Esto no es amor

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La Qudo solo escuchaba el ir y venir de un montón de personas. Al parecer, la sala redonda fuera de la habitación de Jakhis era una especie de sala de juntas porque se escuchaba un gran alboroto.

Muchos hablaban sin dejar a otros hacerlo, se escuchaban varias voces entremezcladas. La potente voz de Jakhis se alzo entre las demás pidiendo silencio y de pronto, todos callaron.

La Qudo no pudo escuchar más ya que comenzaron a hablar moderadamente. Podía escuchar en la voz del emperador una gran ira y la Qudo solo podía esperar.

Desde la ventana, se podía alcanzar a ver la plaza, en donde asesinaban a los ladrones y hechiceros. Así que Sabina sabía que Tamed estaba a salvo aun, porque nadie se había congregado a ver una cabeza ser separada de su cuerpo.

Levanto la vista hacia Jakhis. Su cabello estaba despeinado y lucia ciertamente intimidante. Estaba molesto.

Se acerco a ella mientras se quitaba del cuello una cadena de plata. Esta tenía una llave. Sabina miro esta llave con hambre, era la llave que la liberaría de las cadenas que la apresaban.

Jakhis abrió los grilletes, liberándola a fin de las cadenas que sostenían sus muñecas.

-La puerta esta cerrada con llave y custodiada por guardias, no intentes escapar porque sería inútil. - soltó Jakhis liberando sus tobillos.

-¿Por qué discutían? - pregunto buscando cualquier otra cosa de que hablar. Necesitaba distraer al emperador de alguna forma, hacer que bajara la guardia.

-No es tu asunto. Cosas del reino.

-¿Y... el chico que venía conmigo?

Jakhis la miro y entrecerro los ojos.

-Esperando para ser ejecutado.

-Jakhis...

-¡No! Te has rehusado a colaborar, asi que haré las cosas a mi modo. El chico será ejecutado esta tarde y punto final.

-Jakhis no puedes hacer algo si, es injusto...

-¿Injusto? ¿Soy injusto por tratar de proteger a mi pueblo? ¿Soy injusto por retenerte aquí cuando eres tú quien se rehúsa a quitarme este maldito hechizo?

-¡No te hechice! - grito Sabina golpeándo el pecho de Jakhis con sus puños. - lo que sientes por mi no es un hechizo.

-¿Entonces que es? ¿Amor? - pregunto tomándola por los hombros con fuerza. Sus ojos la miraban con fiereza - No Sabina, esto no es amor... El amor no es asi...

Lágrimas brotaron de los ojos de la Qudo.

-¿Por qué no puedes solo aceptarlo?

-Esto no es amor - la zarandeo.

Sabina lo empujo pero no logro apartarlo.

-¡Entonces déjame! ¡Déjame ir!

-¡No puedo! Necesito tenerte... no puedo estar sin ti... es un infierno... pero acabará pronto.

Jakhis la lanzo a la cama con fuerza, subio sobre ella y la inmovilizo tomando sus dos manos entre una sola suya. Atrapo sus pequeños labios entre los suyos y comenzó a acariciar su vientre decorado con tinta.

De a poco, muy lentamente le quito las estorbosas prendas que llevaba. Beso cada centímetro de su piel, acaricio hasta el último rincón de su cuerpo. Su lengua ávida recorrió cada camino que ella misma formo.

Sabina odiaba desearlo tanto, odiaba que sus labios la hicieran olvidar todo pero lo hacían, solo una caricia suya era capaz de apaciguar el ardiente fuego que había en su interior.

Los suspiros de la Qudo no hacían más que alimentar el ego del emperador. Y el deseo.

-Te he deseado tanto. Cada noche sin ti... ha sido un infierno.

-Sí – murmuro Sabina al no poder articular mas palabras.

-Había deseado tanto hacerte mía de nuevo. Soñaba contigo cada vez que lograba dormir y pensaba en ti cada segundo de lucidez.

-Si – repitió la Qudo.

-Dime... ¿me has extrañado también?

-¡Oh si! – grito como respuesta y juramento pues el enorme emperador decidió entrar en ella en ese preciso instante.

Su lengua danzaba sobre la suya y el emperador se sentía ebrio. Ella sabía a vainilla y a fresas y era embriagante. Su pequeña y rosada lengua bailaba dentro de su boca mientras su hombría entraba y salía de ella una y otra vez. No podía ser más satisfactorio.

Al fin se sentía completo. Al fin se sentía en paz.

Las piernas níveas y tersas de la Qudo se encontraban enredadas en su cintura, como prueba de que lo quería tan cerca como fuese posible. Y no había nada que él pudiera negarle en aquel momento. Así que se alejo hasta casi salir de su cuerpo y se dejo caer sobre ella con fuerza. Haciendo que su vientre estallara de placer. El líquido salió de él como lava y sintió como la Qudo se retorcía bajo su cuerpo. Casi desfallecía. Cayo a un lado de ella mientras la abrazaba con fuerza. No había nada en el mundo que se la arrebatara ahora y retaba al mismo destino a intentarlo.

Pronto se daría cuenta de que retar al destino había sido algo muy estúpido.

La prisión del emperador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora