Una vieja promesa

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Sintió las lagrimas caer sobre sus manos, había caído de rodillas, no sabía desde hacia cuanto.

Sintió una inmensa mano sobre su hombro, la pequeña de cabello naranja levantó la vista. Sus ojitos azules se toparon con un enorme hombre barbudo, para la pequeña ahora huérfana aquel hombre parecía un gigante, pero uno amable, sabía ella.

Bredan estaba contra el sol, así que solo podía ver su enorme silueta. Se dio cuenta de que el sol se estaba ocultando ya. Bien, pronto saldría Airlia y la reconfortaría, como siempre que la tristeza la invadía. Aunque esta vez era muy diferente. Esta vez la pequeña Qudo había perdido todo. Todo.

-Descuida Sabina – le dijo Bredan – estarás bien. – La levanto en brazos y la apretó con fuerza. – Nosotros cuidaremos de ti. No te preocupes.

La pequeña miro al cielo, jamás vería de nuevo a su madre. Había sido quemada viva en la hoguera hasta la muerte.

Su madre la había tomado y la había llevado con Bredan muy temprano, antes siquiera de que el sol saliera. De alguna manera, sabía lo que ocurriría.

-Todo está bien, descuida, es solo... que hay algo que tengo que hacer – le había dicho.

La había mirado con tanto amor aquel día, y tanta tristeza. Que incluso con tan corta edad Sabina supo que algo andaba mal.

-Prométeme que jamás dejaras de volar. Que jamás dejaras de ser libre y... tú misma. – pidió su madre poniendo su naranja cabello detrás de sus orejas.

Lo prometió, aunque no supo muy bien que era exactamente a lo que su madre se refería.

-Te amo pequeña.

-Y yo a ti.

Esa era la última conversación que había tenido con su madre. Cuando la trova iba ya muy lejos, Sabina pudo escuchar los desgarradores gritos de su madre. Bajo del carromato aún en marcha, rodo por el camino de tierra y corrió hacia el pueblo. Tardo mucho en llegar y cuando lo hizo, ya era tarde, no era como si hubiese podido hacer mucho de todas formas.

Tiempo después Sabina supo que las personas del pueblo los habían atrapado. Estaban en contra de las brujas y por alguna estúpida razón, consideraron a su madre una de ellos. Su padre quiso salvarla y lo llamaron "amante del demonio" por lo que lo asesinaron también. Lo que salvo a Sabina fue el hecho de que no se encontraba con ellos ese día. Y no se parecía nada a sus padres. A ninguno de los dos. Su madre y padre, ambos tenían el cabello castaño y ojos oscuros. Ella en cambio tenía el cabello naranja y los ojos azules. Cuando llego ante lo que quedaba de la hoguera, nadie sospecho quien era realmente.

Sabina lloraba cada noche recordando a sus padres, incluso ahora, casi quince años después. Los recordaba tan nítidos. Sus sonrisas, sus ojos, sus palabras.

-Prométeme que jamás dejaras de volar. Que jamás dejaras de ser libre y... tú misma.

-Lo prometo.

.....

Jakhis entro en el dormitorio. La visión de la Qudo lo dejo perplejo, casi siempre era así, pero esta vez, la Qudo se encontraba dormida así que pudo admirarla durante más tiempo del acostumbrado.

Estaba tendida sobre un sofá que había arrastrado hasta el pequeño espacio que tenia libre de las cadenas. Lucia tan hermosa. Con ese traje lila y los adornos de toda una princesa.

La habían pintado de las manos y los pies, también el vientre, lucia exquisita. Su cabello se esparcía por el tapiz del sofá y sus labios eran tan condenadamente tentadores. Toda ella le parecía una obra de arte.

Se acerco lentamente, se dio cuenta de que a pesar de estar dormida, lloraba.

La cólera mezclada con la tristeza lo invadió. No la quería llorando... ¿o si...?

Resoplo y pensó que lo merecía. Era la hechicera malvada, no la princesa indefensa, aún ahora podía sentir los estragos de su maldición, rodando por su mente y cuerpo, era una sensación casi insoportable aunque aminorada ahora que la tenia cerca.

Aun así, toco su hombro con suavidad.

Las pestañas de la Qudo bailaron un momento antes de que las claras pupilas se clavaran en él.

Se sentó sin dejar de verlo y luego se levanto. El emperador no se movió por lo que la Qudo termino demasiado cerca de él.

-Jakhis... quienes venían conmigo... ellos son inocentes, los conocí apenas hoy.

Jakhis ni siquiera presto atención a sus palabras. Limpio sus lágrimas con los pulgares y continuo observándola detenidamente. En realidad buscaba indicios de deshidratación o maltrato. Pero no encontró nada. Lucia incluso más hermosa que cuando escapo.

-¿Que les has hecho? Jakhis, ¿que le has hecho a quienes venían conmigo?

Jakhis dejo de mirar cada centímetro de la mujer para centrarse en sus ojos.

-¿Venían más de uno?

Sabina cerró los ojos, menos mal no habían atrapado a Celia, pero Tamed estaba preso, tal vez herido...

-Él no tiene nada que ver con esto... déjalo en paz, solo me ayudaron...

El emperador frunció en entrecejo y tenso la mandíbula. Sabina dio un paso atrás pero cayó sobre el sofá.

-Deshaz el hechizo Qudo...

-El chico... déjalo ir... él solo me ayudo a llegar al pueblo... déjalo ir.

-El hechizo... trata al menos.

-Dejalo ir.

Jakhis se rindió, ella simplemente ignoraba su petición como había hecho desde el primer día que se lo pidió.

-Él morirá. Hoy mismo.

-No... por favor... Jakhis... ellos no... Él no hizo nada malo...

-¿Por qué te preocupa tanto? ¿Es acaso uno de los amantes que has tenido en el escondite de Tamed? - soltó Jakhis mordaz.

-¡No!

-¿No? ¿No es uno de ellos?

-No he tenido... ningún amante... Jakhis... por favor... déjame ir. Te prometo que me iré. Me iré lejos. Nunca volverás a saber de mí.

El emperador rio.

-Eso jamás. Te quedaras conmigo hasta que me quites este maldito hechizo, o yo encuentre quien pueda hacerlo, y vigilare cada uno de tus pasos. ¿Lo has entendido? Hay de ti que intentes escapar de nuevo, porque no sere tan bondadoso una vez más.

Sabina agacho la cabeza, no sabía que mas hacer, sus tácticas de suplica habían fallado y dudaba poder escapar por una ventana una vez más.

Pero algo haría, debía hacerlo. No podía quedarse simplemente ahí, presa. Tenía que huir.

Prométeme que jamás dejaras de volar. Que jamás dejaras de ser libre y... tú misma.

Lo prometo.

La prisión del emperador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora