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Un escalofrío viajó por toda mi espalda cuando sus labios comenzaron a pegarse a mi mandíbula, succionando y plantando húmedos besos como si su boca fuera un pincel que recreaba mi complexión con trazos rápidos sobre un bastidor. Su delicadeza se había ido y era reemplazada por una desesperación algo desconcertante para mí. Todo se sentía tan bien y tan mal a la vez; estaba en el límite del paraíso y el infierno, algún limbo que sabía que no podría soportar por tanto tiempo. Sus manos escudriñaban bajo mis prendas y sus uñas se enterraban en mi espalda, entretanto, yo le permitía hacer conmigo lo que quisiera y me sumergía en mis pensamientos, tan persistentes que no era posible ignorarlos.

No podía sentirse mejor. A la vez, no podía sentirse peor. Quería detenerlo, pero tampoco quería dejarlo ir. Detestaba la contradicción de mi mente tanto como me encantaba el maravilloso tacto de sus manos. Me había dicho que me amaba y eso no salía de mi cabeza, y yo esperaba que solo fueran palabras dichas sin pensar. Simplemente estaba anonadado. No sabía si debía parar de sobreanalizar la situación o intentar entender por qué él me amaría. ¿Cómo era posible que me amara? Yo no era capaz de entregarle todo lo que él merecía. Ni siquiera tenía certeza de si era capaz de corresponder a un sentimiento de tal intensidad, al menos todavía no. Y creí que él era consciente de ello, al menos un poco. Creí que quizás él se daría cuenta de que yo no soy una persona que merece ser amada como él lo hacía conmigo.

Mis manos acariciaban la piel de su espalda, que estaba sudada e irradiaba más calor de lo normal. Él no era ágil, para nada: a veces parecía que perdía un poco la noción de lo que hacía y, cuando me besaba en la boca, todo era dientes y lenguas que se enmarañaban entre sí. Volvió a besar mi cuello otra vez mientras intentaba quitarme la camiseta, y puse los brazos en alto a medida él se deshacía de la tela con sus manos, pero hubo una detención abrupta de sus movimientos que lo hizo soltar la prenda de ropa. Se alejó de mí y, entonces, me di cuenta de lo que sucedía.

—¿Dylan?

No respondió. Sus mejillas estaban enrojecidas e hizo arcadas un par de veces antes de correr hacia el último cubículo de los tres que se hallaban ahí. No tardé en estar a su lado en cuclillas, acariciando su espalda en patrones circulares mientras él vaciaba su estómago de rodillas frente al retrete. Cada vez que me percataba de que empezaba a hiperventilarse, le susurraba palabras dulces para intentar tranquilizarlo. Creo que, como cualquier ser humano, conocía la horripilante sensación de vomitar y quería hacerle saber que él no estaba solo.

No transcurrieron más de cinco minutos cuando terminó y se dejó caer al piso con la espalda apoyada en la muralla. Con un poco de papel higiénico, limpié su mentón, que tenía algunos rastros de saliva, y lo ayudé a ponerse de pie para llevarlo hacia uno de los lavabos. Supuse que él deduciría sin la necesidad de decírselo que se tenía que enjuagar la boca, mas debí ordenárselo con voz suave, añadiendo que, después de esto, regresaríamos al hotel. Esto último fue la causa de su ceño fruncido que desapareció tan pronto se inclinó para acercar su boca al chorro de agua que salía de la llave.

Su equilibrio era bastante inestable y temí que cayera con cualquier paso en falso, así que lo sostuve por la cintura mientras él trataba de cerrar la llave de agua con desacierto, razón por la que yo lo hice. Seguido de esto, se irguió y me miró a los ojos con una sonrisa. Sus pómulos resaltaban debido a las sombras que se creaban al estar a contraluz y reía con carcajadas lentas que me hacían gracia, hasta que, de un segundo a otro, intentó besarme. Al instante corrí la cara y su boca acabó sobre mi mejilla mientras yo bosquejaba una pequeña sonrisa.

—Dyl, vamos a casa —le dije. Él hizo un mohín cual niño de cinco años, por lo que negué con la cabeza y acaricié su mejilla con mi pulgar—. Estás demasiado borracho, necesitas descansar. Mañana te espera una resaca deliciosa.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora