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Al ritmo de Message in a Bottle de The Police, repiqueteé los dedos sobre el volante. Me había retrasado media hora más de lo esperado en ir a recoger a Britt y todo porque decidí comer un bocadillo rápido antes de irme.

Está bien, no fue culpa del sándwich que me preparé. Solo estaba nervioso y no entendía el porqué, pero la ansiedad me ancló al sillón de la sala durante media hora. Consideré cancelar la cita con la excusa de que el jetlag me había afectado demasiado o que había comido algo que me tenía al borde de la muerte por una intoxicación alimentaria. Sin embargo, el solo pensar en inventar una excusa tan absurda me hizo dar cuenta de que estaba comportándome como un cobarde. Escoger quedarme en casa era equivalente a decidir no hacer nada respecto a mi corazón roto y solo deprimirme más por ello.

Con el corazón más agitado que de costumbre y el estómago revuelto, veía como los minutos avanzaban en el reloj de la sala hasta que, finalmente, lo que me hizo reaccionar y salir fue un mensaje de Britt preguntando dónde estaba. No voy a negar que los nervios empeoraron cuando ya me encontraba a mitad de camino. Podría haber cantado a los cuatro vientos la letra de aquel clásico de The Police, pero en lo único que me fijaba era en la hora que indicaba el pequeño reloj digital del tablero. También recibí tres llamadas de Britt que no contesté. De todas formas, intenté tararear la canción para relajarme y no estar tan inquieto una vez ella me viera.

Has llegado a tu destino, anunció el GPS.

Orillé el vehículo frente a su casa, cuya fachada tuvo cambios muy ligeros después de más de medio año sin visitar ese lugar. Britt estaba afuera con la espalda recargada en la puerta de la reja y tenía los brazos cruzados sobre su pecho, además de que usaba un par de Ray-Ban clásicas de cristales negros. Todo en ella gritaba fastidio y en mi mente un recuerdo de ella de hace casi un año coincidía perfectamente con la imagen que tenía frente a mí; la diferencia era que el escenario más antiguo se situaba fuera de un restaurante en Pasadena. Otra diferencia es que esos últimos meses juntos habían sido una tortura y esa cita acabó en una gran pelea porque llegué casi dos horas tarde debido al tráfico.

--¿No que estarías aquí a las tres?

Britt arqueó una ceja al hablar. Su voz se oyó más fuerte de lo normal y, aun así, la escuché bastante lejana debido a que al menos tres metros de distancia nos separaban y que la música todavía sonaba fuerte en la radio. De inmediato, le bajé el volumen casi al mínimo y apreté un botón en mi puerta para que descendiera lo que quedaba del vidrio en la ventanilla del copiloto. Antes de acercarse, se subió los lentes a la cabeza y se relamió los labios al inclinarse sobre la puerta, para luego apoyar ambos brazos en el marco de la ventana.

Bajé las manos a mi regazo inconscientemente y jugué con ellas en un intento por disimular la intranquilidad, a pesar de que el hecho de que no mantenía la vista fija en Britt me delataba fácilmente. Después de unos segundos, recargué una mano sobre el volante y me volteé hacia ella.

--Disculpa, tuve algunos problemas en casa --fueron las únicas palabras que salieron de mi boca. No sé cómo esperaba que me creyera.

Britt, a cambio de una respuesta, solo me observó, seria e impasible, y terminó subiendo al auto. No supe qué añadir a la justificación que le había dado, mucho menos entendía si acaso me encontraba ante una ley del hielo que me aplicó como castigo por mi impuntualidad. Mis ojos no se despegaron de ella en busca de señales de enfado, pero solo presencié la manera en que me ignoraba al abrocharse el cinturón y acomodarse en su asiento.

Decidí echar a andar el vehículo y mantener la vista en la ruta. No estábamos muy lejos de la Bahía de Santa Mónica. De hecho, recordaba el camino de memoria desde su casa debido a nuestras antiguas salidas a esa misma playa, así que no me vi en la necesidad de utilizar el GPS esta vez. En realidad, tampoco había sido necesario cuando me dirigí a casa de Britt, mas temía virar en la calle equivocada por los nervios y acabar retrasándome más.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora