Hogueras

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Esa noche, cuando el emperador subió a la torre, encontró a la Qudo llorando, con la mejilla enrojecida, desvariando sobre hogueras e implorando libertad.

El emperador bajo iracundo hasta los aposentos de Morde.

El anciano abrió la puerta y lo miró a los ojos.

Jakhis había aprendido desde niño a respetar a aquel montón de ancianos, su padre y el padre de su padre le habían impuesto a estos hombres como jueces y verdugos de su pueblo pero él era el emperador, no ese montón de viejos y Jakhis estaba harto de ellos, en especial de Morde.

-¿Cómo te atrevez? Di una orden. De la Qudo me encargo yo - ladro el emperador.

-Disculpa Jakhis, estoy preocupado por ti, es todo. - soltó el anciano con voz calmada.

-Se perfectamente lo que hago. - dijo Jakhis con los dientes apretados.

-No lo creo, puesto que te has dejado manipular por esa mujer al grado de venir aquí, a retarme a mi... por defenderla a ella... yo soy uno de los ancianos de tu consejo Jakhis, ella una bruja Qudo... sin embargo... vienes aquí... te pones contra mi que es lo mismo que ponerte contra tu pueblo.

Jakhis dio un paso atrás, el peso de la verdad era demasiado.

-Aun así... yo... te ordene que no... - soltó Jakhis con menos determinación.

-No me ordenarse que no hablase con ella, ni nada parecido que yo recuerde - soltó el anciano tranquilo, con cada brazo dentro de la manga contraria de su roja túnica - lo lamento Jakhis... no sabía que violaba alguno de tus mandatos, pero es necesario que comprendas que esa mujer no puede quedarse más tiempo

-No la liberare - soltó Jakhis, que solo de pensar en la posibilidad sintió sus tripas retorcerse.

-No me refería a eso, ella no puede irse ahora, no sabemos que ha venido a buscar, y más aún, si lo ha encontrado.

Jakhis volvió a sentir sus tripas retorcerse al recordar que de unos días acá, se quedaba a charlar con la Qudo después de haberle hecho el amor. ¿Y si en una de esas tantas charlas la Qudo le había sonsacado la información que buscaba?

-No... - soltó más para tranquilizarse a si mismo.

-Creo que lo más sensato sería que...

-No - tajo Jakhis mirando al anciano a los ojos con odio.

-¿Entonces que planeas hacer? ¿Mantenerla aquí como tu concubina? ¿O como tu... el cielo nos ampare, esposa?

Jakhis trago saliva. No podía hacerla su esposa, ni siquiera su concubina... ella era una Qudo por los dos dioses.

-Será mejor que te decidas muchacho. Un emperador no puede darse el lujo de jugar con fuego y esa Qudo... es una maldita hoguera. Una hoguera que solamente espera, el momento de desbocarse e incendiarlo todo.

La prisión del emperador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora