido a que yo no deseaba hablar con él, era porque, después de todo, se convertía en una persona persistente que solo quería estar conmigo. Y si él quería estar conmigo, tenía que entender que necesitaba abandonar definitivamente su mal hábito de no decir lo que pensaba. Si es que había un porqué detrás de todo su silencio, ¿cuál era el problema con hacérmelo saber?

  Lo único que pensaba era que yo había dicho algo justo en medio de la borrachera, cuando el filtro que existía entre mi cerebro y boca ya había dejado de funcionar del todo. O tal vez había hecho algo que arruinó nuestra noche, no lo sé. Ni siquiera recordaba muy bien cómo es que había llegado a mi habitación o si es que esas imágenes que tenía de Thomas besándome sobre la cama habían sido un producto de mi imaginación, creado cuando ya dormía profundamente. Supuse que fue él quien me llevó al hotel y a mi cuarto, aunque si él estaba tan borracho como yo, entonces no sé me ocurría otra manera en la que ambos hubiéramos llegado sanos y salvos a nuestras habitaciones.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora