40

5.4K 436 326
                                    

Dylan P.D.V.

-¿Y bien? -hablé después de que ninguna palabra volviera a salir de su boca, siendo la música lo único que evitaba el surgimiento de algún tipo de incomodidad entre los dos.
-Lo siento, es solo que... -Se relamió los labios y los juntó con tal fuerza que lo poco visible de ellos se tornó blanco, un color muy similar a su tez.
-¿Es solo que...? -repetí en un tono interrogatorio, animándolo a continuar. Suspiró y rió con suavidad, imagino que los nervios los tenían así.

No pude evitar la sonrisa que se formó en mis labios sin previo aviso. Tampoco pude evitar que la felicidad abundara en mi interior. Hay algo en Thomas, desde que nos conocemos sé que hay algo en él. Es como si lo que pasa entre nosotros ya no importa, ya sea estemos molestos el uno con el otro o solo yo lo esté, porque lo miro a los ojos, se dibuja esa sonrisa en su rostro y siento que algo dentro de mí explota, enviando calidez a través de mis venas y causando que mi cerebro no halle la manera de darle órdenes a mi sistema nervioso. Siempre será algo extraño, pero es una emoción que desde su aparición me gusta sentir. Tragó saliva, su manzana de Adán subiendo y bajando, luego recargó el codo derecho en el brazo de la silla, apoyó la cabeza en su palma por un momento y nuevamente estiró el brazo, su espalda cayendo en seco sobre el respaldo mientras daba un gran resoplido.

-Thomas, solo...
-Lo siento -me interrumpió y dirigió la vista a mí-. Lo siento, lo siento, lo siento. Si soy sincero, no sé qué otras palabras utilizar y sé que es un intento de disculpa bastante patético, pero...
-Sabes... -dije, impidiendo que continuara modulando el hilo de palabras tan apresurado e incesante. Esbocé una pequeña sonrisa, nunca perdiendo el contacto visual, y proseguí-. Creo que un "lo siento" está bien. Para mí valen mucho más esas dos palabras que un largo y tedioso discurso de perdón en donde mencionas todos tus errores, y después llega ese final tan cliché de las películas románticas.

Reímos al unísono y se pasó la lengua por los labios, la sonrisa desvaneciéndose de ellos, sin embargo, la alegría y calma se presentaba en sus ojos cafés. Un "silencio" rondó entre los dos. Oíamos risas, música, el motor del bus y otros sonidos comunes del tráfico, casi inaudibles por todo el ruido presente aquí adentro. Por un segundo creí que mi estómago no sería capaz de soportar tantas sensaciones, estas siendo algo similar a un nudo que no tenía forma de deshacer.

Mi mano izquierda descansaba sobre el brazo de mi asiento, el cual iba unido al de Thomas. Fue así por un instante, hasta que de repente sentí el tacto de piel tibia y ligeramente suave; bajé la vista, su mano apretó la mía y ese gesto tan simple me significó demasiado.

-Yo... De verdad estoy arrepentido y... -Tomó una bocanada de aire y volví a mirarlo a los ojos-. Ese día que quise hablarte en el bosque deseaba decirte tantas cosas, y entiendo que hayas estado enojado conmigo porque he sido un completo idiota, eso es algo que reconozco y al fin soy capaz de darme cuenta. Además, ahora que lo pienso, puedo tener miles de excusas para mi comportamiento, pero creo que ya no tienen mucho sentido. Bueno, antes en mi cabeza eran excusas válidas... -Reí antes sus palabras y él también lo hizo-. A lo que voy es... La verdad es que no sé exactamente cuál es mi punto -comentó entre algunas carcajadas, a lo que yo sonreí-. Me di cuenta de que me importas, Dyl. Me importas demasiado como para permitirme hacerte más daño.

No sé si esperaba alguna palabra distinta o si solo anhelaba escuchar las mismas que acababa de pronunciar. No sé si esperaba un "te quiero" o si su pulgar acariciando el dorso de mi mano era suficiente para demostrarme su cariño. No tengo la menor idea de si esta vez no aceptaría sus disculpas o solo me rendiría al igual que antes. Lo que sí sé es que las ganas de besarlo allí mismo no me dejaban pensar con claridad.

-Tú también, Tommy -respondí, llamándolo por su apodo después de un tiempo considerable-. Tú también me importas, y mucho.

Sonreíamos como idiotas. La yema de su dedo pulgar mimaba la piel de mi mano, su palma emitía calor, su mirada me atravesaba el alma y la sensación de que nosotros éramos los únicos presentes en el lugar hacía parecer la situación algo bastante irreal. Sin embargo, era lo más real que podría haber estado viviendo y sé que era, tal vez, un efímero instante de felicidad pura dentro de todo el tiempo vivido en un ir y volver constante.

Waiting Game ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora