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Los días volaron después de eso. La fui a dejar a su casa al atardecer, pero nos besamos en el auto, me invitó a pasar con la excusa de si quería cenar con ella y terminé en su cama mucho antes de que pudiéramos servir los platos en la mesa. Tuvimos que ser muy silenciosos, puesto que su hermana, quien reside con ella en Los Ángeles, se encontraba en casa.

Dicen que si la vida te da limones, tienes que hacer limonada. No quería ser el imbécil que guarda los limones hasta pudrirse. Además, no podía contenerme. Britt había cambiado bastante físicamente durante todos esos meses en los que estuvimos separados y, la última vez que nos vimos y yo la rechacé, no fui capaz de notarlo porque toda mi atención se la dedicaba a un hombre que no se atrevía a dejar a su novia por mí. A veces, creo que Thomas y yo fuimos tontos por igual: yo por creerle e intentar serle fiel y él por haberme perdido. Fue una pérdida equitativa, probablemente.

Habían trascurrido aproximadamente tres semanas y Britt y yo ya habíamos follado de todas las formas posibles, como si indirectamente hubiéramos decidido ponernos al día después de tanto tiempo alejados. Sexo de desayuno, almuerzo y cena. Sexo en mi departamento, sexo en su casa; la cama, la cocina, el comedor, la ducha y la sala. Tuve que comprar dos cajas de condones de las más grandes, porque parecíamos unos adolescentes que acababan de iniciar su vida sexual y no podíamos apartarnos ni por dos segundos. Algo en ella me encendía por dentro de nuevo y se sentía como una brisa de aire fresco. Gracias a ella, ya no recordaba mucho a Thomas, ya que me había dado cuenta de que ella y él son dos personas totalmente diferentes que yo no podía comparar ni mezclar en mi mente. No niego que sí extrañaba a Thomas y que, a veces, le pensaba. Sin embargo, hubo un cambio abrupto a medida disfrutaba de más horas diarias junto a Britt, ya fuera conversando, riéndonos o teniendo sexo. El cambio también influyó en mis hábitos nocturnos durante los pocos días que me encontraba solo: dejé de llorar pensando en él y empecé a tocarme pensando en ella, llamarla por FaceTime para tener cibersexo o, simplemente, dormir.

Estos sucesos acontecieron de manera muy veloz, pero la suma de todo resultaba en muy buenos polvos, entretenidas conversaciones, buena comida (Britt cocinaba delicioso), lindos momentos juntos y un corazón contento. Me sentía un poco más lleno que de costumbre, aunque a ratos me preguntaba si así como todo sucedía muy rápido, también se escaparía de mis manos del mismo modo.

Durante las tardes, los chicos de Maze Runner solían hablar por el chat del grupo que teníamos en WhatsApp, pláticas que yo leía cuando no tenía nada qué hacer y comentaba con risas o una que otra frase ingeniosa, dependiendo de lo que los demás enviaran.

Dos semanas atrás había decidido darle fin a mi desaparición, por lo que conversé con Will al respecto. Primero tuve en cuenta a Ki Hong, pero eso era entregarle información directa a Thomas por medio de Kaya y yo tenía un lado envenenado de resentimiento que no quería que él tuviera noticias sobre mí tan pronto. De todos modos, me equivoqué al creer que él sería el último en saber: Will le contó a Kaya y supongo que Kaya a Thomas, mientras que los demás se enteraron mediante el mismo chat cuando Kaya escribió «Dylan no estaba muerto, andaba de parranda». Ese día, el orgullo me ganó por casi media tarde porque Will había abierto la boca con quien menos debía. No obstante, entré en razón al darme cuenta de lo estúpido que me veía por olvidar que Will no tenía idea del gran problema que nos dividía a Thomas y a mí y que, asimismo, yo no soy el centro del universo. La conclusión de esta pequeña historia es que finalmente no hubo malentendidos y la amistad entre todos siguió su curso normal. Obviamente, lo que les conté fue una mentira piadosa para justificar mi ausencia en la despedida de las filmaciones: tuve que viajar para visitar a mi hermana que estaba mal y me necesitaba, o algo así.

El único que jamás respondía a los mensajes del grupo desde el momento en que yo reaparecí, fue Thomas. Todavía guardaba su contacto, aunque un día le cambié el nombre a «T» por mero capricho. La parte más ilógica de mi cerebro pensó que me sería más fácil olvidarme de su existencia si no leía su nombre y solo veía su inicial. Fue un pensamiento muy absurdo si consideraba que él era la única persona de nuestro grupo de amigos con un nombre que empezaba con la letra T y que, para más remate, tenía una foto de perfil con su cara.

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⏰ Última actualización: May 28, 2020 ⏰

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Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora