Hermione caminaba a tanta velocidad que comenzaba a sentir calambres en las piernas. No estaba en muy buena forma física, de modo que no se creía capaz de llegar corriendo desde el campo de Quidditch hasta la Enfermería; pero sí creyó que podría caminar todo el trayecto a un ritmo rápido. Error. A ese rápido paso, ni andando ni corriendo, las piernas comenzaron a dolerle cuando subía ya la Gran Escalera. Pero no se detuvo. A sus espaldas escuchaba el no tan lejano rumor de las cientos de voces de los alumnos, los cuales estaban regresando poco a poco, igual que ella, desde el campo de Quidditch.
El partido había acabado súbitamente hacía poco más de treinta minutos, con un terrorífico incidente que acabó con un inconsciente Draco Malfoy siendo arrojado de su escoba. Una acertada bludger, que nadie supo decir con exactitud de dónde procedía en medio del caos del partido, había acertado de pleno en la cabeza del joven, estremeciendo al público entero. El joven Slytherin, sin conocimiento, cayó en picado varios metros, sin escoba, hasta ser detenido en el aire por el hechizo de un rápido de reflejos Albus Dumbledore. McGonagall le arrebató a Luna el micrófono para anunciar que se suspendía el partido de inmediato. El marcador terminó con 90 puntos contra 110, a favor de un inevitablemente feliz Ravenclaw.
Hermione, que todavía se encontraba abriéndose camino hasta donde Harry, Ron y Ginny la esperaban, pero sin perder de vista el partido, fue testigo de lo sucedido. No vio quién lanzó la bludger, pero hubiera apostado las notas de sus exámenes a que sabía quiénes habían sido... Apenas pudo asimilar el vacío en el pecho que sintió al ver al joven Malfoy en caída libre. La sensación de impotencia, de parálisis. El absoluto terror. Cuando Dumbledore lo detuvo en el aire, a pocos metros del suelo, el chico se mantuvo flotando cual muñeco de trapo, inerte. Incluso desde la distancia, se apreciaba cómo la oscura sangre goteaba desde su cráneo y caía hasta el verde césped. Hermione no logró inhalar todavía una cantidad normal de oxígeno. Él... estaba vivo... ¿verdad?
Cuando el partido fue suspendido por orden de McGonagall, el caos se apoderó del estadio. Y Hermione no supo qué hacer. Se quedó allí parada, en medio de las gradas, siendo empujada en todas direcciones por alumnos que iban y venían, unos a felicitar a los ganadores del partido, otros a dar el pésame a los perdedores, y otros de vuelta al castillo una vez que el espectáculo hubo terminado. Y otros muchos se quedaron en sus asientos para intentar discernir con morbosa curiosidad el estado de salud del buscador de las serpientes.
Al contemplar cómo los profesores, encabezados por una agitada Poppy Pomfrey, se llevaban al chico de vuelta al castillo, con visible urgencia, seguidos de cerca por el equipo de Slytherin, Hermione tomó una decisión. No podía ir en dirección contraria. No podía volver junto a sus amigos y esperar pacientemente a enterarse al día siguiente, gracias a los cotilleos de sus compañeros, si Malfoy continuaba con vida o no. No era una opción. Necesitaba ir tras los profesores.
Necesitaba hablar con él. Necesitaba hacerlo. Necesitaba verlo.
El corazón le retumbaba en el pecho, y sentía la sangre latir en los oídos al mismo ritmo, mientras llegaba a lo alto de la Gran Escalera. El resonar de sus pasos en el suelo de piedra se le antojaba horriblemente incómodo, como si, a cada paso que daba, fuese más consciente de que se estaba alejando más y más de sus amigos. Acercándose a terreno enemigo por su propia voluntad. Acercándose a Malfoy.
Cuando llegó al pasillo de la Enfermería, aminoró el paso con el que caminaba, para agradecimiento de sus ya temblorosas piernas. Se acercó a la esquina y asomó la cabeza intentando ver la puerta de la Enfermería. Su respiración estaba terriblemente acelerada y no podía controlarla. Se alegró de haberse asomado en primer lugar, pues justo en ese instante salió de ella el equipo de Quidditch de Slytherin casi al completo. Con la obvia excepción de Malfoy. Conversaban en tono airado, aunque la joven no alcanzó a entender nada, pues eran varias las voces que hablaban al mismo tiempo. Parecían estar discutiendo. Hermione sintió una profunda indignación al ver que Crabbe y Goyle parecían estar soportando la bronca de sus compañeros con falsas expresiones avergonzadas, casi tristes. Aunque con escaso éxito, la verdad. Era una escena repugnante. Un muchacho que reconoció como Pucey era quien hacía mayores aspavientos, señalando a los dos enormes golpeadores. Parecía realmente enfadado. Los jugadores sí parecían tener claro quién había lanzado la bludger.
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Rosa y Espada
RomanceDraco Malfoy, ante la prolongada ausencia de la profesora de Runas Antiguas, se dedica a revolucionar la clase a sus anchas con ayuda de sus colegas, impidiendo estudiar. Hermione Granger, alumna responsable y aplicada, no piensa quedarse de brazos...