El emperador llego a sus aposentos como un demente. Destrozando todo a su paso desesperado.
Sus labios ardían, sus manos ardían, todo su maldito cuerpo ardía.
Deseaba tocarla de nuevo apenas se había separado un momento de ella.
El hechizo de la Qudo era fuerte, muy fuerte, casi más fuerte que él.
Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se percato de la presencia de Morde hasta que el anciano hablo.
-Jakhis... - soltó con esa voz pausada y baja.
Jakhis casi dio un salto. La voz de Morde siempre le había erizado los vellos de la nuca.
-Morde... no sabía que estabas aquí... - soltó con una fingida voz tranquila.
El anciano rio.
-Me han informado que ha... mandado apresar a una... Qudo... mi señor. ¿Puedo saber la razón?
-Yo... creo... ella ha robado algo del palacio. – Soltó Jakhis sabiendo que no podía sincerarse con el líder del consejo, el hombre odiaba a los seres mágicos más que cualquier otro hombre que Jakhis hubiese conocido jamás, seguramente querría mandar a la Qudo a la hoguera en ese mismo instante y Jakhis no se sentia listo para eso... aun.
-Oh... ¿y que ha robado? Mi señor.
-Ammm... una de las reliquias familiares... el... cáliz... de mi padre.
-¿El que descansaba imponente sobre la repisa del gran salón, mi señor?
-Si... ese.
-Oh... curioso, juraría haberlo visto esta misma tarde, mi memoria ya no es la misma de antes. – soltó Morde sonriendo.
Jakhis sonrió también. Detestaba a Morde y su terrible forma de plantear las cosas, ambos sabían que el viejo era un alcon y su memoria era mejor que la del mismo Jakhis.
-¿Desea usted que me encargue de la ladrona Qudo mi señor? No es algo de lo que un emperador se deba preocupar.
Las palabras "No es algo de lo que un emperador se deba preocupar" le gustaban mucho a Morde, y Jakhis casi siempre estaba de acuerdo. Según el consejo, Jakhis no debería de preocuparse por nada más que entrenar con la espada, andar a caballo, saludar a sus súbditos y... retozar con mujeres. Pero esta vez no estaba de acuerdo, de la Qudo se debía encargar él y solo él.
-Está bien Morde... me encargare de la Qudo.
-Mi señor, debo insistir... una sucia Qudo no...
Jakhis levanto su mano. Fue algo nuevo para ambos, Morde era un honorable anciano, jefe del consejo de ancianos que gobernaba Kumora, había estado en el consejo desde que su abuelo fundara el hermoso imperio de Kumora, Jakhis jamás le había faltado al respeto así, pero hoy simplemente no quería falsos halagos ni tener que rechazar los "consejos" del anciano con cortesía. Era el emperador y solo una palabra debería de bastar para hacer entender a las personas lo que deseaba.
Ignoro la mirada del anciano y prosiguió.
-Morde, es todo, gracias, puedes retirarte.
-Como ordene, mi señor.
Morde salió de la habitación con paso lento y Jakhis paso su mano por su cara. Al menos la charla con el anciano lo había tranquilizado, debía recordar lo que sentía por la Qudo. Claramente la lujuria era parte del hechizo y lo enloquecía, pero no debía olvidar quien era y quien era ella.
La odiaba, odiaba a esa chiquilla Qudo. Y ella se había atrevido a negar lo obvio. Se había levantado ante él y se había negado a obedecerlo. ¿Ahora que se suponía que hiciera?
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La prisión del emperador
FantasyJakhis gobernaba el desierto infinito de Kumora. Era un emperador. Un gran emperador. Podía tener a cualquier mujer que él quisiera. Todas y cada una de ellas estarían a su merced y disposición y no se revelarían como esta. ¿Por qué no podía tomar a...