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Desperté mucho más temprano de lo que me levantaría en uno de mis días libres, ya que Thomas y yo acordamos vernos en el vestíbulo a las diez de la mañana. Siendo las ocho en punto, me tomé el tiempo suficiente para darme una ducha, vestirme y subir a desayunar a la terraza.

Regresé a mi habitación una media hora después para lavar mis dientes y arreglar solo un poco más mi cabello, sintiendo algo de inseguridad respecto a mi vestimenta o cómo Thomas me vería a través de sus ojos; sin embargo, me resigné a bajar al darme cuenta de que no tenía sentido preocuparme de eso y que, además, Thomas es demasiado puntual y yo acabaría llegando tarde al vestíbulo.

Apenas las puertas del ascensor se abrieron, lo encontré sentado en el sofá con su espalda hacia mí. Caminé hacia él, procurando no causar ruido al acercarme, cubrí sus ojos con ambas manos y me acerqué a su oído.

—¿Adivina quién?
—No lo sé... ¿Un secuestrador? —contestó entre risas que se mezclaron con la mía.
—No lo creo, Tommy —susurré en su oído, mi voz más ronca de lo habitual—, pero podría secuestrarte de todas formas. No me molestaría en absoluto.
—Muy bien, seré tu rehén. ¿Qué pedirás a cambio?
—Nada. Quiero tenerte conmigo por siempre, no creerás que planeo devolverte.
—Dyl, quita tus manos de mis ojos, me dejarás ciego y no creo que quieras secuestrar a un no vidente —pidió con una sonrisa, a lo que yo acaté y me desplacé alrededor del mueble, sentándome a su lado sobre los grandes cojines negros.
—Es imposible que te quedes ciego por eso, ¿sabes? La última vez que lo hice, dijiste lo mismo y si no me equivoco, puedes ver a la perfección.
—Lo sé, pero tienes una extraña tendencia a hacer eso —replicó sonriendo y me apuntó con su índice izquierdo— y debo admitir que no es algo que me fascine.
—Genial —dije con voz burlona, encogiéndome de hombros y esbozando una sonrisa—. Otra razón más para hacerlo.

Thomas puso los ojos en blanco y suspiró, aunque su sonrisa se mantenía intacta y sus ojos me observaron nuevamente. Esta vez era distinto, casi como si él deseara decir algo más, pero no hallaba la manera de pronunciar esas palabras. Se relamió los labios y volvió la vista hacia el frente, sus facciones esta vez un poco más serias.

—Así que... ¿adónde iremos? —pregunté y él tragó saliva. Me miró por unos segundos y fijó otra vez los ojos en el horizonte, mas bien, en las dos puertas y grandes ventanales de cristal que dejaban ver el estacionamiento, la calle y la acera con un par de personas transitando cada cierto rato.
—Ehm, tengo que... Tengo que ir a una sastrería para comprar un traje —respondió nervioso y relamió sus labios una vez más, sus cejas esta vez fruncidas y la mirada una vez más sobre mí.
—¿Un traje? —Asintió y esta vez fui yo quien tragó saliva, sacando conclusiones apresuradas que dudo sean inciertas.

Miré hacia el frente y apoyé las manos en mi regazo, retamboreando los dedos sobre cada muslo. Ninguno hablaba y yo esperaba a que él dijera algo al respecto, que me explicara a qué se debía la necesidad de comprar un traje, de esta forma acabaría descartando mis deducciones. Pero no abrió la boca, su voz no se volvió a oír entre los bajos sonidos de los trabajadores, pisadas y objetos en movimiento.

—Creí que no te casarías...
—Y no lo haré —repuso de inmediato, chasqueando la lengua y girándose hacia mí. Yo lo observé de nuevo y bajé la mirada al instante—. Solo... Necesito comprar el traje por si acaso. Bella me pidió que lo hiciera y es posible que cuando la visite me pida verlo o algo así. Pero no lo usaré.

Apreté mis labios inconscientemente, dándome cuenta de ello al sentir que los estaba presionando con demasiada fuerza, y solté un suspiro lleno de cansancio, otra vez contemplando la nada y dudando sobre mi siguiente acción.

—Dyl —agregó y posó una mano sobre la mía, sus dedos aprisionándola con delicadeza—, ya te lo dije hace unos días: por favor, confía en mí. No quiero hacerte daño, no quiero jugar contigo y terminaré con todo tan pronto sea posible. No utilizaré ese traje para la boda, porque no habrá boda. ¿Está bien?

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora