Dejo al emperador comiendo un plato de estofado y escuchando la interminable charla de Jefferson, decidió ir a ver a Kyllin a los establos, no estaba acostumbrado a estar con otros caballos y mucho menos sin ella asi que le tenía preocupada.
Estaba molesta sin razón, sentia unas intensas ganas de largarse de ahí con Kyllin y no volver jamás, todo aquello no era su problema y ni siquiera debería estar ahí. De no ser por Jakhis... Y su paga, por supuesto...
El hilo de sus pensamientos se cortó cuando vio que había alguien con Kyllin, la pelirroja lo acariciaba mientras el caballo comía de su palma.
-Eso es extraño... - Sabina se volvió - Kyllin jamás acepta comida de extraños, menos se deja tocar.
Erin se cruzó de brazos. Miro a Kyllin pensando que era igual que cualquier hombre, bajando la guardia por un dulce de la mano de una chica linda.
-Note que le gustaron las barritas de avena y miel... Y le traje una, no pensé que estuviera mal...
Sabina era... Una mujer muy extraña. Erin la miro, parecía casi... Timida...
Quiso reír. ¿Timida? Jakhis diría lo contrario. Esa mujer lo había hechizado. Lo había hecho creer que la amaba, lo había obligado a estar con ella...
Erin miro a Kyllin, pensar en Jakhis indefenso ante esa Qudó no le gustaba, lo aceptará o no le había tomado cariño al inútil emperador.
-Escucha, ahora que estamos solas te diré una cosa.
Sabina la miro. Se había recogido el cabello en media coleta y se veía casi inocente con esos enormes ojos azules viéndola con incertidumbre.
-Alejate de Jakhis.
Sabina levanto la barbilla y su mirada se endureció.
-Ahi está... -Erin sonrió - La Qudó a la que Jakhis tanto desprecia ¿No?
-¿Quien te crees que eres...?
-Yo, soy la guardia personal del emperador. Y lo protegeré, incluso de una mujer... Tú has demostrado ser un peligro anteriormente y no permitiré...
-¡Fue un accidente! - soltó Sabina - No era mi intención hechizarlo...
-Al fin admites que lo hiciste.
-¡No! Bueno... Si, pero no era mi intención. Ni siquiera sabía que podía hacerlo.
Erin la miro con la ceja levantada.
-Escucha, no pretendo hechizarlo de nuevo... Me siento muy mal por haberlo hecho en primer lugar... De verdad... Yo...
-No me interesa, no me interesan tus razones ni tus disculpas, solo te advierto, que si te metes con Jakhis, yo te haré pagar...
Sabina iba a decir algo pero escucharon pasos acercándose.
-Aqui están... - soltó Tamed - ¿Por qué no vienen a la fogata? hay ginebra.
Ninguna contesto, ambas miraron en direcciones opuestas hasta que Sabina decidió irse a la fogata. A Erin no le apetecía, prefería quedarse con Kyllin a volver ahí con Tamed.
Pero Tamed no regreso con Sabina, por el contrario, se acercó a Erin y Kyllin quien relincho con disgusto.
-¿No vienes? - pregunto.
-No. Estoy bien aquí.
Se rehusaba a mirarlo siquiera, sentía que de hacerlo no podría evitar golpearlo en el rostro.
-Se que estás molesta, pero no sé por qué... Si me dijeras, me sería mucho más sencillo...
-No estoy molesta - lo miro con el ceño fruncido.
-Molesta y... Herida... Pero no entiendo por qué... ¿Alguien a sido grosero contigo? ¿Hay algo que...
-No estoy molesta, ni herida ¿De acuerdo? Estoy bien, solo déjame en paz.
Tamed la miro, parecía sereno pero su mirada irradiaba fuego.
-Escuchame, puedo saber lo que sientes, pero no por qué, así que tienes que decírmelo para poder arreglarlo...
-No tienes que arreglar nada - soltó Erin furiosa - ¿Por qué no regresas con alguna de tus amiguitas allá en tu harem y me dejas en paz?
Era oficial, se iría, no se quedaría ni un minuto más en ese lugar.
-¿Que? ¿Harem? ¿De que estás hablando?
Erin se acercó a Kyllin para montarlo pero Tamed la sujeto del brazo.
-No te irás.
Erin lo miro, si antes estaba molesta ahora estaba rabiosa.
-¿Y tú vas a impedirmelo, idiota?
Tamed frunció el ceño.
-Sin insultos.
Erin rio y lo empujó. Tamed no se movió ni un centímetro, por el contrario la halo más hacia él.
-Ya suéltame.
-Como dije, solo puedo sentir... Lo que tú estás sintiendo pero...
-Pues ve a sentir a alguien más. Solo déjame.
-No puedo.
-Tamed, suéltame.
-Eres mi Amukdar.
-¿Que?
-Tú eres mi... Destino... Mi pareja destinada.
Erin rio. Mucho.
-Oh no, no verdecito, eso no te va a funcionar. ¿Que? ¿Es lo que le dijiste a Rita? ¿Y a la pelinegra? ¿A cuántas les has dicho eso? De verdad, ¿Te ha funcionado alguna vez?
Tamed tenía la mandíbula tensa y el ceño fruncido.
-No estoy mintiendo y no le he dicho estás palabras a nadie. Jamás. En realidad, yo creí... Que yo jamás, jamás encontraría a mi Amukdar. Soy... Por lo que se, el último dragón. Pensé que jamás encontraría mi compañera, pensé que habría muerto o ni siquiera había nacido debido a la masacre de mi pueblo... Pero tú Erin, eres tú. Te encontré, eres mi pareja, mi amor, mi alma gemela... Cómo lo quieras llamar, no importa. Estamos unidos.
-Yo, no estoy unida a nadie. Me largo de aquí. Déjame en paz.
-No puedo. Una vez que un dragón encuentra a su Amukdar, es imposible que se aleje de ella. Moriría Erin.
Erin rio de nuevo.
-¿Asi que sin mi te mueres? Por favor, busca algo más, eso ya me lo han dicho antes.
Tamed parecía a punto de estallar, Erin se sentía nerviosa y algo temerosa pero no iba a demostrarlo ahora.
-Erin...
-Escucha, esto es muy estúpido, no iré a tu cama por más cuentos que inventes, así que si quieres ir por la tercera ronda de la noche, ve y busca a alguien más.
-Esperaba, poder decírtelo después. Cuando tú estuvieras, un poco más... Acostumbrada a mi... Pero puedo sentir tu molestia, tu... Tristeza y no puedo... Dejar que te alejes...
-Tú, estás demente. Alejate de mi...
Tamed sintió el coraje de Erin sobre todas sus otras emociones. La desicion. Ella se iría, tenía que hacer algo pronto.
No planeaba hacer esto hasta que ella estuviera lista pero ahora no le quedaba más opción.
Tamed soltó su brazo y Erin se dió la vuelta. Subiría a lomos de Kyllin y se alejaría de ese lunático.
De pronto sintió la llamarada sobre ella. El fuego le hizo cosquillas por todas partes, se dió la vuelta para encontrarse con un gigantesco ser alado, verde y escamoso.
-No puede ser...
Kyllin relinchaba a sus espaldas, jamás había estado tan asustado y ella lo entendía. Jamás había estado tan asustada.
El dragón tomo a la ladrona con una garra enorme que le rodeo la cintura y emprendió vuelo hacia el cielo estrellado.
ESTÁS LEYENDO
La prisión del emperador
FantasyJakhis gobernaba el desierto infinito de Kumora. Era un emperador. Un gran emperador. Podía tener a cualquier mujer que él quisiera. Todas y cada una de ellas estarían a su merced y disposición y no se revelarían como esta. ¿Por qué no podía tomar a...