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Pasé el día llorando, entre lamentos y un cuestionario infinito que me hice alternando mis pensamientos internos y externos. Mi cama se convirtió en mi lugar seguro, el nido que me escondía del mundo y la realidad. La funda de la almohada con la que Dylan había dormido aún olía a él y saber que su aroma permanecía dentro de la habitación solo conseguía desmoronarme más. No sabía si dejar de pensar tanto y actuar —lo cual significaba ir en busca de Dylan y pedir disculpas cientos de veces hasta que, en algún momento, pudiera perdonarme— o quizás era mejor quedarme donde estaba, encerrado en el cuarto de ese hotel mientras derramaba lágrima tras lágrima, como si eso pudiera ser de gran ayuda. 

De cualquier manera, sabía que nada detendría el tiempo ni el transcurso normal de otro día laboral para el resto, mucho menos para mí. Estuve a punto de utilizar alguna excusa barata para zafarme de tener que ir al set, pero ya no había tiempo para eso. Tenía que dejar de comportarme con tanta inmadurez y tener en cuenta que toda la flexibilidad horaria que Wes me había entregado debido al accidente de Bella era mucho más de lo que podía pedir. Además, era el último día de filmación. 

Yo había tomado las decisiones respecto a mi relación con Dylan y ahora debía acarrear conmigo cada una de las consecuencias. ¿Sabía que iba a doler el dejar ir a Dylan? Claro que sí, aunque en un principio detestaba asumirlo. Lo que tenía que hacer ahora era aprender a lidiar con el dolor, reunir fuerzas y buscar la manera de ocultar, aunque fuera un poco, la evidencia de la escasez de sueño y largas horas de llanto. Luego de lograr tener un rostro decente, iría a trabajar.

Después de ducharme y prepararme para caminar hacia la entrada del hotel, todavía no había llegado a ninguna conclusión. El cuestionario mental que me hice bajo el agua tibia de la ducha no había servido. No sabía si pedir perdón daría resultado. Retractarme de mis palabras probablemente no tendría sentido, solo daría la impresión de que jamás hablo en serio y quizás empeoraría la situación. Simplemente debía continuar pretendiendo que nada me había afectado. Era fácil: debía fingir la mejor sonrisa que fuera fruto de un supuesto sueño reparador y una buena mañana que no estaba fuera de lo común.

Bajando en medio del silencio del ascensor, me observé en el espejo de la pared trasera. Acerqué mi rostro a la superficie para ver de cerca las bolsas que se habían formado bajo mis ojos y las toqué suavemente con dos yemas de mis dedos. El cansancio era difícil de ocultar, al igual que la culpa que me hacía considerar a cada segundo disculparme en vez de permitir que las palabras dichas hace tan solo horas fueran las últimas que Dylan escuchara de mi boca. 

Justo cuando deseé tener la mente en blanco porque ya me estaba comenzando a doler la cabeza, el ascensor se detuvo y abrió sus puertas metálicas. Entré al vestíbulo con la frente en alto, sin antes haber tomado una gran bocanada de aire, como si respirar profundo pudiera devolverme la energía casi irrecuperable. Sin embargo, con cada paso dado lo único que sentía era que la boca de mi estómago se apretaba y cerraba.

No había pensado en el hecho de que Dylan también estaría ahí afuera junto a los demás.

¿Cómo lo miro a los ojos?, pensé.

Agaché la cabeza con vergüenza y temor. Si por un segundo pensé en disculparme, ahora solo afrontaría lo que sea que tuviera que pasar e incluso aceptaría un puñetazo en mi rostro, si es que eso debía suceder. El daño era irreversible, así que prácticamente ya me daba igual. Merecía lo que fuera que Dylan quisiera hacer conmigo.

Seguí caminando con las manos dentro de mis bolsillos. Tenía las palmas sudorosas y algo temblorosas, incluso el hormigueo de unas horas antes había vuelto. Al estar a centímetros de la entrada, tragué saliva y reuní coraje para levantar la cabeza y abrir una de las puertas de cristal, pero el pánico me abandonó tan rápido como llegó.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora