Misión, defensa del Olimpo

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Pasaron unos pocos días desde que Thalia había obtenido la marca de Aquiles, por lo que Quirón optó por entrenar a la chica de una forma específica mientras mandaba a pequeños grupos de semidioses a las cercanías del campamento para tener una pequeña idea de como estaba el panorama en lo que se refiere a monstruos y semidioses rebeldes.

En esos días habían conseguido ver solo pequeños grupos aislados de monstruos para hacer una pequeña escaramuza que nunca llegó a suceder debido que les dieron caza al final.

En la actualidad, Percy había sido asignado a liderar el grupo en la noche antes de que llegase el toque de queda. El grupo consistía básicamente en hijos de Ares y algún hijo de Atenea para la estrategia, por lo que él se sentía confiado de que no pasaría nada.

Después de un tiempo, en las cercanías no había pasado nada, no había monstruos ni semidioses rebeldes encargados de espiar, todo estaba en calma. Percy sabia que eso no podía ser bueno, por lo que optó por ignorar por primera vez el mandado de Quirón y decidió ampliar la zona de rastreo bajo el consejo de los dos hijos de Atenea que tenía en su equipo.

Ellos dos aconsejaron que fuesen en silencio y aprovechando cada árbol del bosque para obtener cobertura para posibles ataques. Siguiendo las indicaciones de los dos chicos procedieron.

En unos pocos metros no habían encontrado nada, por lo que aumentaron de nuevo el rango hasta que encontraron una luz y escucharon voz a los lejos, cerca de una carretera. Cuando habían llegado a una distancia determinada habían llegado pudieron notar que era un grupo de tres chicos alrededor de un coche con el capó abierto mientras un cuarto miraba el motor.

- Joder, no había mejor momento para que el coche se estropeara. - Dijo uno de los chicos con los brazos cruzados. - No me gusta este sitio, nos podríamos encontrar cualquier cosa, como un oso o algo.

- No hay osos en Manhattan. - Dijo otro con fastidio. - Como mucho nos encontraríamos con un perro o algo así.

Por esas palabras, Percy dio por hecho de que eran mortales y estuvo por irse, pero el chico que miraba el motor decidió hablar.

- Tío, eres un hijo de Morfeo, podrías poner a dormir a cualquiera que se ponga delante de nosotros, no seas un cobarde. - Dijo él. - Solo tengo que conectar esta pieza y nos vamos, ya hemos hecho lo necesario, por lo que deja de ser un cobarde.

Después de unos instantes el chico cerró el capó y ordenó al resto que se subiesen y se alejaron en coche en dirección contraria a la ciudad, dejando en claro que iban a informar a Cronos sobre algo.

Percy, conforme con lo que había descubierto, decidió volver al campamento junto con sus compañeros, los cuales los que eran descendientes del dios de la guerra no estaban muy bien con haberlos dejado ir.

Por surte para ellos consiguieron llegar antes del toque de queda y, todos menos Percy, se fueron a sus cabañas a dormir. Percy fue a la casa grande para informar a Quirón de lo que había escuchado.

El centauro escuchó en silencio todo lo que el chico tenía que decir.

- Por lo que has contado es obvio que había hecho una especie de misión. - Dijo Quirón. - Mañana pediré a unas ninfas que vallan a ver la ciudad y que me digan si sientes algo que no debería estar allí. - El chico asintió a lo que el maestro le había dicho y precedió a irse a su cabaña. - Descansa hijo, una guerra podría estallar en cualquier momento, debemos estar listos en cualquier momento.

Percy asintió y salió de la casa grande solo para volver a su cabaña y dormir un poco antes de que llegasen todas sus hermanas. La noche de sueño fue tranquila, él era como un fantasma flotando en algún lugar que parecía ser el cielo nocturno ya que podía ver las estrellas y la luna, además de que por debajo de él había un mar de nubes que le impedía ver por debajo de él.

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora