Un ciclo de luna volvió a pasar. Jakhis estaba desesperado. No encontraba aun a Sabina y tampoco a Tamed. Ni siquiera alguno de los monstruos de la rebelión habían logrado atrapar.
Resoplo mientras se pasaba la mano por la frente.
-Pensamos que vendrán en cualquier momento, sabe que Tamed no puede estar mucho tiempo sin venir a husmear. Además... hemos puesto una trampa.
Jakhis miro a Caleb con atención.
-Hemos esparcido el rumor de que quemaremos a algunas brujas y un hibrido.
Jakhis lo pensó, tal vez funcionaria, después de todo Tamed era un salvador. Siempre rescatando a los más débiles, sin importar cuánto se arriesgara.
-Bien... avísame ante cualquier movimiento.
El emperador suspiro cuando se encontró solo. Había vuelto a su tan apreciada rutina pero ahora todo le aprecia vacio. El ejercicio, dar órdenes, visitar su imperio, incluso las comidas. Todo era insulso. Necesitaba a la Qudo para darle sentido a su existencia de nuevo. Y claro, para poder volver a dormir. La falta de sueño lo estaba trastornando. No lograba dormir pensando en ella y si lo lograba la soñaba y despertaba iracundo y deseoso de poseerla. Era un infierno.
Jamás te podrás librar de mi recuerdo, arderas días y noches enteras hasta tu muerte prematura y solo en el infierno, cuando me vuelvas a ver encontraras un poco de calma.
-La necesito – murmuro. – Para salir de este infierno.
......
-Quiero ir – insistió de nuevo Sabina.
-No.
-Tamed, por favor.
-Es peligroso.
-Tamed... necesito saber si mi trova...
-No Sabina, yo te traeré noticias.
Sabina tomo su brazo y lo retuvo.
-Tamed por favor. Necesito ir. – Sabina suspiro – Necesito salir de aquí. Soy una Qudo, no puedo estar en el mismo sitio más de unos cuantos días, llevo casi dos ciclos aquí. Por favor, siento que me asfixio.
-Mejor eso que ser capturada y lanzada a una mazmorra o peor... la guillotina.
-Seguramente ya no me están buscando. Hace muchos días que huí, deben pensar que morí en el desierto o logre escapar.
Tamed ignoraba la obsesión del emperador por lo que también lo pensó. Después de todo, era solo una Qudo prófuga, tal vez nadie la reconocería. Sabía que a él no lo reconocerían.
Suspiro y sonrió al fin.
-De acuerdo.
Sabina rio y salto a sus brazos gritando infantilmente. Gesto que no paso desapercibido por Celia quien ya se encontraba sobre la carreta.
-Vamos.
Sabina se puso un manto gris sobre su cabello naranja. Combinaba con las prendas que llevaba, un pantalón de lino gris y una blusa blanca aunque por el uso estaban tan desgastados que lucían de un gris bastante pálido.
Irían por provisiones para el campamento y unos cuantos rebeldes más que salvarían de la hoguera. Celia y Tamed lo tenían ya todo planeado y Celia puntualizo que Sabina solo arruinaría las cosas.
-Sabina se quedara a mi lado en todo momento y si las cosas se ponen difíciles hará exactamente lo que yo diga ¿cierto Sabina?
Sabina asintió, ella solo quería salir de aquel claro, ver a más personas, un mercado, una plaza, música, comida, carromatos... el palacio. Lo había visto mil veces desde la ventana de la torre en la que estuvo prisionera pero estar abajo, ser una persona las personas entre la muchedumbre... la perspectiva la llenaba de emoción.
Celia bufo y perduro molesta hasta que la entrada al pueblo se asomo.
Sabina miro a Tamed y abrió la boca y los ojos muy grandes.
No lo reconoció. El hombre que iba a su lado era rubio, de ojos azules, sin barba y un poco más bajo de lo que Tamed era usualmente.
Sabina sonrió recordando la primera vez que lo había visto.
-Olvidaba que puedes lucir como se te antoje. Debo decir, que me agradas mas así que con aquel horrendo bigote. - Tamed sonrió.
Sabina miro a Celia quien de pronto parecía nerviosa.
-¿Tú no cambiaras tu aspecto?
-Yo no necesito hacer eso.
-Es la primera vez que Celia viene, y solo accedí a atraerla como parte de su entrenamiento.
-Así es, el mío no es solo un capricho estúpido que nos podría poner en riesgo a todos. – escupió la morena.
Sabina bajo la mirada, realmente esperaba no ser una carga.
Cuando traspasaron la entrada Sabina miro en todas direcciones. ¿Para donde se suponía que quedaba Coraj?
La mano de Tamed aprisiono su brazo.
-No te traje para eso. – soltó al intuir sus pensamientos. – Dijiste que te quedarías... por lo menos... un tiempo.
-Ya me he quedado un tiempo, si no me voy ahora, tal vez no los alcance.
Tamed apretó la mandíbula.
-No necesitas el camino... ahora... nos tienes a nosotros. La rebelión, te protegerá, es a donde perteneces.
Sabina sabía que Tamed no entendía que para ella estar anclada a un lugar era una prisión. Necesitaba ir y venir con el viento. No era un árbol que permanecía toda la vida en un solo lugar.
-Los pequeños pronto necesitaran aprender a volar, no podre hacerlo solo.
-Tienes a Celia. Y el resto de los rebeldes.
-Pero quiero que seas tú. Nos necesitas tanto como nosotros a ti... - Tamed la miro y ella supo que se refería a la profecía.
-Mi tropa... son mi familia Tamed.
Tamed miro el suelo. Había tanta tristeza en su rostro.
-¿Y si esperas a que vuelvan? ¿Tarde o temprano regresaran ¿no?
-No lo sé... aquí... les han robado a una de los suyos, no sé si regresaran. Además, seria dentro de mucho tiempo no puedo...
-Por favor – suplico con los ojos cerrados. – Quédate...
No se puede explicar lo que sintió Celia en aquel momento. Una intensa ira y una tristeza como jamás en su vida había sentido. Esto, ver al hombre que amaba e idolatraba suplicar a esa... esa Qudo, fue algo que no pudo soportar.
Entrecerró los ojos mientras el fuego en sus palmas le provocaba un dulce cosquilleo.
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La prisión del emperador
FantasyJakhis gobernaba el desierto infinito de Kumora. Era un emperador. Un gran emperador. Podía tener a cualquier mujer que él quisiera. Todas y cada una de ellas estarían a su merced y disposición y no se revelarían como esta. ¿Por qué no podía tomar a...