Un centimano y un carcelera loca

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Thalia y el grupo habían llegado a un lugar del que no habían hecho planes para ir en un primer momento en su vida. La prisión de Alcatraz nunca había sido del agrado de la hija de Zeus, siempre que veía los documentales que le ponían en su instituto sentía como que algo raro podría pasar allí, aunque la gente le decía que era por las personas que había dentro hace mucho tiempo. Pero incluso ahora podía sentirlo y no era una sensación agradable.

Hera les había aconsejado pasar un tiempo fuera del laberinto para no verse afectados por alucinaciones, pero no sabían con certeza cuanto tiempo había pasado Percy allí dentro por lo que Thalia quería volver rápido allí dentro.

Annabeth, por otra parte, sabía que el tiempo pasaba distinto en la superficie, por lo que les aconsejó a Grover y a ella que se tomaran un tiempo.

Para poder aguantar la hiperactividad Thalia comenzó a recorrer el lugar con su arma preparada por si tenía que pelear. Para su pequeño alivio no había nadie encarcelado allí, como mucho algún maniquí que hacía de preso, pero cuando ascendió al segundo nivel se encontró con algo que no había visto en su vida como semidiosa, ni si quiera en la películas que habían sacado en el cine.

Encerrado en una de las celdas había un ser que portaba un montón de brazos por todo su cuerpo y estaba hecho una bola en la esquina de la celda. Thalia se quedó allí mirando un rato sin poder articular palabra, pero el ser la notó antes y se giró para mirarla.

- ¿Quién eres? - Dijo el ser. - Tú no eres la carcelera, ¿Qué haces aquí?

- ¿Carcelera? - Preguntó Thalia para si misma.

Intentó hablar con el ser pero un estruendo proveniente del primer nivel la hizo estremecer. Rápidamente miró por la barandilla viendo como es que una mujer muy rara con animales en su cadera se había presente para luego, la ayuda de un látigo, indicar a sus súbditos capturar a Annabeth y Grover que habían sido pillados por sorpresa.

- Registrad todo el lugar, puede que haya más gente por aquí. - Dijo esta en un tono severo para luego salir del lugar.

- Esa es Kampe. - Dijo el ser. - Rápido, escóndete, si te pillan te harán pasar un infierno, la celda de al lado está abierta, metete.

Thalia decidió no cuestionar al ser y hacer lo que tenía pensado. Se metió y apartó la cabeza de maniquí que había y se metió en la cama. Se quedó allí quieta mientras oía pasos caminar por el pasillo que estaba al otro lado de la puerta de la celda, después de unos minutos que le parecieron horas a la hija de Zeus dejó de escuchar a los seres que estaban vigilando.

No queriendo llamar la atención asomó poco a poco la cabeza de las sabanas en las que se ocultaba miró al exterior. Para su fortuna ya no había nadie y se atrevió a salir. Echó un vistazo rápido a la celda de al lado solo para encontrar al mismo ser sentado en el suelo.

- ¿Qué está pasando aquí? - Dijo Thalia en voz baja haciendo que el ser la mirara.

- Estamos en una cárcel dirigida por los rebeldes. - Dijo el ser. - Ellos se apropiaron de este sitio y encarcelaron a todos los que no los apoyaron, los dejaron aquí hasta que cayeron en el olvido y desaparecieron.

- ¿Tú qué eres? - Preguntó Thalia.

- Un centimano. - Dijo este en un tono derrotado. - He vivido muchas cosas y ahora voy a terminar de esta forma, que patético.

- ¿Por qué no luchas? - Preguntó la semidiosa confundida.

- ¿Para qué? - Dijo este deprimido. - Soy el último que queda de mi especie, todos los demás han muerto o han caído en el olvido, no hay nada que yo pueda hacer, Kampe es muy poderosa y no voy a poder hacer nada contra ella.

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora