Principio de la locura

80 9 0
                                    

Percy había estado caminando durante un tiempo en ese lugar. En un primer momento había pensado que si caminaba por los pasillos más nuevos de la estructura podría llegar a encontrar una salida, pero para su mala suerte lo único que hizo fue perderse aun más.

Después de unos minutos este comenzó a agudizar el oído para intentar encontrar por el sonido algún lugar que pudiese indicar una apertura al exterior, pero no paso nada. Lo único que había conseguido fue aumentar la frecuencia con la que escuchaba los susurros del aire correr por los pasillos de la estructura.

Completamente perdido y sin saber que hacer en ese momento buscó una habitación grande en la que pudiese descansar. Afortunadamente para él, pudo encontrar una muy rápido, lo malo fue que esa era la misma habitación en la que había caído en un primer momento, por lo que había dado una vuelta enorme solo para acabar en el mismo sitio.

Este se sentó en el suelo mirando el mosaico de Creta y se puso a hacer algo que nunca había hecho, se puso a divagar en voz alta. Siempre le habían enseñado que hiciese el menor ruido posible, por lo que siempre que pensaba para si mismo lo tenía que hacer en su mente, donde las palabras no pudieran asustar a las posibles presas de la caza.

- Si he caído justo aquí. - Dijo para si mismo mirando hacia arriba solo para ver que la zona en la que había pasado ya no estaba. - Juraría que he caído por aquí, bueno, sé que es aquí, he caminado por los pasillos más modernos que había por ver, y eso solo me ha traído de nuevo hacia aquí, por lo que lo más seguro es que no haya salida cercana por esos pasillos, ¿Tal vez debería caminar por los pasillos más viejos esta vez? Así, puede que termine llegando a algún sitio.

Desde la posición en la que estaba contempló los pasillos que parecían tener una pinta más antigua y sin duda estos parecían ser más largos ya que podía escuchar mucho eco cuando volvió a agudizar su oído.

Con un suave gemido de esfuerzo este se puso de pie y comenzó de nuevo su travesía por el lugar. Caminando por los pasajes más antiguos se dio cuenta de una cosa. La estructura griega era muy recurrente. Con solo ver el mosaico de la sala en la que había estado a él le cabía la posibilidad de que podría estar en el famoso laberinto que era protegido por el hijo de la reina de Creta y un toro, es decir, el minotauro.

El hecho de poder encontrarse con ese bicho en un lugar como este era aterrador. No había mucho donde él podría maniobrar y actuar, haciendo que el minotauro tuviese la ventaja al saber más sobre la ubicación y al ser más grande.

Sacudiendo la cabeza este alejó la idea, no se había topado con el ser todavía por lo que no debería preocuparse mucho sobre el tema. En su lugar este comenzó a prestar más atención a los pasillo por los que caminaba.

En ellos había escombros, partes rotas de la estructura y algo que le hizo dar un salto con un grito ahogado. Sentado en mitad del pasillo había una figura que parecía descansar, eso no le fue lo que le asustó en un primer momento, es más, él corrió para intentar saber si esa persona también se había caído y necesitaba ayuda. Pero en el momento en el que llegó vio que la persona estaba vestida con un uniforme de lechero con una chaqueta de manga larga y guantes acompañado con una gorra blanca.

Este fue a tocar su hombro, pero en el momento que lo tocó la cabeza del lechero cayó al suelo mostrando solo una calavera completamente seca. Si bien Percy había visto a un montón de animales y monstruos muertos, no se acostumbraba a ver gente muerta.

Después de dar una cuantas respiraciones profundas logró calmarse solo para que le diese un pequeño ataque de tos debido al polvo que había levantado. Antes de marcharse colocó la cabeza del lechero en su regazo y partió del lugar.

No pasó mucho más mientras caminaba. Mientras el camino fuese unitario el seguía sin problemas. El problema surgía cuando se presentaba una bifurcación, allí tenía que detenerse y pensar muy bien en el camino que tendría que tomar. Debido a que estaba en un laberinto siempre cabía la posibilidad de que hubiese un camino que lo llevase hacia atrás sin que este se diese cuenta, por lo que tenía que gastar mucha energía en agudizar el oído para poder analizar el eco que provenía de los pasillos.

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora