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Morde hizo una reverencia, Jakhis sabía que el anciano era hipócrita pero la acepto.

-Escuché mi señor, que han encontrado a la Qudo. Debo admitir que no pensé que fuese tan estúpida como para volver, la imaginaba lejos de aquí, en realidad, he enviado un mensajero por mis hombres pues se encuentran buscándola ya muy lejos de aquí.

-Yo tampoco la creía tan idiota. - soltó Jakhis.

-¿Y bien? ¿quiere que prepare la guillotina o la hoguera?

-Yo...

-No pensara dejarla con vida ¿cierto? No después de tal burla contra su persona.

-No... pero... aun no...

-Mi señor...

-Morde, se que esto es... poco honorable pero, necesito un hechicero.

-¿Mi señor?

-Morde... esa Qudo... me ha hechizado... y se rehúsa a quitarme ese hechizo... necesito que alguien lo haga, mientras tanto... ella debe permanecer a mi lado.

El anciano lo miraba estupefacto. Sin duda lo que Jakhis pedía le parecía asqueroso, acudir a la magia para librarse de un hechizo... de una Qudo ni más ni menos.

Jakhis se sentía humillado.

-Mi señor, haré venir a alguien... pero despues, debe prometer que se deshará de la Qudo.

-¿Por qué te interesa tanto? - soltó Jakhis desconfiado.

-Me preocupa que el pueblo lo crea débil, mi señor. Tan débil como para dejarse hechizar por una simple Qudo. Si no pone un alto ahora...

-Lo se, lo tengo claro Morde.

-¿Y... su acompañante?

-No lo sé... no tengo claro quien es... creo que es de la rebelión pero...

-¿Tamed?

-No... no lo creo... ayudaría haber visto a ese maldito antes pero...

-Es escurridizo sin duda. Envía otros a hacer su trabajo sucio.

Jakhis asintió.

-¿Lo necesita también o debo preparar la guillotina?

-Ya esta todo preparado, será ejecutado esta tarde.

-Eso espero Jakhis - soltó Morde - el pueblo cada vez esta más rebelde, casi... descontento. A nadie le gusta tener por líder a alguien... débil. Una ejecución sin duda los hará... reaccionar.

Jakhis sintió sus mejillas arder y por un instante volvió a ser un niño vigilado por los fríos ojos del comité de ancianos.

-No soy débil - soltó con los dientes apretados.

-Eso espero Jakhis... eso espero. - Morde salió por la puerta a paso lento.

El emperador cerro los ojos y lanzó un enorme jarrón que había en una esquina del salón, este se hizo añicos contra la pared.

Necesitaba romper ese maldito hechizo pronto, podía sentir los pedazos que le quedaban de su cordura deshaciéndose poco a poco.

..........

Sabina estaba cada vez más nerviosa, mas irritada y se sentía tan culpable. Sentada en el sofá podía sentir las lagrimas resbalar por sus mejillas hasta caer sobre sus manos.

Tamed estaba en peligro. Jakhis lo mataría y todo era su culpa.

El emperador volvió a la habitación, la Qudo limpio rápidamente las lagrimas sobre su rostro.

Jakhis se acerco a ella lentamente, cuando estuvo frente a ella se puso en cuclillas y levanto su rostro del mentón para obligarla a mirarlo a los ojos.

Llevaba un pantalón negro y una túnica azul zafiro brillante con flores bordadas de plata. ¿Cómo podía lucir tan varonil con una túnica bordada con flores?

-No me agrada que llores por otro hombre. – La voz de Jakhis sonó tan profunda que Sabina instintivamente se alejo un poco.

-Por favor... no lo lastimes.

La mandíbula del emperador se apretó con fuerza y el hombre se levanto con brusquedad.

-Háblame sobre ellos. – pidió dirigiéndose a una pequeña mesa donde descansaba una botella con un licor amarillo y un vaso de vidrio.

La Qudo no dijo nada. No hablaría sobre la rebelión, jamás los traicionaría.

-¿Y bien? – insistió después de tomar el liquido que se había servido. – Habla Sabina.

La Qudo siguió en silencio, con la cabeza baja.

-De acuerdo – dijo volviendo frente a ella. – Veo que les tienes lealtad. – Su aliento olía dulce, como a melocotones. Seguro de aquello estaba hecha la bebida. – Así que, te propondré un trato.

La Qudo lo miro a los ojos, él no demostró ni un sentimiento en su mirada.

-Te quedaras aquí. Te soltare de las cadenas incluso. Serás libre de ir y venir por el palacio a tu antojo. No podrás salir de éste, claro está, pero asistirás a cada fiesta y celebración. Serás nombrada mi consorte oficial y tendrás los beneficios de esto.

-Aun así estaré presa.

-Es lo mejor que tengo. ¿Quieres que te mande al calabozo de nuevo?

La Qudo negó.

-¿Qué ganas a cambio?

-Me hablaras de la rebelión. En donde están, que traman, cuántos de ellos hay. Donde esta Tamed.

-Nunca. Prefiero podrirme en el calabozo antes que traicionarlos.

-Bien. Que nunca digan que no soy un emperador que da opciones. Porque te las he dado.

Dicho esto salió de nuevo de la habitación dando un portazo que hizo temblar la habitación, y a Sabina.

La prisión del emperador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora