Abrió los ojos cuando el sol se poso sobre su rostro. Se había quedado dormida junto al fuego, apoyada en el hombro de Tamed...
Erin se puso de pie casi de un salto. El hombre estaba dormido, recargado en algunas mochilas apiladas.
Se alejo de él haciendo el menor ruido posible y se dirigió a la tienda de Jakhis.
Lo sarandeo del hombro, Jakhis era un dormilón, cuando se acostaba era como una roca, imposible despertarlo con suavidad.
-Jakhis, despierta ya - halo su cabello y eso si lo despertó.
-Ah, te he dicho que no hagas eso.
Erin rio.
-Eres todo un príncipe.
-Emperador. ¿Que pasa? ¿Por qué tanta urgencia?
- Nada, solo... Ya es hora de levantarse.
Erin recordó por qué había entrado corriendo a su tienda y sus mejillas se colorearon.
-Crei que me despertarias para hacer guardia.
-Si, me... Me quedé dormida...
-Erin... ¿estás avergonzada?
-¡No!
-No tiene nada de malo quedarte dormida en la guardia, yo lo hago todo el tiempo.
-¿Que?
Jakhis hizo una mueca.
-No debí decirte eso.
-¡Jakhis! La guardia se hace por algo, no es para que duermas bajo las estrellas. Tonto.
-Nada paso, ni en tu guardia ni en las mías... Así que... ¿Para que discutes? - soltó Jakhis con un bostezo.
Erin salió de la tienda molesta. Eso le pasaba por confiar en un príncipe idiota.
Vio a Tamed recoger las cosas y apagar la fogata y sintió el aleteo de mil mariposas en su estómago. Sus mejillas se tornaron rojas de nuevo.
Demonios. Odiaba sentir eso, odiaba sentir, solo eso. Y ese... Enorme... ¿Dragón? La hacía sentir... Demasiado.
Decidió hacer como si nada pasara, tal vez si los ignoraba, esos sentimientos terminarian por esfumarse.
-Buenos días - saludo.
Sabina iba saliendo de su tienda, era una mujer hermosa, su cabello rojo y sus ojos azules, piel de porcelana y labios carnosos, entendía que Jakhis babeara por ella, aunque no quisiera admitirlo.
La Qudó la saludo con la mano y Tamed se volvió.
-Buenos días, ¿Lista para el viaje? No hay más que comer pero seguro encontrare algo por el camino.
-Estaremos bien, un día sin comer no nos matará.
Tamed frunció el ceño y murmuró algo como, "debo estar mejor preparado"
-No, no te preocupes, no esperabas encontrarnos en el camino, además, Kyllin y yo estamos acostumbrados a no comer durante largos periodos... El que me preocupa es Jakhis, se pone malumorado cuando tiene hambre.
Sabina ya había llegado hasta ellos y al escuchar el nombre de Jakhis se puso algo nerviosa.
Jefferson fue el último en salir de la tienda, estirándose ante los rayos del sol, estaba fresco como una lechuga, y con una sonrisa radiante.
Erin rodó los ojos. Había algo en él que no le gustaba, esque era tan perfecto... Nadie podía ser tan perfecto.
-¡Ey! ¡¿Estás listo Jakhis?!
El hombre volteo y asíntio mientras terminaba de recoger la tienda.
-Bien - soltó Tamed - vámonos.
El grupo de nuevo se puso en marcha, era una larga caminata pero esta vez al menos sabían que llegarían a su destino al anochecer.
El sol era abrasador pero el enorme cuerpo de Tamed lo bloqueaba de Erin. Ella le sonrió cuando lo vio moverse un poco al percatarse que ella recibía un poco de luz sobre su rostro.
Detrás de ellos Jakhis caminaba sin hablar, molesto y sudoroso, jamás había caminado tanto en toda su vida, sus pies lo estaban matando y su estómago seguramente sería del tamaño de su puño.
Killyn iba detrás de él seguramente temiendo que cayese desmayado.
De pronto la Qudó se emparejó a su derecha. Jakhis resopló. Había evitado hablar con ella, verla siquiera y cuando ella se acercaba él se alejaba.
-Toma - la pelirroja le mostró una especie de barra de cereal - no saben muy bien pero son buenas cuando no has comido mucho, te sientes satisfecho, me la dieron en el refugio.
-Claro, seguramente me tragare lo que me des para hacerte más fácil volver a hechizarme. ¿Crees que soy idiota? Cómetela tú. No comería nada que tú me dieras aunque estuviera muriendo de hambre.
Sabina bajo la cabeza aún con la barrita en su mano.
-Lo siento... - soltó alejándose un poco, de pronto Jakhis vio el hocico de Kyllin bajar a su mano con rapidez para arrebatarle la barrita.
El equino deboro la barrita y relincho.
-Bueno, creo que a él si le gustó.
Jakhis la ignoro y siguió caminando.
Llegaron al refugio cuando el sol se estaba poniendo detrás de las dunas púrpuras del norte.
Era más grande de lo que Erin había creído. Desde siempre se había hablado de la revelion pero su padre jamás había querido incluirse en ella. Siempre dijo que trabajaba mejor solo, bueno, solo con ella y Killyn... Y Al...
Pero era enorme, era como... Un enorme mercado. Había decenas de personas que iban y venían charlando y riendo, cargando cestas de ropa y comida.
Todos se alegraban al ver a Tamed y Sabina.
Una mujer muy anciana se acercó y abrazo a Sabina y después a Tamed.
-Me tenían muy preocupada. Cuando Celia volvió sola, temi lo peor. Me alegra mucho que estén aquí.
-Gracias Atiana - sonrió Sabina.
-Tragimos compañía - dijo Tamed sujetando a Erin del brazo, la ladrona sentía el calor emanar del hombre a su lado incluso más fuerte que la noche anterior - ella es Erin - la presento a la anciana, la mujer le sonrió y asíntio - aquí está Jefferson - quien sonrió y saludo como si estuviera en su casa.
Los presentes miraban a los extraños con curiosidad pero alegría en sus rostros.
-Y este... Es Jakhis, el emperador.
Los murmullos comenzaron, la tensión aumento y de pronto algunas personas gritaban.
Erin tomo la mano de Jakhis y Sabina se puso frente a él, al ser tan pequeña en realidad no aporto mucho a cubrirlo pero el acto reflejaba la protección que ella le otorgaba.
-Tamed ¿Te has vuelto loco? ¿El emperador aquí? Es el enemigo...
Los gritos eran cada vez más fuertes hasta que Tamed levanto su mano, la que no sujetaba a Erin.
-Jakhis ha Sido un peón más para los ancianos, eso lo hemos sabido siempre. Él ha despertado, ha logrado salir de su hechizo y es su deseo pelear a nuestro lado. Lo mantendremos con nosotros mientras demuestre estar en nuestro bando. De lo contrario, morirá.
Erin miro a Tamed, parecía hablar muy encerio.
Las personas los miraban con desconfianza pero poco a poco comenzaron a dispersarse continuando con sus deberes.
Erin vio a muchos niños correr alrededor de una enorme hoguera que aún no estaba encendida.
-Marishca los atenderá, tengo algo que hacer - soltó Tamed alejándose de ellos.
Una mujer de mediana edad regordeta y risueña se acercó al grupo.
-Bueno, bueno, seguro tienen mucha hambre.
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La prisión del emperador
FantasíaJakhis gobernaba el desierto infinito de Kumora. Era un emperador. Un gran emperador. Podía tener a cualquier mujer que él quisiera. Todas y cada una de ellas estarían a su merced y disposición y no se revelarían como esta. ¿Por qué no podía tomar a...