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Dylan P.D.V.

Al salir de la ducha, pasé mi mano por encima del espejo empañado. En medio de todo ese vapor que cubría la superficie de vidrio, quedó un espacio mucho más claro y limpio. Había un chico pálido frente a mí, de ojos ligeramente enrojecidos, ojeras prominentes que los encargados de maquillaje se encargarían de cubrir, párpados que parecían pesar una tonelada y mechones de cabello húmedo pegados a la frente. Mi mente no era la única cansada y eso era visible para cualquier persona. 

Cuando mis ojos descendieron, una marca pequeña destacaba en medio de la pálida piel en dónde sobresalían mis clavículas; era una mezcla de morado y carmín que comenzaba a desvanecerse, otro recuerdo que Thomas dejó hace dos días atrás. Suspiré y rogué que nada más lo trajera de vuelta a mi memoria, pero al parecer el destino siempre se esfuerza en ir contra mis deseos y yo ya no sé de qué forma puedo luchar contra ello. Desde anoche que intento ignorar el arrepentimiento que apareció al darme cuenta de que pedí tiempo y espacio que en realidad no quería, porque solo esperaba su comprensión y luego tenerlo a mi lado. A veces uno hace lo correcto y aún así es imposible no sentir una pizca de remordimiento si se trata de alejar a la misma persona que quieres tener junto a ti.

Tal vez sí quería estar solo en el preciso instante que le pedí que me dejara en paz, mas tan pronto el día acabó e íbamos de vuelta al hotel dentro de la van, me percaté de lo desesperante que era querer tomar su mano o mirarlo a los ojos y no hacerlo con tal de no cometer un acto tan contradictorio. No quería parecer débil ni tampoco tenía intenciones de retractarme respecto a lo que dije, aunque ahora hay algunas palabras que me gustaría poder tomar con la mano y devolverlas al mismo lugar de dónde vinieron. Lo peor fue recostarme en mi cama y no en la suya, o que él no estuviese en la mía. Pasé horas observando el techo, pensando, cerrando los ojos y tratando de librarme de él por un momento, y no obtuve éxito.

Apoyé ambos brazos a cada costado del lavabo y respiré profundo, observando mi reflejo una vez más y sintiendo mis dedos enrrollándose con fuerza en la fría porcelana. Cuando bajé la mirada y noté que mis nudillos se habían tornado blancos, además del pequeño dolor que estaba sintiendo al ejercer tanta presión, relajé ambas manos y otra vez me miré a mí mismo en el espejo, un suspiro más añadido a la larga lista. Con un último vistazo hacia mí mismo, me encaminé de vuelta a la habitación para ponerme un par de boxers y una camiseta, y caer en la resignación de que no tengo otra alternativa más que meterme bajo las sábanas, apagar la luz de la lámpara y no poder tener ningún control respecto a mi mente, que se encendió y decidió, sin mi consentimiento, trabajar al máximo por segunda noche consecutiva.

Incluso habiendo sentido enojo el día en que dejé salir todo eso que jamás le decía, creo en él y eso me hace querer tenerlo de vuelta. Y podría extrañar sus besos o que hagamos el amor hasta que el cansancio nos obligue a detenernos, sin embargo, esta vez miro a mi lado y veo el espacio vacío en el colchón. Extraño su compañía. Extraño sus brazos alrededor de mí y oír su suave respiración que me asegura que no se ha marchado como lo hizo alguna vez, sino que sigue a mi lado y no planea desaparecer cuando el sueño me haya vencido. Extraño intentar definir sus facciones en medio de la oscuridad, escuchar su risa en nuestras conversaciones nocturnas y ver la forma en que su sonrisa parece brillar y transmitirme alegría instantánea. O simplemente extraño saber que estamos bien, que todo es normal y monótono, porque, después de todo, esa monotonía es agradable y ahora me doy cuenta de ello. Creo que eso es lo que más extraño.

(...)

—¡Dylan!

Abrí los ojos sobresaltado y levanté la cabeza, encontrándome con el rostro de Kaya a centímetros del mío. Se rió un poco y se sentó en la banca del otro costado de la mesa, mirándome con una sonrisa mientras yo me pasaba una mano por la cara, frotando mis ojos con el objetivo de que la somnolencia se fuera. Bostecé una vez más y ella apoyó el mentón en su mano derecha, su sonrisa desvaneciéndose poco a poco.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora