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El martes pasó tan rápido que en un parpadeo ya había anochecido y Wes nos decía que era hora de irnos. Todos se veían relajados, mas yo no entendía cómo podían estarlo cuando se supone que Thomas desapareció de la faz de la tierra sin decir nada.

Ignoré a la mayoría y pasé el día abstraído y desganado, cuestionando a Thomas cada cinco minutos en mi mente, mirando su último mensaje y pensando en por qué le doy en el gusto, dejándolo que me rechace sin problemas.

Esa noche dejé mi teléfono en silencio, esperando no ser molestado por nada ni nadie para poder tener al fin el descanso digno de un ser humano común. Desperté cerca de las nueve —había desactivado la alarma para poder dormir unas horas más— y saber que no habría nada nuevo en mi día comenzaba a agobiarme. Quería ver a Thomas y pasar tiempo a su lado como el sábado anterior, o simplemente conversar y reír pese a toda la mierda de realidad que hay tras nosotros.

Creo que necesito dejar de pensar tanto en él. Necesito dejar de pensar que todos esos bonitos momentos podrán ser eternos, pues él tiene un futuro planeado y yo soy quien se está interponiendo. Por lo que escuché el día de su cumpleaños, se supone que la próxima semana, en una fecha que aún desconozco y tampoco deseo saber, contraerá matrimonio y comenzará un camino diferente, apartándome de él mientras todas sus prometedoras palabras flotan en el aire y yo las veo desaparecer junto a mis patéticas esperanzas.

No sé qué habrá pasado por mi cabeza en el momento que creí que ese sábado significaría algo, que todas sus acciones conllevarían a un cambio total. Joder, no puedo ser tan estúpido como para considerar la idea de él queriendo lo mismo que yo; no porque me haya atrapado en sus redes con tanta facilidad, él va a tirar a la basura años de una relación y un compromiso por mí. Ni siquiera ha de sentir algo, aunque sea diminuto, y es simple saberlo cuando me trata pésimo por mensajes de texto diciéndome que lo deje tranquilo, siendo que es algo obvio lo preocupado que me tuvo. Pero le importa una mierda lo que yo haga o sienta, y menos le importaría saber que me está jodiendo la vida con sus juegos.

No puedo continuar así, sintiéndome arruinado y actuando como un enamorado que le han roto el corazón. Es solo una decepción más, por lo tanto, debo empezar desde cero y, al mirarlo a los ojos, ignorar el cosquilleo en mi estómago y mi pulso acelerado... Como si fuera cosa fácil.

Hoy no he revisado mi teléfono desde que me levanté y creo que debería hacerlo, porque ha sonado un par de veces en el bolsillo de mi pantalón, pero no tengo ganas de nada, menos de hablar con alguien de la manera que sea.

—Dylan, ¿estás ahí?
—¿Ah? —miré a Ki Hong desde mi asiento, él de pie frente a mí.
—¿Ah? —Me remedó, sus ojos rasgados mucho más empequeñecidos al reírse—. Amigo, ¿estás bien?
—Oh, sí. Sí, estoy genial. Excelente.
—Entonces, concéntrate. Estábamos practicando la escena y de repente parecía que estuvieras hipnotizado.
—Es que... Estoy algo cansado. —Mentí, aunque al parecer sonaba creíble.
—Todos los estamos, pero pronto tendremos el receso del almuerzo. Ahora, empecemos de nuevo; Wes quiere que esta escena sea perfecta. —Bajé la vista al libreto en mis manos y suspiré.
—Okay. De vuelta al inicio.
—Está bien. —Permaneció callado, leyendo algunas líneas del guión que sostenía con firmeza en sus manos, y entró en personaje—. Thomas, qué es e...
—¡Atención! —gritó Wes a través de un megáfono— ¡Muchachos, los necesito acá por favor!

Fruncí el ceño al igual que Ki y dimos un vistazo hacia donde se hallaba Wes.

—¿Qué será? —Inquirí.
—Ni idea. Vamos.

Con otro suspiro, me levanté de mi asiento y caminé junto a Ki hasta donde se había amontonado el cast, formando un círculo en torno a nuestro director.

—Okay, tengo noticias. Como ya saben, Thomas desapareció el domingo pasado y nadie tenía idea del por qué. Supongo que nadie sabía. Como sea...
—¿Y quién va a saber? —me preguntó Ki Hong por lo bajo.
—No lo sé —respondí en un murmullo de forma distraída, nunca dejando de mirar al frente y enfocando mi audición en la información contada.
—Thomas me acaba de enviar un correo electrónico, y también mandó uno para ustedes, por lo que les leeré.

Todos asentimos y él sostuvo su teléfono móvil en una mano, el pulgar yendo de un lado a otro sobre la pantalla hasta que oprimió algo y permaneció quieto, ojos pegados en el aparato. Se aclaró la garganta, empezando la lectura.

—Chicos —leyó—, quería disculparme por haberlos preocupado y lo siento si no respondí a sus mensajes o llamadas, pero he estado pasando por un momento complicado y, a decir verdad, necesito estar solo por ahora. Espero comprendan. —Rodé los ojos ante lo último y me crucé de brazos—. De todas formas, les agradezco por la preocupación y me disculpo nuevamente. Para terminar, les informo que el tema de mi matrimonio ha sido postergado hasta nuevo aviso, por lo que, obviamente, no será el día que todos conocían. —《Y que yo nunca supe.》 —. La razón es la misma: estoy pasando por un problema personal, mas nada demasiado grave. Por cierto, estoy en Inglaterra. Un abrazo para todos y los veo en poco menos de una semana.

Postergó el matrimonio. ¿Razón? Ni idea. No obstante, ahora todas las piezas se juntan y me doy cuenta de que todo este tiempo se trató de Isabella. También me doy cuenta de que ese debe ser el por qué me trató tan mal y por qué me pidió que lo dejara en paz, aunque no es una gran excusa para que me hable cómo se le dé la gana. El solo hecho de pensar que todo este tiempo se trató de ella hace que mi sangre hierva y, a la vez, un ligero abatimiento caiga encima de mí.

No creo que ella sepa algo, ya que si así fuese, quizá la boda estaría cancelada; además, dudo mucho que Thomas habría viajado solo para tener una conversación seria con su novia.

Textualmente, me dijo que no lo ayudaba con mi preocupación, la cual para él es falsa porque la escribió entre comillas. Imbécil. Lo que quiere decir con eso es, uno: Isabella sabe algo, o dos: Isabella no sabe, pero puede llegar a enterarse gracias a mis llamadas y mensajes infinitos. La segunda opción suena mucho más certera. Sin embargo, no recuerdo haber escrito algo que nos delatara en esos mensajes de texto y ahora es cuando una nebulosa de cuestionamientos repercute en mi cerebro. 

A pesar de todo, odio reconocer que si la razón es solo esa, deberé hacer lo que me pide y no insistir, puesto que si su novia nos descubre, todo dependerá de Thomas en ese momento; siempre temo saber cuál es la opción que él escogería porque, mierda, yo lo escogería a él. Él sería mi única opción.

Y yo no sé si soy precisamente su única alternativa. De hecho, siquiera sé si estoy dentro de sus alternativas.

¿Cómo es posible que alguien se gane un minúsculo pedazo de tu corazón en dos semanas y ya lo esté haciendo trizas?

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora