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Dylan

La silla en la que estaba sentado no era tan cómoda como parecía y el clima de hoy no era tan agradable como esperaba. El maquillaje que esparcían sobre mi rostro no se sentía bien, principalmente porque el calor insoportable de Louisiana humedecía mi piel de transpiración y, pese a que la maquilladora intentaba hacer algo al respecto, el polvo que simulaba ser suciedad se adhería de un modo bastante desagrable. Ni una sola cosa resultaba como yo quería y con cada segundo que pasaba la frustración me vencía.

El departamento de maquillaje se había convertido en un desastre, al menos para mí. Se le pidió a producción desocupar el cuarto donde nos maquillaban cada día antes de empezar las grabaciones y fue suerte que los tocadores tuvieran ruedas, por lo que no hubo un gran problema al reinstalar todo bajo un gran toldo que nos cubría del sol. Sin embargo, para mí era horrible tener que tolerar una temperatura cercana a los 30 grados antes de la una de la tarde, sentir el aire tibio y el ambiente húmedo. O quizás solo era yo y mi mal humor que se mezclaba con preocupación y cierta tristeza, porque el resto llevaba una sonrisa plasmada en el rostro y parecían las personas más felices del planeta entero.

Con mi teléfono entre ambas manos busqué distracción en Twitter, aunque mis pensamientos y lo que sucedía a mi alrededor me distraían más que el mundo cibernético. Terminé revisando mis mensajes de texto y solté un gran suspiro al releer un mensaje de mi conversación con Thomas, las mismas palabras de hace más de dos días atrás que ya me causaban un dolor de cabeza, luego alcé la mirada y me observé en el espejo. Mi cabello lucía limpio, pero alborotado, y la ropa que llevaba puesta, que era la vestimenta de mi personaje, había sido manchada y rota en algunas partes para que pareciera que en verdad había luchado contra esos monstruos que hacían llamar Penitentes. Si bien podía camuflar mi mal humor con una sonrisa o alguna expresión que no fuera sospechosa, no me sentía capaz de fingir alegría cuando mis ojos veían el reflejo de la espalda de Thomas en el espejo. Él también estaba sentado, justo atrás de mí, en una silla idéntica a la mía mientras alguien le aplicaba polvos en la cara con una brocha y, a veces, cuando se movía un poco en su asiento, el reflejo de su rostro en su espejo se veía en el mío (pero jamás me miraba). Era imposible no reparar en su expresión distraída y cansada que yo solo quería entender. Quería saber por qué mantenía la mirada gacha más de la mitad del tiempo o por qué tan pronto retomó las grabaciones, fue como si hubiera regresado una persona diferente. Por qué nunca respondió mi último mensaje de texto que yo releía para hallar una razón, culpándome y creyendo que por eso había cambiado su actitud hacia mí.

Desde que vi a Thomas el martes por la mañana supe que algo no andaba bien. Rápidamente apareció entre los dos una distancia pequeña y muy difícil de ignorar que ni siquiera yo había causado, porque lo extrañaba demasiado como para querer alejarlo de mí. Quería creer que solo exageraba y estaba creando un gran problema de algo irrelevante, mas temía haber hecho algo mal sin ser consciente de ello. No sabía si relacionarlo con el mensaje del sábado que nunca respondió o simplemente creer que hubo una razón mayor para que se distanciara de mí en segundos, pero dolía y jamás creí que se sentiría así. Jamás creí que se sentiría tan mal notar que, al reencontrarnos, su sonrisa había cambiado por completo desde la última vez que lo vi. Intenté sacar palabras de su boca por horas, ya que no quería entablar una conversación en la que yo era quien más hablaba mientras él asentía y daba respuestas cortas. Cuando lo besé por primera vez después de una semana, no pudo haberse sentido peor que él haya correspondido casi como si fuera su obligación, y de todas las preguntas que hice para saber qué pasaba, nunca me explicó nada; dio respuestas similares una y otra vez, me calmó con mimos y, al menos, logró su propósito (en cierto modo) de hacerme creer que decía la verdad al besarme por segunda vez con un extraño toque de honestidad en sus acciones. Aun así, el miedo me estaba matando.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora