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Apareció por detrás de mí y me empujó hacia la pared de cerámica, su boca chocando brutalmente contra la mía, succionando y mordiendo mi labio inferior con desesperación. Mis manos se aferraban a su espalda, arrugando la camisa entre mis dedos, y las suyas me acercaban mucho más a él desde la nuca para poder profundizar el beso. Su lengua se deslizó en mi boca con tal firmeza que casi inmovilizaba la mía, provocando un gemido desde mi interior.

Y esto está absolutamente mal. Es incorrecto, pero ya no es porque estoy consciente del pecado que cometemos una y otra vez a espaldas de su novia; se trata de mí. Siquiera sé aún qué fue lo que le pasó o qué justificación tiene para haberme tratado tan mal hace unos días; no obstante, le permito besarme y hacer lo que quiera conmigo dentro del pequeño baño público de este bar en Nueva Orleans. Es irónico que en todo momento me haya ignorado, hablando con Kaya, Will, Ki y los demás, y ahora me sorprenda aquí, actuando de forma contraria y haciéndome perder la cordura. Mierda, se siente tan bien que ya no sé qué hacer para rechazarlo, pues toda la fuerza de voluntad que creí tener en algún momento se evaporó en segundos.

Depositó húmedos besos en mi cuello, su lengua rozando cada centímetro de piel; yo solo conseguía empuñar su camisa y morder mi labio inferior con una fuerza sorprendente. Leves suspiros mezclados con ruidos reprimidos salían de mi boca. Él me mordía, los dientes enterrándose con poca sutileza sobre la piel cercana a una de mis clavículas y yo llevé una de mis manos a su trasero, estrujando la nalga izquierda.

—Thomas...

Comenzó a besuquear bajo mi oreja, acto que originó un cosquilleo en mi vientre bajo y  despertó inmediatamente a mi miembro, este causándome una pequeña molestia al estar atrapado dentro de mis pantalones.

—T-Thomas...
—¿Qué? —gruñó. Sonaba fastidiado y creo que si no me hubiera sentido en el cielo, algo le habría dicho.
—La puerta.
—Está cerrada. Nadie puede entrar —contestó con voz monótona.

Estuve a punto de interrumpir su siguiente acción, sin embargo, una de sus manos se posó en mi masculinidad y las palabras "resistencia" o "razonamiento" ya no eran parte de mi vocabulario.

—Mierda —hablé entre dientes, el placer rebosando en cada parte de mi mente.

Descendí las manos un poco más abajo de su trasero, impulsándolo hacia arriba; dio un brinco y enredó sus delgadas y largas piernas en mis caderas. Al instante lo llevé hasta los lavabos, sentándolo en el espacio que unía uno del otro, él nunca soltando el agarre de sus extremidades. Su entrepierna rozaba con la parte baja de mi abdomen y yo cada vez me sentía más excitado.

En poco rato desabrochó mis pantalones y los bajó junto a los calzoncillos, estos cayendo sin problema al no ser tan ajustados. Le desabotoné la camisa e hice lo mismo con sus jeans un momento después, solo que fue un poco más dificultoso por el hecho de que se encontraba sentado.

Empezó a tocarme con calma, sus manos colándose bajo mi camiseta y sus yemas trazando una línea desde mi pecho hasta mi parte más íntima, haciendo movimientos que enviaban intensas corrientes de placer a través de mi cuerpo. Besé su cuello y abrí los ojos un momento para toparme con nuestro reflejo en el espejo.

Me daba cuenta de todo y veía cómo caía tan rápido en él, dándole una razón más para que piense que me tiene en la palma de su mano. Y desearía parar, pero soy como todo ser humano: de carne débil y amante de lo que no puede tener.

Lo atraje a mí desde su espalda baja e introduje un dedo dentro de él, provocando que cerrara los ojos con fuerza y se apoyara en mi hombro, escondiendo la cara en el hueco de mi cuello.

—¿Estás bien? —le susurré al oído.

No obstante, la única respuesta que recibí fue un impaciente y desaliñado beso en mis labios. Cuando creí que era suficiente, agregué otro dedo y los moví con rapidez para poder pasar pronto a lo que los dos ansiábamos.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora