43

3.9K 377 209
                                    

Dylan estaba sentado en la cama, su espalda apoyada en el respaldo de esta, y yo me recosté en forma horizontal, mis pies descalzos colgando de la orilla de la cama, mi cabeza en su regazo y mis ojos cerrados mientras sus dedos me acariciaban el cabello, relajándome. La verdad es que no sé cuánto tiempo llevamos aquí, pero desde que terminamos una sesión de besos bastante apasionada hace un rato, me vestí con una camiseta holgada y calcetas —él permaneció igual porque ya se había vestido— y comenzamos una conversación llena de temas mundanos y sencillos, la cual nos llevó a terminar en esta posición, cayendo en un silencio que ninguno de los dos deseaba romper.

Lo escuché suspirar entretanto sus yemas masajeaban mi cuero cabelludo, dando suaves tirones a uno que otro mechón.

—Tommy, creo que debería irme —me dijo unos segundos después. Lo miré hacia arriba con el ceño fruncido y él me dedicó una dulce sonrisa con sus labios cerrados. Se aclaró la garganta y añadió—. Se hace tarde y tenemos que bajar pronto.
—No... —respondí, cerrando los ojos y llevando mis manos a su pierna izquierda, que se encontraba bajo mi mejilla, para abrazarla con fuerza— No quiero que te vayas —murmuré.

Su risa hizo eco en la habitación, ese sonido que creaba un nudo en mi estómago, y llevó una mano a mi mejilla, acariciándola y haciéndome sonreír.

—Sabes, a veces te comportas como un niño de 5 años —comentó entre risitas, su rostro ahora más cerca del mío al haberse inclinado. Abrí los ojos y arrugué el entrecejo una vez más, observándolo con falso enojo—. ¿Ves? Ni siquiera te das cuenta de las adorables caras que haces.
—Cállate —repliqué, rodando mis ojos y sonriendo—. Quédate un rato más, ¿sí? Todavía es temprano.
—Thomas —Volvió a suspirar, esta vez con más intensidad—, sabes que me encantaría quedarme, pero no puedo. En menos de una hora tenemos que estar allá abajo, en la puerta, para irnos a la hectárea.
—Pero... —Cerré la boca y exhalé, sentándome en la cama y pasándome una mano por el rostro.
—¿Pero...?
—Nada, nada —contesté.

Dylan arrugó la frente y sus ojos se clavaron en mí; yo solo me puse de pie y encaminé hacia mi maleta, que se encontraba a un lado del armario de la habitación, en busca de un par de pantalones para usar. Me puse en cuclillas para sacar la prenda que quería y al levantarme, me tomó por sorpresa, sus firmes brazos rodeando mi torso mientras recargaba la barbilla en mi hombro derecho. Con la cara hacia mí, su nariz rozando mi mejilla y su respiración haciéndome cosquillas en la piel, me dio un beso breve en esa zona y sonrió. Luego, susurró en mi oído.

—¿Pero...?
—Es que... —Suspiré una vez más y giré la cabeza para mirarlo—. No quiero que te vayas ni que este momento termine. Me gustaría... Me gustaría poder estar así contigo por horas. 

Y sus ojos ámbar solo me observaron, atentos y concentrados en mí. Parecía como si quisiera enfocarse en todas mis facciones con una sola mirada, ya que sus pupilas iban de un lado a otro, subiendo y bajando desde mis ojos a mi boca entretanto una sonrisa diminuta se formaba en sus labios, esta mueca causando que uno de sus hoyuelos se marcara. Y yo no sé de qué manera o en qué momento me permití privarme de esto por semanas,  de una vista así, de sentimientos tan increíbles que a la vez son originados por algo tan simple como estar entre sus brazos. Pueden ser una mierda las circunstancias en las que nos tocó encontrarnos el uno al otro, pero puedo jurar que sus ojos me contemplan como si yo fuese un objeto preciado para él o algún tipo de maravilla, y con eso me basta para no desear rendirme y darme cuenta de que quizás sí estoy en el lugar correcto.

—Aunque a mí me encantaría poder hacer eso, confía en mí, todavía tenemos el tiempo suficiente para pasar horas enteras juntos, aquí o en mi cuarto, o en donde tú quieras. Si quieres, vamos a la playa otra vez, o salimos de fiesta, o caminamos toda la noche de la mano sin rumbo, o solo nos recostamos en el pasto de algún parque a mirar las estrellas —reí ante sus palabras, mas no era porque me parecía algo gracioso, sino que reía de alegría y, por alguna razón, no podía limitarme a una sonrisa.
—¿Y si quiero ir a la luna? —pregunté, mis ojos aún fijos en él.
—Bueno... —Juntó las cejas un poco y bajó la mirada a sus brazos, los cuales aún rodeaban mi cuerpo. Después, se relamió los labios y dio un par de cortos pasos hacia su derecha hasta que los dos quedamos frente a frente. Llevó una mano a mi cara y apartó, sin razón alguna, uno de los mechones más largos de cabello que caía sobre mi frente—. Entonces, iremos a la luna. No hay problema.
—¿Y a Marte?
—Ya te lo dije... —repuso y se aproximó mucho más a mí, sus labios rozando los míos— Donde tú quieras.

Bosquejé una sonrisa y terminé con esa distancia insignificante entre ambos, disfrutando de sus labios mientras mis manos intentaban hallar la forma de profundizar el beso al atraerlo hacia mí desde la nuca. Sus manos aferradas a mi espalda por encima de la camiseta, dedos que se doblaban como si buscaran manera de conseguir un mejor agarre que el obtenido, respiraciones agitadas y nuestras lenguas peleando por quién conseguiría dominar la situación. Al separarnos, apoyé mi frente en la suya y él sonrió, una brillante sonrisa que lograba hacer que mi corazón dejara de latir por un segundo.

—Entonces, creo que primero irás a la universidad para ser un astronauta —bromeé.
—Claro —contestó entre suaves carcajadas.

El silencio se situó en el lugar, dejándonos a ambos disfrutar del otro sin la necesidad de entablar una conversación nuevamente. Sin embargo, siempre acababa regresando de vuelta a los problemas, a los miedos, a las dudas.

—Dylan... ¿Cómo estás tan seguro de que tenemos tanto tiempo? —Me relamí los labios, mis ojos descendiendo por un instante y mi mente vagando entre todos esos pensamientos que hacen florecer mis temores—. Quiero decir... No podemos hacer esto siempre que queramos y dónde queramos, y...  de verdad, yo entendería si alguna vez tú me dices que no quieres continuar porque no podemos tener una relación normal como...
—Oye, oye... —me interrumpió, su mano sosteniendo mi mentón y obligándome a volver la vista hacia él— Thomas, eso no pasará —aseguró con una sonrisa tranquilizante, logrando que mis rasgos tensos se relajaran de inmediato.
—¿Cómo estás tan seguro? Tal vez llegues a pensar diferente mañana, quién sabe —Apenas articulé estas palabras, hizo un gesto de negación con la cabeza y posicionó cada mano en mis mejillas para darme un casto beso en los labios.
—Sé que quiero hacer esto. No me iré a ningún lado, Tommy —confirmó, esa sonrisa tan peculiar suya de vuelta en su semblante—. Al final del día, estaré ahí, esperándote. Puedes contar con eso.

***
Siento que logré lo que quería en un capítulo corto: enfocarme totalmente en su relación. Además, está lloviendo y eso me ayudó bastante, porque no sé, amo la lluvia y los amo a estos dos.
El próximo capítulo viene más largo y con ciertas sorpresas jiji.

Por cierto, cuatro cosas:
1. Si alguna vez quieren un capítulo dedicado, solo díganme en un comentario o mensaje :)
2. ¿Alguien sabe cuándo darán los resultados de los Wattys? De seguro no gané, pero quiero saber.
3. No sé si a alguien le gusta los "imaginas" o si saben lo que son, pero hace poco creé un libro de eso (está en mis obras) por si les gustaría pasarse.
4. Quiero un Frappuccino y no cumplir 19 tan pronto. Me siento vieja.

I love you. xx


Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora