Una escapada a un rancho

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Annabeth estaba delante de la esfinge, la cual miraba con su cara impasible a la semidiosa. Ella se había metido en un concurso de la tele divina para poder pasar a la siguiente sala y las preguntas que le habían hecho eran una estupidez para ella y un insulto a su inteligencia.

Esto hizo que los otros cuatro miembros del equipo se quedaran callados esperando cualquier cosa por parte del monstruo que estaba preguntando, aunque Percy y Thalia sabían muy bien que lo más seguro es que terminara todo en una pelea.

Percy retrocedió un poco hasta estar en la misma altura que Rachel y le dijo en voz baja.

- Busca una vía de escape hacia la superficie, esto va a terminar mal y pelear aquí dentro no sería favorable. - Dijo este haciendo que la pelirroja asintiera y dirigiera su mirada al suelo mientras este tocaba tentativamente el mango de sus cuchillos.

Con la mirada buscó a Thalia, la cual estaba haciendo lo mismo que él con su lanza que ya había aparecido en el momento que entraron en el laberinto.

- Estas preguntas son absurdas. - Dijo Annabeth completamente enfadada. - No marcan la sabiduría que una persona puede llegar a tener, solo es cultura general.

- Disculpa hija de Atenea, pero yo soy quien hace las preguntas. - Dijo la esfinge muy seria. - Si estas dispuesta a enfrentarte al centenar de preguntas que tengo preparadas para ti de acuerdo, si eres lo suficientemente lista podrás pasar, pero si te niegas a seguir me temo que no tendré más opción que pedirte que te vayas.

- No, exijo que se me plantee un acertijo que de verdad me ponga a prueba. - Dijo la hija de Atenea como si estuviese en posición de hacer tal demanda. - Puedo contestar cualquier acertijo que me pongas, adelante, hazlo.

- Veo que los hijos de Atenea siguen siendo así. - Dijo la esfinge en un tono cansado causando que Annabeth alzara una ceja por la mención de sus hermanos y ella. - Unos malditos orgullosos que prefieren sobresalir en su campo aunque eso signifique la muerte de sus compañeros.

Tras decir esas palabras hubo un sonido mecánico que hizo que todos miraran hacia arriba y vieran como unos autómatas cayesen del techo del laberinto.

- He estado tanto tiempo aquí que he hecho de esta sala mi nido. - Dijo la esfinge. - Y por ende el laberinto me ha dado ciertos privilegias de esta sala como el de traer a los autómatas de Dédalo para protegerlo, esta es vuestra última opción, quedaros y responder a mis preguntas, os vais o lucháis, tú decides hija de Atenea.

Annabeth, en ese preciso momento afiló su mirada ante al esfinge. Su mano fue tentativamente hacia la daga que tenía escondida, tentativamente miró hacia sus compañeros y lo que vio la sorprendió, sus compañero parecía tener una mirada resignada, menos Rachel, ella no paraba de mirar al suelo.

- De acuerdo, nos vamos. - Dijo Annabeth sorprendiendo al resto de sus compañeros que la conocían. - No te vamos a molestar más.

Después de eso la semidiosa dejó el pedestal en el que estaba y bajó hasta donde estaban sus compañeros.

- Sabia decisión hija de Atenea. - Dijo la esfinge. - Me alegra ver que alguno de los hijos de la lechuza ha adquirido cierta inteligencia y sabes cuando algo te puede superar.

Con esas palabras dicha, la rubia ya no se pudo controlar. Agarró su daga y la lanzó al cuello de la esfinge. Para su mala suerte esta pudo leer lo que ella haría y apartó la daga de un zarpazo.

- Veo que has tomado una decisión. - Dijo la esfinge. - ¡Atacad!

Los autómatas tomaron posturas ofensivas  y saltaron sobre el grupo que se había quedado atrás. Percy y Thalia tomaron las posiciones defensivas haciendo que Rachel y Grover quedaran por detrás para que estos no sufrieran daño.

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora