Revelacion al emperador

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-¡SON TODOS UNOS INUTILES!!!

El emperador estaba fuera de sí, la luna nueva había pasado y la Qudo no era encontrada. Les había prometido que de no hallarla, las cabezas de todos a quienes había enviado a buscarla caerían y estaba dispuesto a cumplirlo.

Caleb, temeroso de la ira del emperador trataba de calmarlo.

-No podemos perder a tantos hombres. Ellos hacen lo que pueden, por favor, denos más tiempo.

-¡¿MAS TIEMPO?!

El emperador estaba rojo de ira. Había estado ejercitando como lo hacía diariamente antes de que la Qudo apareciera en el pueblo moviendo su cintura y sus manos, y sus ojos destellantes hacia él. Para el emperador había sido casi un ritual cuidar de su cuerpo apenas el sol saliese. Pero desde que la Qudo había aparecido no lo había hecho, había estado demasiado ocupado tratando de sacarla de su cabeza.

El sudor corría por su vientre surcado por líneas que demostraban el arduo trabajo físico del hombre y se quito los pantalones de lino que llevaba. Entro en el agua fría aun balbuceando improperios contra los soldados.

Sabía que perder hombres por su propia mano era desventajoso, pero le llenaba de rabia saber que no habían encontrado a la Qudo. Mas rabia aun le provocaba saber que él mismo había salido en su búsqueda y había regresado con las manos vacías. Su cabeza parecía a punto de estallar. Esa maldita Qudo, no lo dejaba descansar ni estando lejos.

-Además... justo ahora, necesitamos a todos los hombres que sean posibles mi señor – continuo Caleb, ajeno a los pensamientos del emperador – tenemos noticias de que la revolución se hace más grande cada vez. Tamed está recolectando hechiceros de todas partes de Kiev. Todo el que se siente abandonado o en peligro acude a él... se está haciendo muy famoso...

Jakhis que había estado recostado en la tina con los ojos cerrados tratando de relajarse se levanto de pronto.

-¡Todo aquel que se siente abandonado o en peligro! – Le grito a Caleb como si fuese lo más obvio del mundo – ¡Sabina está con él! ¡Con ese desgraciado! ¡Es por eso que no la encontramos!

Se tomo la cabeza con las manos desesperado. Por más que trataban jamás habían encontrado el escondite de Tamed, se decía que estaba protegido por todo tipo magia y que solo podías llegar a él si conocías el camino.

Jakhis deseó que Sabina no estuviese con él, lo deseó con todo su corazón. La rebelión lo sacaba de quicio, pero jamás había intentado exterminarlos definitivamente porque, a pesar de ser unos adefesios, tenían derecho a la vida. Aunque el consejo opinara lo contrario. Y mientras se mantuvieran lejos de Kumora, por él estaría bien.

Pero ahora, se prometió que si tenían a Sabina, destruiría a cada hombre, mujer y niño, quemaría el escondite del revoltoso de Tamed hasta que no quedaran más que las cenizas y a él... a Tamed lo destrozaría miembro por miembro.

Caleb dio un paso a tras cuando el emperador lo miro. Esa mirada solo podía presagiar caos y desesperanza. Y temió.

-Encuentra a la rebelión. Tráeme a Tamed.    

La prisión del emperador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora