Los bebes de Tamed

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Faltaba un día para la luna nueva y Jakhis no dudaba en cumplir su amenaza a sus hombres. Estaba a punto de volverse loco al no encontrar ni rastro de su Qudo.

Cabalgaba en su enorme caballo negro, llevaba el cabello atado en la nuca y con una serie de ataduras a lo largo del cabello para evitar que este volara con el viento.

Saldría a buscarla él mismo, simplemente no podía quedarce sentado esperando por más tiempo.

Ya tenía un grupo de hombres en cada pueblo contiguo y más allá, sus hombres habían llegado hasta los Qudo y habían revisado hasta el último carromato pero ni rastro de ella. Y al ver el desconcierto de los otros miembros de la trova no dudaron que la Qudo fugitiva no había llegado con ellos.

Seguro seguía cerca, oculta justo frente a sus narices.

Recorrió el pueblo a trote lento, clavando la mirada en cada joven que veía, pero ninguna era ella.

Cada vez mas colérico mando poner guardias camuflados de civiles por todo el pueblo, incluso ofreció una costosa recompensa por la Qudo, viva, claro estaba. La encontraría, costase lo que costase, de preferencia antes que Morde, no confiaba en él, no cuando se trataba de la Qudo.

.....

Tamed iba delante de Sabina por el ardiente desierto.

-¿No entiendo por qué tanto misterio? - soltó la Qudo cansada, jamás habían ido tan lejos entre las dunas.

-Ya verás - se limito a responder Tamed.

La hizo ir por lugares cada vez más difíciles de caminar, hasta una prominente pendiente. Al dar una curva en el fondo había una cueva.

Estaba oscura y Sabina dudo.

-Aquí están.

-¿Están? ¿Quienes? - pregunto la Qudo algo asustada, dentro sonaba una especie de gorgoreo.

Tamed entro y tomo la mano de la Qudo para guiarla en la oscuridad, Sabina escucho un fuerte soplido y de pronto, una antorcha estaba encendida en la mano de Tamed.

La cueva no era muy grande, pero estaba seca y protegía bien de las tormentas de arena. Olía extraño... ¿eso era... azufre?

-Aquí... míralos. - solto Tamed con un tono curioso, casi... paternal.

Sabina vio entonces, en un rincón de la cueva un nido, hecho con ramas y mantas.

-Tamed... ¿que es...?

-Acaban de nacer, ven, no te lastimaran.

La acerco de a poco ante el enorme nido en donde se encontraban los recién nacidos.

Sabina se tenso cuando escucho un siseo y una lengua bífida le rozo la mano.

-¡Serpiente!

-No, no son serpientes.

Sabina pensó que si parecían serpientes, aunque purpuras, con patas cortas y anchas. Pero esos enormes ojos negros llenos de ternura la hicieron sonreír y acercarse más. Tenían escamas que destellaban en negro y purpura.

-¿Qué son?

-Dragones.

-¿Dragones?

-Acaban de nacer, su madre... fue cazada, supongo, jamás volvió, y he estado proporcionándoles el calor que necesitan para... bueno, estaba a punto de darme por vencido pero, al fin han eclosionado .

Tamed dejo de sonreír al percatarse de la mirada que Sabina le daba.

-¿Tú... los has... encubado?

-Bueno, su madre no estaba, ellos, necesitan mucho, mucho calor para...

La Qudo pensaba que era lo más tierno que había escuchado, un enorme hombre como Tamed al cuidado de un montón de huevos abandonados, procurando tenerlos a salvo.

Lo abrazo por la cintura mientras sonreía a los pequeños dragones purpuras de enormes ojos negros que sacaban su lengua bífida una y otra vez.

Tamed sonrió casi como un niño. Había un brillo en sus ojos que delataba su felicidad y orgullo cuando veía a los dragones bebe.

-Son tan pequeños... bueno, para un dragón.

-Hay dragones de todos los tamaños, estos crecerán poco más que un caballo pero hay algunos tan pequeños como un gato, hay otros tan grandes como...

-¿Una casa?

Tamed asintió.

-Aun más.

-¿Es verdad que tienen tanta magia o solo son animales con mala reputación?

-Los dragones son criaturas sumamente mágicas, manejan dos de los cinco elementos.

-¿Qué harás con ellos? ¿No querrán llevárselos si alguien los descubre?

-Yo los protegeré hasta que puedan cuidarse solos.

-Esta no es tu primera camada ¿cierto? - soltó Sabina.

-No... en realidad... hay muchos nidos por ahi ocultos cuya madre jamás regreso. Yo los busco y hago que eclosiónen... espero que algun día... podamos volver a gobernar esta tierra, como antes. - Soltó mirando a los pequeños dragones con ternura.

Sabina sonrió.

-Seras un gran padre algún día.

La sonrisa orgullosa de Tamed se esfumo. Bajo la mirada y negó.

-No... yo no...

-Por supuesto que si, esto lo prueba.

Tamed suspiro, ¿padre? No, ninguna mujer querría que sus hijos nacieran con cola, una larga y escamosa cola, ni que eructaran fuego. Por lo tanto, los hijos estaban fuera de su vida. En definitiva.

-No me arriesgare a tener hijos cuando se que pueden ser llevados a la guillotina solo por existir.

La sonrisa de Sabina se esfumo.

-Te traje aquí para que vieras... por lo que luchamos. Todas estas criaturas, dragones, niños... es por ellos que lucho Sabina. Ellos merecen... ser libres. Todos lo merecemos.

-Claro - respondió Sabina, no había nada que ella amara más que su libertad. Lo entendió cuando Jakhis la aprisiono.

-Entonces ayúdame. Por ellos, por todos esos pequeños en las carpas, por ellos - señaló a los dragones - por los inocentes que no merecen una vida ocultándose como si debieran avergonzarse  por ser lo que son.

-Pero yo...

-Es tu destino... la profecía...

-Basta, no se refiere a mi. - Solto la Qudo.

-Claro que si. Eres tú, te he esperado por mucho tiempo, cuando te vi en mi carro... oculta entre las ovejas... Sabina, supe que eras tú, que habías llegado al fin. Ayúdame a derrocar a Jakhis.

Sabina negó.

-No puedo...

Tamed suspiro.

-Sin presiones... solo, piénsalo... se que no es justo pero la vida de inocentes está en tus manos. Es tu decisión... dejarlos morir o luchar por ellos.

La prisión del emperador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora