El griterío en el campo de Quidditch era completamente ensordecedor. Provenía de forma especialmente sonora desde las gradas de color rojo y dorado, y desde las de color verde y plata. Era el primer partido de la temporada, pero todos los alumnos estaban de acuerdo, con mayor o menor grado de entusiasmo, en que los partidos entre Slytherin y Gryffindor eran especialmente emocionantes.
Y no solo había emoción en las gradas; el estrés que se respiraba en los vestuarios era casi palpable.
—Ya lo sabéis —decía Harry, mirando a su equipo al completo y pasándose la mano una y otra vez, de forma compulsiva, por el ya de por sí alborotado cabello—, este es el primer partido del curso, así que no hay tanta presión. Siempre se puede remontar en el caso de que haya que hacerlo. Pero creo que no es necesario que os recuerde que es contra Slytherin, así que... —dejó la frase inconclusa, pero sus compañeros asintieron con la cabeza, indicando que lo habían entendido—. Hagámoslo lo mejor que podamos, ¿vale? Como lo hemos entrenado. ¡Venga, vamos!
El equipo lanzó una exclamación colectiva de ánimo y, tras darse numerosas palmadas de apoyo, salieron al campo a grandes zancadas, en medio de los gritos de apoyo de su Casa y los abucheos de la Casa de las serpientes. Harry fijó su atención en Ron mientras salían, deseando ver que había encontrado una manera de controlar sus nervios. Pero la palidez casi láctea de su amigo le demostró que no había nada que hacer. Ahora todo dependía de la suerte.
—¡El equipo de Gryffindor ya está en el campo! —gritó lo más jovial que pudo Justin Finch-Fletchley, el comentarista en ese partido, vigilado atentamente por la profesora McGonagall. El chico se notaba nervioso, pues era la primera vez que hacía de comentarista, pero daba lo mejor de sí—. ¡El primero en salir es Ron Weasley, seguido de su hermana Ginny Weasley, y detrás vienen Robins, Feriwinck, Sloper, Peakes y, por último, el buscador y capitán Potter!
El equipo de Slytherin aún no había salido al campo, de modo que los de Gryffindor aguardaron en mitad del estadio, sonriendo y saludando a sus compañeros leones.
—¡Y aquí viene el equipo de Slytherin! —anunció Justin, al cabo de pocos minutos—. ¡En primer lugar tenemos a Pucey, después a Bletchley, el capitán Montague, Urquhart, los golpeadores Crabbe y Goyle, y el buscador Malfoy!
El equipo de Slytherin se colocó frente al de Gryffindor, en actitud desafiante, en medio de los vítores de su casa. Desde la distancia, Malfoy buscó la mirada de Harry y sonrió de forma maliciosa. Éste le devolvió la sonrisa con creces.
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En las gradas de los Gryffindor, como no podía ser menos, los leones abucheaban y silbaban al equipo de Slytherin, aunque con habituales excepciones.
Neville observaba con una pequeña sonrisa llena de admiración a Seamus y a Dean, que vociferaban con especial entusiasmo a las serpientes, junto a una Hermione que los contemplaba con expresión contrariada. Solo era un juego, pensaba la joven. Un partido escolar. No había que tomárselo tan a pecho.
Hermione sacudió la cabeza, desechando la inútil idea de recriminarles nada, y devolvió la vista al partido. Su mirada se posó en Ron, y vio que, tal como temía, su piel lucía un tono verdoso. Suspiró con tristeza. Esperaba que con el paso del partido lograse tranquilizarse, o sus probabilidades de ganar se reducirían bastante. Miró el otro extremo del campo y la rubia cabellera de Malfoy atrajo su mirada. Todos sus compañeros eran morenos, y él resaltaba notablemente. En ese momento, el rubio miraba a Harry fijamente, sonriendo con burla. Incluso desde la distancia, sus bellos pero gélidos ojos refulgían malas intenciones.
Hermione resopló y se obligó a apartar la mirada hacia otro punto del campo. Incapaz de contenerse, llevó una mano al bolsillo de su abrigo, y, tras rebuscar un instante, volvió a sacarla, con un pequeño objeto brillante sobre su palma. El anillo de Malfoy. Una pequeña joya de plata, con el escudo de Slytherin grabado, que la joven había encontrado entre sus pertenencias el día anterior. Lo había reconocido al instante, Malfoy había usado ese anillo desde que ella tenía memoria, pero eso no disminuyó la sorpresa que sintió al encontrarlo. Le costó caer en la cuenta de cuándo podía haberse hecho con la pertenencia del rubio, y finalmente supuso que debía haberlo cogido sin querer cuando depositó todos sus libros sobre la mesa de la biblioteca en la que Malfoy y Nott se encontraban. Era la única vez que había estado lo suficientemente cerca de Malfoy como para coger algo tan personal.
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Rosa y Espada
RomanceDraco Malfoy, ante la prolongada ausencia de la profesora de Runas Antiguas, se dedica a revolucionar la clase a sus anchas con ayuda de sus colegas, impidiendo estudiar. Hermione Granger, alumna responsable y aplicada, no piensa quedarse de brazos...