Jakhis bajo al calabozo, llevaba una mezcla de emociones dentro de su cabeza y su pecho.
Sabina había vuelto y sentía que su corazón rebosaba de felicidad. La había hecho suya de nuevo, y sentía que su pecho se hinchaba de orgullo. Tal vez no la tomo como hubiese querido, como había estado soñando durante todo el tiempo que no la tuvo, pero al fin, sentía un poco de descanso. Cuando regresara la tomaría de nuevo, y de nuevo, y de nuevo. De todas las formas posibles, duraría tanto tiempo como deseara, después de todo, ahora que la tenia lo que le sobraba era tiempo.
Sentía también cólera, la Qudo se había rehusado a decirle con quien había estado y solo de imaginarla con algún otro hombre sentía ganas de rugir. Cuando la vio ahí, llena de polvo y vestida con harapos sintió tristeza, ella no debía ir por ahí como una andrajosa, sino como una reina. Su reina... no... era una Qudo después de todo, una ladrona, una hechicera. Tallo sus ojos con las palmas de sus manos, el haber estado con ella debió de haber reforzado el hechizo, se dijo, ahora sentía... que era un monstruo al haberla encadenado en su alcoba. Ella era tan frágil, tan inocente...
De nuevo, empujo los molestos pensamientos fuera de su mente. Sabina era peligrosa, debía recordarlo.
Al fin llego hasta la entrada del calabozo. El guardia abrió e hizo una reverencia.
Caleb ya estaba ahí.
-¿Quién es?
-Dice llamarse Jacin. Un comerciante de telas y otros artículos que pasaba por el pueblo.
Jakhis se acerco lentamente. Lo miro por entre las rejas sin demostrar más que indiferencia aunque en el fondo quería golpear algo, preferentemente a aquel hombre.
-¿Quién eres realmente?
El hombre lo miro a los ojos, casi retándolo. Esos ojos azules parecían sonreír aunque el emperador noto que había algo mas detrás, ¿preocupación?
Antes de que el rubio continuara mintiendo, Jakhis hablo de nuevo.
-¿Eres parte de la rebelión?
El rubio sonrió de lado.
-¿La rebelión?
-No juegues conmigo. Puedo mandarte a la guillotina ahora mismo.
-No he hecho nada.
-Mi gente... me considera un emperador bondadoso. – comenzó con voz tenue, como cuando se dirigía a su corte, a su pueblo, o algún embajador de alguna lejana tierra.
-Seguro los que tienen magia podrían diferir. - soltó el rubio detrás de los barrotes.
-No les falta alimento, mi pueblo es uno de los más ricos de oriente, se les permiten festividades y yo... rara vez castigo a alguien. - prosiguió Jakhis ignorando sus palabras - Evito castigar sin una causa verdaderamente importante y ellos lo saben... pero tú... no eres parte de mi pueblo. A ti, te lastimare... te humillare y hare que te arrepientas de haber llegado hasta aquí.
El rubio dejo de sonreír, en sus ojos apareció un brillo de ira.
-Lo mismo que haz hecho con los mágicos desde hace quinientos años... ¿Acaso ellos no son tu pueblo? También han nacido en Kumora ¿no es así? Esta tierra le pertenece a las criaturas mágicas desde mucho antes de que tu abuelo llegara y se adueñara ella.
-Mi abuelo conquistó esta tierra inhabitada, cuando no había más que escoria que se arrastraba. Y construyó un imperio sobre ella. - dijo Jakhis con la mandíbula tensa.
-No fue más que un ladrón cobarde.
-¿Es lo que Tamed les ha hecho creer?
-Es la verdad. Y pronto, todos lo verán. Dejaran de ver a tu abuelo como un héroe y comenzarán a verlo como lo que fue, un tirano y un asesino. Justo como tú.
Jakhis rio.
-No creo que alcances a ver nada de eso, puesto que morirás esta misma tarde.
-Puedes hacerlo, haz lo que se te plazca conmigo... pero Sabina... déjala ir. Ella es inocente y no merece el encierro. Y tú lo sabes.
-Ella es una bruja. Y cabe señalar que me pertenece. – El emperador sonrió de lado justo como hacia unos momentos lo había hecho el rubio – y ni tu ni nadie, me dirá que hacer con ella.
-Si no la liberas... te atendrás a las consecuencias.
-¿Ah sí? ¿Qué harás? - soltó Jakhis con burla - ¿Llamaras a tus amigos los monstruos? ¿Llamaras a Tamed? Hazlo... lo estoy esperando... desde hace ya mucho tiempo.
El rubio volvió a sonreír.
-¿Cómo sabes que no está ya en tu pueblo? Esperando el momento adecuado para atacar, para entrar en tu dormitorio y cortarte la garganta de lado a lado.
Jakhis levanto el mentón y sonrió, completamente esta vez.
-Quiero ver que lo intente, ese cobarde, jamás da la cara. Es solo un maldito nombre que los monstruos adoran. Pero pronto... dejara de ser solo un nombre para convertirse en algo mas, en una cabeza empalada en la torre más alta de mi palacio. Lamentara el día en el que decidió ser un héroe. Lamentara haber alejado a la Qudo de mí.
El rubio en la celda frunció el ceño.
-Incluso pareciera que la Qudo te interesa más que como una mascota Jakhis. Ten cuidado, la gente podría pensar que en realidad, si tienes corazón. Eso sería una muy buena noticia para tus enemigos, tendrían un lugar al cual apuntar cuando te tengan frente a frente.
El emperador rio con esa voz gutural.
-Por suerte nunca se enteraran.
Se dio la vuelta y comenzó a caminar a la salida.
-¡Mátenlo! – ordeno antes de traspasar el umbral.
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La prisión del emperador
FantasyJakhis gobernaba el desierto infinito de Kumora. Era un emperador. Un gran emperador. Podía tener a cualquier mujer que él quisiera. Todas y cada una de ellas estarían a su merced y disposición y no se revelarían como esta. ¿Por qué no podía tomar a...