Hasta que la magia se siente sobre el trono

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Bredan los llevo hasta tienda en donde les invito a sentarse en unos cojines. Sabina aspiro el familiar olor de la tienda de su maestro. Incienso de canela y flores azarin que solo se conseguían cerca de Montin a donde Bredan tenía que viajar cuando menos dos veces al año por su ración de te.

Había extrañado tanto estar ahí, con su familia, había añorado los olores, sabores, cánticos y el calor de su trova.

-Bien Sabina... es momento, debo aceptar que esperaba que fuera después... algunos años después... - soltó Bredan poniendo la tetera en el pequeño fogón que había dentro de la tienda.

-¿De que hablas?

Bredan miro a Tamed con complicidad de nuevo.

-Tiene que saberlo - soltó Tamed con su voz retumbante.

-Lo se... - Bredan cerró los ojos como si la confección que haría a continuación le doliera. - Sabina... necesito que entiendas que a pesar todo, eres una de nosotros, tú siempre serás una Qudo.

Sabina sintió que tenía un yelmo en el estómago, de pronto se sentía tan pesada.

No se atrevió a hablar, simplemente miro a Bredan con atención, pálida como la cera de las velas que los alumbraban.

-Bueno... hace veintidós años... justo habíamos pasado por Kumora. Apenas habíamos comenzado el espectáculo cuando los guardias del emperador nos echaron. Dijeron que no querían ladrones ni mucho menos hechiceros... nos amenazaron con ejecutarnos si no nos largabamos por lo que, nos levantamos y continuamos nuestro camino. Pero antes de salir de la frontera, encontramos a una chica. Ella era muy hermosa. Tenía el cabello... rojo como el fuego y la piel salpicada de pecas... besos de sol, solía llamarlas mi madre... nos suplico que la escondieramos, que la lleváramos con nosotros... ella huía pero no parecía una mala persona... parecía desesperada. Al principio nos negamos... no queríamos que la guardia de Kumora nos acusará de albergar a una ladrona o algo peor pero ella... ella nos confezo, que estaba en cinta, que si no la ayudabamos, seguramente su bebé y ella, morirían. Así que... la subimos a la parte trasera de un carromato y... se convirtió en una Qudo. Una de nosotros.

Bredan sirvió el te caliente en tres tazas y les ofreció una a cada uno. Sabina sorvio el te que había tomado cientos de veces antes, mientras escuchaba fascinada las antiguas historias de  Bredan, pero esta historia no le gustaba, y el te le supo amargo.

Paso el tiempo y Ameli llego a termino. Al bebe se le ocurrió nacer justo en medio del camino y de una noche de tormenta. Los truenos sonaban y la noche se iluminaba con los relámpagos... esa noche... nació una preciosa niña, de ojos azules como el cielo de verano y el cabello rojo como la puesta de sol. Pero... Ameli... no resistió... ella...

Los ojos de Bredan miraron dentro de su taza con tristeza durante unos segundos antes de continuar.

-Ella sabía que no lo lograría. Así que pidió tomarte en brazos Sabina. Miro a Mary quien la había ayudado en el parto... y le sonrió... le pidió que por favor... te cuidara como a su propia hija... que te amara como a los tantos hijos que había perdido antes de poderlos llevar a termino. Ahí había, una madre con los brazos vacíos y una pequeña que pronto necesitaría un abrazo.

Sabina sintió lágrimas escapar de sus ojos abiertos. Su madre... su madre tan hermosa, de largo cabello rubio y ojos azules tan parecidos a los suyos, esa mujer que la había amado tanto... no había sido quien la llevara en su vientre.

-Ameli murió esa noche pero antes lanzó... un conjuro o una profecía, no lo se... ella dijo: ella será la mujer, con cabellos de fuego, que derribara todo cuanto habeis construido, hasta los simientos. Con su magia fundara un nuevo imperio sobre las cenizas del anterior y restaurará la paz para que al fin, la magia vuelva a sentarse sobre el trono... El trono que por derecho le pertenece.

Sabina desvío la mirada a Tamed quien la observaba con la taza de té que entre sus manos parecía tan pequeña.

-Mery y su esposo Hibam te cuidaron y amaron como su llevaras su sangre. Aunque unos días después de tu nacimiento alguien trató de llevarte...

Bredan miro a Tamed.

-Este hombre vino a nosotros... y dijo que él se haría cargo de ti, pero no se lo permitimos. Dijo que tu padre había muerto y le había encargado tu suerte...

-Y así fue - soltó Tamed - ya has escuchado lo que sucedió con tu madre, ahora te contaré, lo que le ocurrió a tu padre.

La prisión del emperador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora