Erin entro en la laguna. El agua estaba fresca y ella le agradeció al cielo por tener el estómago lleno y el cuerpo limpio. Un par de cosas que viviendo en el desierto, no daba jamás por sentado.
Cerró los ojos y pudo sentir como de a poco se hundía en la oscuridad. No había dormido mucho la noche anterior y estaba muy cansada... A su mente llegaron imágenes del porqué su cuerpo estaba tan cansado y abrió los ojos de nuevo, irguiendose y echándose agua en el rostro.
No podía actuar así. No era una adolescente enamorada. Era una ladrona. Una mujer madura, no una tonta que se dejaba llevar por pasiones vanales.
Suspiro. De pronto una corriente de electricidad recorrió su cuerpo entero, poniéndole la piel de gallina.
Él estaba ahí. Podía sentirlo.
Se volvió y lo miro. Ahí de pie, simplemente observandola.
-¿Que haces ahí? - soltó molesta.
-Te espero - soltó el dragón.
-¿Me esperas? ¿Para que?
-Quiero mostrarte algo.
Erin rodo los ojos. Presentía que las cosas se pondrían incómodas de ahora en más.
-Bien, volteate, voy a salir.
Se levantó y se enredo en el cuerpo una manta, cuando se volvió para buscar su ropa lo miro. Tamed no se había movido y seguía mirándola.
-¿Que no escuchaste? Te dije que te voltearas.
-No tengo por qué hacerlo.
-Tamed, estoy desnuda, hay algo que se llama pudor.
Él sonrió, solo un poco.
-No es necesario ahora.
Se acercó aún más y ella dió un paso atrás, lo que la dejo justo al borde de la laguna.
-Tamed, escucha... Se que crees que entre tú y yo hay algo pero... Yo no lo creo ¿De acuerdo?
Tamed frunció el ceño.
-Esque, eso... Lo que pasó. Estuvo bien y todo...
-¿Bien? - pregunto el hombre.
-Si. Bueno, más que bien... En realidad... Pero. Solo fue eso. ¿Si? Un... Sexo grandioso. Y no quiero que se repita ni que estés ahí, acosandome todo el tiempo respirando en mi nuca.
Tamed aún con el ceño fruncido nego.
-No.
-¿Que significa ese no? - soltó Erin.
-No. A eso que dices. No. Estamos juntos ahora. Te encontré. Tu eres mi compañera y eso, no es algo que se elija.
-Tamed.
-Erin. Lo que pasó anoche. ¿Crees que pueda pasarte con alguien más?
-¿Hablas de las llamas? No, no lo creo, no sabía ni siquiera que eso era posible.
-Porque eres mi compañera. Solo mi compañera, mi Amukdar es inmune a mi fuego.
-Si bueno. Pero soy humana Tamed. No dragona, no creo en eso de almas gemelas, seres destinados y amukdares.
Tamed la miro con los ojos llenos de tristeza.
-Lo siento... De verdad pero...
-Ya lo entenderás. Seré paciente... Pero...
-¿Pero?
-No puedo alejarme.
-Tamed...
-Fisicamente... No puedo... Me... Perturba... No puedo pensar en nada más que en ti y si estás lejos... Es desesperante.
Erin suspiro.
-¿Es cosa de dragones?
-Es cosa de Amukdar.
Erin sonrió. Después de todo. El dragón le había dado un tesoro del tamaño de una montaña.
-Volteate, necesito cambiarme.
Tamed la miro con tristeza de nuevo y a ella se le ocurrió una idea.
-Vigila que no venga nadie ¿Si? Creo que ví a alguien por allí.
El dragón, como si de un cachorro entrenado se tratara se dirigió al lugar a donde Erin había señalado.
-Esto de tener un dragón a mi disposición comienza a gustarme - susurro mientras se vestia.
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La prisión del emperador
FantasyJakhis gobernaba el desierto infinito de Kumora. Era un emperador. Un gran emperador. Podía tener a cualquier mujer que él quisiera. Todas y cada una de ellas estarían a su merced y disposición y no se revelarían como esta. ¿Por qué no podía tomar a...