6 (editado)

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  Dentro de la van, Dylan estaba sentado en la primera fila (al lado de la ventana izquierda al igual que el día anterior. Parecía haber escogido ese asiento de manera permanente) junto a Ki Hong. Yo me senté en la segunda fila, puesto que Kaya me había guardado un lugar a su lado. Intenté actuar natural, aunque no valía la pena fingir frente a Kaya, porque ella ya había notado mi extraño comportamiento desde que fue a buscarme a los vestidores y ahora solo se dedicaba a mirarme cada cierto rato como si esperara una explicación. Sin embargo, me limité a ponerme audífonos y escuchar música a todo volumen.

  Quería obligarme a mirar a través de la ventana a lo largo de todo el trayecto que duraba alrededor de quince minutos, pero siempre me hallaba dándole un vistazo rápido a Dylan, que a veces se volteaba para hablar con Ki Hong o solo mantenía la vista hacia adelante. Y no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Era una emoción difícil de definir, algo que solo podía ser el resultado de la mezcla de culpa, frustración y temor, y solo crecía con el paso de los minutos.

  Isabella llamó tres veces más. Luego de eso, no supe nada más de ella. Creí que recibiría un mensaje de texto, algo común que ella solía hacer cuando no podía contactarse conmigo, pero mi celular enmudeció por completo. Fue en ese momento que me sentí mal por no haber contestado sus llamadas.

  Al llegar al hotel, bajé del vehículo rápido y en silencio. No miré a nadie y caminé delante de todos para poder evadir las despedidas. Escuché que Kaya gritó mi nombre antes de que yo entrara al edificio y atravesara el vestíbulo hacia el ascensor; fue un alivio que las puertas se hayan abierto medio minuto después de haber presionado el botón, me hizo pensar que por lo menos no todo el universo conspiraba contra mí.

  En mi habitación, me quité toda la ropa, a excepción de mis boxers, me puse una camiseta vieja que solía usar como pijama y me metí bajo las sábanas de la cama. Mi mente estaba hecha un lío. Contemplaba el techo con el objetivo de distraerme y sucumbir al cansancio, no obstante,  estuve aproximadamente una hora despierto con una jaqueca horrible que me hacía desear no tener cabeza.








—No lo niegues, Thomas.

  La respiración acelerada de Dylan rozaba mi rostro. Él se encontraba encima de mí sobre la cama, y desde allí podía admirar cada detalle, cada lunar en su piel y cada marca que el tiempo pudo haber dejado sobre su cara. Sus labios estaban curvados en una sonrisa que revelaba un hoyuelo en cada una de sus mejillas. El color de sus ojos había aclarado y lucía diferente: eran intensos y, en medio de la tenue iluminación del cuarto, parecían dos charcos de oro fundido que brillaban al mirarme.

  Cerré los ojos y sentí sus brazos rodear mi cintura, acercándome más a él. Me rehusaba a seguir contemplándolo, porque el simple hecho de hacerlo provocaba sensaciones que yo sabía que no debía sentir. Entre nuestros cuerpos no existía distancia; lo único que nos separaba era la ropa.

—¿Por qué? —pregunté en un suspiro. Dylan me besó el cuello y bajó hasta mis clavículas, posiblemente dejando un camino de manchas rojizas hechas por su boca. Luego susurró contra mi piel.

—¿Por qué qué?

—¿Por qué... tú? —Una mordida suave y placentera en mi lóbulo derecho me hizo soltar un gemido del que me sentí avergonzado. Dylan rió y yo abrí los ojos, encontrándome nuevamente con los suyos.

—Shh... No hagas tanto ruido que nos pueden oír.

  Su sonrisa era traviesa, como la de un niño pequeño y malcriado. Asentí y le sonreí de vuelta. Después nos quedamos mirando por un par de segundos, segundos eternos que me ponían impaciente. Descendí la vista hasta su boca y me incliné hacia él al mismo tiempo que lo atraía hacia mí por la nuca, por lo que mi cabeza volvió a caer sobre el colchón mientras besaba sus suaves labios. De un momento a otro, el beso comenzó a tomar un rumbo diferente. No poseía nigún toque de inocencia, sino que se trataba de una pelea de lenguas ferviente y apasionada que jamás terminaba. De pronto, sin percatarme de ello, ambos estábamos en ropa interior y yo sentía que él corazón me latía como si hubiera corrido una maratón.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora