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—¿Regalo más memorable?
—Creo que mi primer auto, cuando cumplí los diecisiete —respondí de inmediato—. ¿Y tú?
—Algo parecido, pero fue una motocicleta. Mi mamá sabe cuánto me encantan y habló con mi papá para ello. También tenía diecisiete, si no me equivoco.
—Así que eres un fanático de las motos... —comenté mientras trazaba líneas imaginarias en su abdomen y enfocaba la vista en ello.

Es tan agradable estar así: mi brazo rodeando su cintura, mi cabeza recostada en su pecho y mi oído quedando a la altura precisa para percibir el suave latir de su corazón. Nuestras piernas cruzándose bajo las sábanas, su mano haciendo caricias en mi espalda y la calidez permaneciendo con nosotros luego de haber pasado más de una hora desde que tuvimos sexo.

—Ajá. Me fascinan, me dan una sensación de libertad —dijo. Al oírlo hablar percibía una gran pasión en su voz y era algo que me sacaba una sonrisa.
—Jamás me he subido a una.
—¿En serio? —preguntó con sorpresa y yo asentí, mirándolo a los ojos desde más abajo. Una sonrisa se formó en sus rosados y finos labios. —Muy bien, entonces tendré el honor de llevarte a dar un paseo algún día.
—¿Cuándo? No tienes tu motocicleta acá.
—El día en que debamos ir a Inglaterra por cuestiones de promoción, podemos ir a mi casa en Londres.

Podemos ir a mi casa en Londres. ¿Y qué hay de Isabella? Para cuando eso pase estará casado y a lo mejor yo...

—Dylan. —Di un saltito al despertar de mi pequeño ensimismamiento.
—¿Qué?
—Nada, te quedaste en trance. Te llamé más de dos veces —contestó con una adorable risa. 
—Lo siento. No sé qué me pasó.
—No importa. En fin, ¿te parece?
—¿Qué cosa? —Fruncí el ceño sin entender de qué hablaba.
—Lo del paseo en moto.
—Oh, sí. Sí, por supuesto que sí. —Esbocé una sonrisa con la boca cerrada y él me devolvió el gesto.
—Okay, es tu turno.

Nunca habíamos llegado a hablar sobre nosotros de esta forma, indagando en nuestras mentes con el típico juego de las preguntas que mucha gente suele utilizar para conocerse entre ellos y, a la vez, obtener una entretenida conversación.

Expresé cada una de mis dudas cuando era mi turno y supe mucho más de lo que esperaba. Me contó sobre su familia; su hermana menor, Ava, y sus padres; sus amistades en Inglaterra y cómo descubrió su pasión por la actuación. Yo solo lo contemplaba con admiración al notar el brillo que surgía en sus ojos y el entusiasmo que irradiaba con cada palabra.

Me habló sobre su primer amor, una muchacha que conoció cuando filmaba una película años atrás, y yo le pregunté a modo de broma sobre su "secreto" para lucir menor teniendo veintitrés años, a lo que rió, diciéndome que callara.

Mencionó anécdotas y sueños sin realizar, algunos miedos, molestias, gustos y disgustos. Y yo hice lo mismo, quitando lentamente las capas superiores que cubrían mis secretos más íntimos y dejando a la vista una parte de lo que guardo solo para mí.

—¿Situación más vergonzosa? —Inquirí.
—Mmh... Deja acordarme.—Miró hacia la nada, meditando un momento, y regresó sus ojos a mí—. Ya sé; una caída en público. En la escuela, mejor dicho.
—¿Y cómo fue?
—Horriblemente vergonzoso. La verdad no recuerdo muy bien cómo pasó, así que estaría mintiendo al contarte algo. —Reí.
—Yo creo que me estás mintiendo y dices no recordar porque te apena contarlo. 
—No... —replicó con inseguridad y movió sus ojos hacia el techo. 
—Sabes mentir para algunas cosas, Sangster, solo algunas.
—Como sea, es mi turno. —Rodé los ojos y sonreí ante sus acciones—. Ehm, bueno... ¿Tú...? No, no. —Suspiró, llevándose la mano que tenía libre a la cara.
—Tommy, deja de dudar tanto y habla luego.
—Agh, ya. ¿Qué... Qué piensas sobre mí?

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora