La desesperación del emperador

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Jakhis rugió como un demente. Los guardias se movieron nerviosos y casi temerosos.

-¡¿Cómo... puede ser posible... que-no-la-encuentren?! – grito colérico.

Lanzo la charola con fruta que se encontraba sobre la mesa y esta se estrello contra la pared. La fruta revoto y voló por sobre los guardias.

-Lo lamentamos señor – comenzó de nuevo Caleb – la Qudo al parecer tenía algún cómplice esperándola, o tal vez, uso su magia. Ella simplemente desapareció.

El pecho de Jakhis subía y bajaba fuertemente, como el de una fiera.

-Si no la encuentran para la luna nueva, todos y cada uno de ustedes irán a la guillotina. – soltó tan serio y atemorizante como solo el emperador demente podía.

El ejército salió de nuevo en busca de la Qudo pero el emperador continuo destrozando la habitación.

Como era posible que se hubiese escapado, frente a sus narices.

Se sentía por alguna razón traicionado, aunque sabía que la Qudo había estado con él simplemente para manipularlo, su corazón quería estallar.

¿Cómo había podido ser tan idiota?

Había pensado... había llegado a pensar que ella...

Soltó un grito desgarrador lleno de furia y volcó la mesa, el último mobiliario de la habitación que aún se encontraba en pie.

Esa bruja lo había manipulado, se habia burlado de él, le había sonsacado información... aun no sabia que informacion exactamente había ido a buscar pero esque le habia dicho tantas cosas...

Jakhis se tallo los ojos, estaba exhausto. Se había pasado el día y la noche enteros buscando a Sabina en las salidas del reino y no había servido de nada.

Lo peor era que no solo estaba molesto por su escape, estaba preocupado, ¿dónde estaría? ¿Con quién? Ella era un hermosa mujer, bruja, pero ante todo una mujer, delgada y pequeña. Podría estar en peligro.

La sola idea de que estuviera en peligro lo desquiciaba. Necesitaba encontrarla, por su propia salud mental.

El hechizo de la Qudo se había acentuado aun mas después haber estado con ella. Lo podía sentir, si antes la deseaba, ahora la necesitaba para vivir.

Escucho pasos dirigiéndose a él y se volvió casi en guardia.

Morde entro despacio, con su roja túnica arrastrándole.

-Escuche que la bruja escapo.

Jakhis se sintió incómodo. Avergonzado.

-Yo... he mandado a buscarla...

-Más vale que la encuentres, es necesario que regrese a cumplir su castigo - soltó el anciano solemne.

-Yo veré como la castigo... te he dicho que te mantengas al margen.

Morde lo miro y por un segundo casi, casi se le cayó la careta de venerable asesor del emperador y resaltó la verdadera, llena de desprecio hacia Jakhis.

-Claro mi señor - dijo con humildad guardando sus verdaderos pensamientos para si - es solo que odio que se burlen de usted... ¿que pensara el pueblo?

Una espada enterrada en su vientre le hubiese dolido menos a Jakhis que aquellas palabras. 

Si el pueblo se enteraba de que había sido manipulado, burlado por una bruja Qudo... 

-Mi señor, me ofrezco yo mismo a dirigir su búsqueda si usted así lo desea.

Jakhis asintió, sabía que el anciano tenía sus propias formas de encontrar criminales, había sido el jefe de la guardia por muchos años antes de ser un anciano del consejo.

El anciano asintió y comenzó a retirarse.

-Morde - rugio Jakhis haciendo que el hombre se detuviera en el umbral - la quiero viva.

Morde hizo una mueca pero asintió, después de todo, viva no significaba ilesa, ni siquiera significaba en buen estado. Y cuando él terminará con esa bruja, estaría tan rota que a Jakhis ya no le apetecería jugar con ella.

La desesperación de Jakhis aumentaba con cada hora que pasaba. La Qudo no aparecía y pasaba el día entero pensando en ella, y la noche entera deseándola. Jamás había deseado más a una mujer.

Se levanto y dirigió su pesado cuerpo hasta el enorme ventanal. Estaba abierto y una fresca ventisca entraba insinuante hasta él. Aspiro profundamente recordando el olor de la Qudo, recordando aquellas noches que le avergonzaban tanto como le torturaban y guardaba el recuerdo de su cuerpo para sí mismo en una caja con candado de hierro.

-¿Dónde estás Qudo? – susurro en la noche mientras observaba a Airlia pasearse lentamente por sobre las dunas.

-Te encontrare... lo juro, serás mía de nuevo... - cerro los ojos recordándola, sus suaves labios, su tibio aliento y la forma en la que había susurrado su nombre una y otra vez cada noche – Sabina...

Se dio cuenta de que apretaba con fuerza el marco del ventanal cuando sintió el dolor en sus nudillos.

Se dio cuenta de que su respiración estaba entrecortada y su sangre hervía.

Jamás te podrás librar de mi recuerdo, arderas días y noches enteras hasta tu muerte prematura y solo en el infierno, cuando me vuelvas a ver, encontraras un poco de calma...

Necesitaba encontrarla, pronto. 

La prisión del emperador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora